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Cubanos aislados por el mundo

Un cubano en Brasil: 'Por la disputa ideológica, hay mucha gente que cree que todo eso del coronavirus es mentira'

Demis Menéndez teme que las personas próximas a él enfermen y acaben en el sistema público de salud: 'Me preocupa porque es un sistema decadente, con pocos recursos'.

Madrid
Demis Menéndez.
Demis Menéndez. DDC

El cubano Demis Menéndez vive en Sao Paulo desde hace 12 años. Este es el estado más poblado y el más castigado por la pandemia en Brasil, país de America Latina con más contagios por Covid-19.

El coronavirus ha causado allí 1.532 muertes y la cifra de contagios ha llegado a 25.262 (este 15 de abril), pero el presidente Jair Bolsonaro ha minimizado la pandemia calificándola de "gripecita" y ha puesto a la economía por encima de la crisis sanitaria, desoyendo incluso a su ministro de Salud. Los gobernadores de estados se han enfrentado abiertamente a las decisiones del Estado federal, y han adoptado sus propias medidas.

Este 10 de abril Bolsonaro visitó un hospital de campaña que a 60 kilómetros de Brasilia y, aunque usó mascarilla y se desinfectó las manos, saludó a un grupo de simpatizantes ya sin protección e incluso abrazó a algunos.

En Brasil la situación es preocupante sobre todo en las favelas, donde malviven unas 13 millones de personas. En la favela de Paraisópolis, en Sao Paulo, se han organizado los propios vecinos y han creado la figura del "presidente de la calle", para dar la voz de alarma cuando hay algún contagio, y trasladar los casos a un equipo sanitario que ellos mismos han creado, gracias a una campaña de crowdfunding que recolectó cerca de 263.000 reales (alrededor de 48.000 euros) para sufragar el alquiler de tres ambulancias y siete profesionales.

El gobernador del estado de Sao Paulo prorrogó la cuarentena hasta el 22 de abril, en medio de la polémica con Bolsonaro, que pedía terminarla, y del desafío de un centenar de seguidores del mandatario, que pidieron en las calles el fin del confinamiento.

Demis, de 39 años, vive con su pareja, que es brasileña y la madre de su hija de tres meses. Tiene, además, la custodia compartida de su hijo de 10 años, de un matrimonio anterior. Es promotor cultural y escritor, y trabaja como educador infantil. "Yo trabajo en una escuela de niños pequeños que fue de lo primero en cerrar hace como un mes. Desde entonces no salgo de casa, solo he ido unas tres veces al mercado", me explica.

¿Cómo llevan el confinamiento allí?

Las personas, viendo lo que estaba pasando en Europa, empezaron un movimiento muy fuerte de cuarentena voluntaria. Luego llegó la acción de las autoridades. Las medidas se fueron tomando por estados. La cuarentena en esta ciudad empezó con el cierre de las escuelas, luego los centros comerciales, y después los comercios más pequeños.

Lo que sucede es que hay una disputa política. Bolsonaro está en contra de que se cierren las cosas y ha tomado medidas en contra de lo que los gobernadores han estado haciendo. El presidente ha hecho declaraciones en la televisión diciendo que es importante mantener la economía y las personas, de alguna manera, han roto la cuarentena.

Al mismo tiempo, Bolsonaro dice que hay que aislar a los enfermos, y la gente que esté activa, que siga en la calle. Hay una guerra de conflictos ideológicos, y las medidas no están siendo efectivas.

¿Cómo percibes que se toman los brasileños la pandemia?

En Brasil hay una división social muy contrastante, hay una clase media que intenta asumir responsabilidades, pero hay un movimiento bipolar de izquierda-derecha que abre un hueco. Esa función democrática de los cambios de gobierno son movimientos muy rápidos entre social-populista y neoliberal, y de repente se aparece este loco, que no te voy a decir que es un ultraderechista, sino una persona que no tiene interés en gobernar, que su interés es imponer, y que está haciendo que el país esté muy en candela.

