Junto al 28 de enero, natalicio de José Martí; al 24 de febrero, reinicio de la Guerra de Independencia; al 7 de diciembre, caída en combate de Antonio Maceo; y al 20 de mayo, nacimiento de la República, el 10 de octubre completa una pentarquía de ilustres efemérides.
Ese día, de 1868, comenzó la primera guerra por la independencia de Cuba. Un hecho histórico que encierra un enorme valor simbólico. Por ese valor José Martí la utilizó en múltiples ocasiones, como ocurrió en los cinco aniversarios de esa fecha —previos a la fundación del Partido Revolucionario Cubano— para definir los objetivos y sentar los cimientos de la próxima gesta independentista.
En esos cinco aniversarios el Apóstol expresó:
"¡Lo que importa no es que nosotros triunfemos, sino que nuestra patria sea feliz!" (1887).
"La palabra ha caído en descrédito, porque los débiles, los vanos y los ambiciosos han abusado de ella" (1888).
"La patria es dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie" (1889).
"No han entendido que en los países no hay que estar tanto a los modos de gobierno, que no pueden ser más que el resultado de los factores de la población y de sus relaciones" (1890).
"Peligros, es claro que los tenemos, y ni uno solo nos es extraño, y los hay grandes; pero, ¿conocer los peligros, no es el primer paso ya para vencerlos? Y la determinación de ajustar nuestros métodos a nuestros componentes" (1891).
Transcurrido más de siglo y medio, en medio de la crisis más profunda de nuestra historia, el simbolismo de aquella fecha será utilizado para designar a los que ocuparán los cargos en la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Consejo de Estado, la presidencia y la vicepresidencia de la República el próximo 10 de octubre de 2019.
Si en 1956 a José Martí se le califico como autor intelectual del asalto a un cuartel, con el que comenzó un proceso que torció su rumbo y condujo al punto crítico en que hoy Cuba se encuentra, con sobrada razón se debería utilizar su pensamiento como guía para corregir el camino transitado. La rectificación del rumbo que nos condujo en dirección contraria a la historia sería una reivindicación al Apóstol.
Las palabras de Martí citadas, apuntan y coinciden en la dirección que debió ser y no fue: "la patria antes que los individuos; la patria de todos y no feudo ni capellanía de nadie"; el sin valor de "las palabras vacías"; el gobierno como resultado de los factores de la población y de sus relaciones; el conocimiento de los peligros como primer paso para vencerlos; y el "ajuste de métodos a los componentes".
Su discurso nos conduce a la importancia capital de la soberanía; un instrumento determinante para la participación efectiva de los ciudadanos en el destino de su nación, como son el derecho de elegir y ser elegido para los cargos públicos, y participar de forma efectiva y paralela al Estado en las decisiones y en el control de los gobernantes elegidos para cada período. Sin esos requisitos mínimos la soberanía resulta palabra vacía.
En ausencia de la soberanía popular, los funcionarios designados por una Comisión de Candidatura, también designada, ajenos al compromiso que significa ser electos por el libre, directo y secreto del pueblo, enfrentarán, ante la profundización de la crisis, un dilema: continuar por el mismo camino o en su lugar corregir el rumbo. De la opción que asuman la nación cubana enderezará o rodará definitivamente al abismo. Así de sencillo y patético, esa es la responsabilidad que contraerán, tengan o no conciencia de ello.
La Constitución vigente, más allá de las edulcoradas palabras que de ella se digan, fue confeccionada para lentificar los indetenibles cambios y conservar el poder. Otra cosa fuera si la misma se hubiera redactado, como en 1940, cuando los 77 representantes de nueve partidos políticos a la Asamblea Constituyente, fueron elegidos de forma libre directa por el pueblo, lo que explica su carácter democrático y avanzado.
En las actuales condiciones, agravadas por el creciente empeoramiento de la crisis, el próximo 10 de octubre podría ser decisorio, lo que dudo. Y lo dudo porque los problemas acumulados debido a la incapacidad del modelo político y económico vigente, no tendrán solución. De nada servirá la emergencia de nuevas figuras u otras no tan nuevas, pues el cambio no depende de personas si no se acompaña del cambio del modelo, donde radican las principales causas.
Si hasta hoy el país ha estado al borde del abismo, la continuidad puede hacer la función de un tiro de gracia. Si hasta hoy se han soslayado las principales causas, y a pesar de ello se logró sostener lo insostenible, el actual escenario —nacional e internacional— que nada tiene de coyuntural, no lo permitirá. Insistir en la continuidad, ajeno a las necesidades del país, es sencillamente imposible.
Los funcionarios designados —no elegidos por el voto libre, directo y secreto del pueblo— se enfrentarán al dilema: continuar por el mismo camino o corregir el rumbo. De la opción que asuman Cuba emergerá o se hundirá. Así de sencillo y patético.
La solución no está en nuevas caras y nuevos discursos, sino en nuevas acciones, hasta ahora ausentes, para salvar la nación. El "nuevo Gobierno" podría pasar a la historia, sino por encontrar la solución, al menos por intentarlo; o podría cargar sobre sus espaldas la responsabilidad por el largo camino transitado de errores y fracasos.
Se impone pues, la democratización, no como un acto de rendición ante el "enemigo", sino como reconocimiento de los derechos del pueblo cubano para participar como sujetos, y no como objetos en los destinos de la nación; un programa sin acotamientos ideológicos ni castración de derechos y libertades; un paquete de medidas concretas, para separarnos del borde del abismo. Medidas que comienzan por el derecho de los cubanos a ser empresarios en su propio país para que la economía se restablezca gradualmente y para que los jóvenes encuentren posibilidades de realizarse en su tierra sin necesidad de huir al extranjero.
Para ese giro, dirigido a salvar la nación, hay que ratificar los pactos internacionales de derechos humanos en lugar de declarar que "defendemos todos los derechos"; poner la Constitución en correspondencia con esas normas; y eliminar los frenos empleados para impedir el surgimiento de una clase media nacional. Medidas todas que tienen que acompañarse con las correspondientes libertades "para que la patria sea feliz", sea "dicha de todos, y dolor de todos, y cielo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie".
// Su intención es clarísima, no paran de decirlo: "SOMOS CONTINUIDAD" //
- - Y con la inmensa ventaja de la AUSENCIA DE ACTIVISMO SOCIAL OPOSITOR EFECTIVO.