Con relación al virus, tratamos de buscar información, de no contagiarnos ni propagar. Eso para quien puede. Porque otra parte de la población, que no puede… ahí nos acercaríamos mucho a lo que se vive en Cuba: la gente quiere ir para la calle a trabajar, a pesar del riesgo.

Se han convocado manifestaciones para este miércoles 15 de abril.

Estamos en un país donde, por la disputa ideológica, hay mucha gente que cree que todo eso del coronavirus es mentira, que es una manipulación de los chinos, una manipulación socialista, para que las personas no trabajen, para recibir ayuda del Gobierno y quedarse en casa. No es solo la cuestión de la enfermedad, hay una guerra entre lo que es economía y pueblo, religión y ciencia. Es muy loco lo que está sucediendo.

La cuarentena oficial significa que los comercios no están abiertos, solo los de extrema necesidad, o sea, mercados, farmacias, y ferias libres, que son ferias de venta de comida. Eso sí está funcionando, y no hay restricción de movimiento en la calle.

El gobernador quiere implantar una medida de control a través del celular, lo que ha generado una gran polémica. Quiere controlar a través de las operadoras de teléfono para saber dónde hay aglomeraciones.

¿Cómo es un día tuyo de confinamiento?

Lo estamos pasando tranquilos. La niña duerme bien. Cuando se despierta preparamos el desayuno, intentamos que sea al mismo tiempo para disfrutarlo todos, pero a veces yo me levanto más temprano, me gusta… Los días varían, empezamos viendo noticias en la televisión, y en un momento decidimos que no íbamos a ver tantas noticias.

Casi siempre soy yo el que cocino, organizamos lo que comeremos en el día. Hace unos días hubo un problema con el gas. En esta región donde vivimos el gas es en botellón. He tenido que cocinar con microondas para no gastar el gas… Sabes, uno está entrenado de Cuba para adelantarse un poco a la situación.

El resto del tiempo lo pasamos aquí, tenemos un patio, podemos coger un poco de sol, oír música, y luego fregar, cocinar, limpiar un poco. Ya en la noche vemos alguna cosa juntos en Netflix… Y casi siempre estoy conectado, hablando con los amigos y la familia. Estoy bastante en las redes sociales.

Aunque esto es algo aparentemente pasajero, uno va quedándose con miedo. Pero antes de que el miedo llegue, me empiezan a vibrar cosas del tipo "qué hacer para que no sea solo yo el que esté pasando por esto". Nosotros organizamos una peña literaria que ya tiene más de tres años, "Sarau das Américas", y la hemos movido para hacerla en ambiente virtual, la hemos estado haciendo en Instagram. Vemos cómo ayudar a los otros, qué cosas nos están sobrando para donar, pensar en hacer comidas en conserva para aprovechar el tiempo, cosas así.

También cuando mi hijo mayor está aquí todo se vuelve una rutina diferente, porque él tiene 10 años y obviamente quiere hacer cosas, y no quiero que esté las 24 horas pegado a la televisión. Siempre intento desafiarlo a hacer un dibujo o jugar ajedrez.

Mi compañera está con su baja de maternidad y yo ahora no estoy trabajando, por lo que intentamos economizar lo que se puede, no dejar echar a perder nada en el frío para no tener que salir. También intentamos ser creativos a la hora de comer.

Cuando has ido al mercado, ¿hay desabastecimiento?

En el mercado que yo frecuento cerca de casa no hay ninguna carencia. Mi teoría es que todo lo que se consume aquí se produce en Brasil, entonces no, no hay carencias. Los mercados están superllenos, el acaparamiento del principio ya pasó.

Lo que sí sigue en falta es el gas de balón, que usamos en casa.

¿Cómo ha influido esta crisis sanitaria en la economía familiar?

Mi jefa me dijo que me iba a pagar este mes, poco, pero algo, y eso, junto con un dinero que mi compañera recibe de la licencia maternal, es lo que tenemos.

Pero desde antes nosotros funcionamos con ahorro y poco consumo. Soy una persona que compra poco y tiene poco, también pagamos poco de alquiler. Ahora estamos teniendo menos gastos, porque tenemos menos dinero. Se trata de tener lo que uno necesita, y dentro de eso lo suficiente.

El próximo mes no sé si me pagarán, porque es un centro infantil independiente. También hay un supuesto dinero que el Gobierno le va a pagar a los trabajadores informales. Hay para un primer grupo, un segundo y un tercero a partir de las necesidades sociales y tipo de trabajo. Eso será un poco de dinero también. Pero soy del último grupo, y tendré que entrar en un sistema online e inscribirme, está lejos todavía.

¿Tienes familiares en Cuba, te preocupa la situación allí?

Tengo a mis padres, a mi hermana y mi sobrina, y mucha más familia. Con ellos he estado al tanto, y les fui adelantando la información de todo lo que vendría, para que se prepararan. Obvio que si se acaba internet en Cuba nos dejamos de comunicar, por ahora han disminuido las llamadas.

He estado un poco más tranquilo porque mi hermana y mis padres me han dicho que se han preparado bien, que están en casa. Mi padre es un tipo organizado, que limpia muy bien las cosas. Así que de momento estoy un poco tranquilo.

¿Qué es lo que más te preocupa de esta pandemia?

Que las personas próximas a mí puedan enfermarse. Yo no tengo seguro privado de salud, aquí en Brasil hay un sistema público que no es bueno; me preocupa que si algo sucede, ese será el sistema de salud al que muchas personas próximas a mí y yo mismo tendremos acceso. Me preocupa porque es un sistema decadente, con pocos recursos.

Sabemos por las noticias que no da abasto, que los profesionales están desgastados, que los familiares no pueden ayudarte ni estar cerca. Lo que más me preocupa es terminar en ese sistema, por eso lo más importante es no enfermarnos. No me importa el dinero, hacemos economía total, ahorrando, y esa es la manera de cuidarnos.

Hay un factor que este virus crea, ¿qué es la vida? ¿por qué está tan próxima a acabarse? ¿Por qué estamos tan cerca de que muchas personas entren en un riesgo del que antes no sabíamos que era posible?

¿Crees que cambiará la ciudad después de esto?

Me parece que el consumo retornará fuerte. Sao Paulo es una ciudad muy fuerte culturalmente, de muchos bares, gente en la calle, corporalidad, de la gente querer verse, besarse, quererse, como dicen aquí "pegarse", ¿no? En ese sentido eso creo que no cambiará. Eso me parece que volverá hasta con más fuerza. Al mismo tiempo pienso que inevitablemente habrá algo de desconfianza, cuando las personas quieran hacer comidas y fiestas en las casas, habrá un recelo en cómo eso va a manifestarse.

Siempre jugaba a preguntar el signo de otro y decirle: ah, pero tu signo no combina conmigo. A partir de ahora, cuando uno conozca a alguien la pregunta va a ser si cogiste o no el virus. Y eso va a cambiar un poco la manera de ver al otro. No viví esa experiencia porque era muy joven, pero en Cuba, los que vivieron cuando el sida explotó, deben haber tenido esa sensación, la de cómo relacionarse sabiendo que había un virus que podía matar.

¿Qué es lo que te gustaría hacer cuando esto pase?

Me gustaría viajar, al menos fuera de la ciudad. Ojalá sea posible.

Con la pandemia salen a relucir los deseos primarios que uno tenía, los sueños de vida; a mí me encantaría viajar, conocer otros lugares, visitas que uno pospone porque dice: "tengo la vida para eso". Es un pensamiento que tengo ahora. Pero estoy tan concentrado en lo real, que ahora mismo esos sueños ni siquiera me parecen necesarios.

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1 comentario

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Pachiiii, saludos hermano.