En el proyecto de Constitución que va a referendo el 24 de febrero se establece que la máxima instancia de poder político en la Isla es el Partido Comunista (PCC). Lo mismo que decía la Carta Magna de 1976.
Falso. El máximo poder en Cuba, no importa lo que diga texto constitucional alguno, no es el que figura de jure oficialmente, sino de facto: el jefe militar supremo, Raúl Castro, y la elite castrense que lo sostiene en el poder.
Ellos constituyen el núcleo duro que manda en el país y conforman una Junta Militar que no da la cara por razones políticas y de imagen internacional. Pero eso no podía aparecer en el nuevo texto constitucional (no lo estuvo tampoco en el de 1976), porque el régimen cubano no podría seguir vendiéndose al mundo como civil, siendo militar hasta el tuétano. Y de paso para ocultarle a Washington el sustrato militar de la economía cubana, ahora que hay regulaciones para impedir negocios con empresas militares.
A la todopoderosa elite castrense la tiene sin cuidado lo que sobre ella diga, o no, el nuevo texto constitucional. Nada de eso atañe al dictador, ni a los 14 miembros o 15 miembros de la Junta Militar.
Raúl Castro siempre ha soñado más con Mussolini que con Lenin. El nada inteligente dictador cree que los infinitos y abrumadores problemas del socialismo se solucionarían si la economía, y toda la vida nacional, fuesen conducidos con la eficiencia característica de la vida militar, que es la única que realmente él conoce.
Así de alucinante es la percepción que tiene este inepto general de la realidad. No es capaz de detectar la inviabilidad del sistema diseñado por Karl Marx, como sí la detectaron sus colegas de Pekín y Hanoi, donde gobiernan también partidos comunistas, pero sin musarañas ideológicas descocadas.
Plan de sucesión: todo el poder a los militares
En la nueva Constitución Castro II establece que no puede haber en Cuba un pujante sector privado que les haga la competencia a los militares. Dificulta más, en vez de facilitar, que las fuerzas productivas privadas crezcan y creen riquezas. El general quiere evitar el surgimiento de la libre empresa en Cuba, que es la que mueve al mundo.
Ya GAESA controla más del 70% de la economía nacional y casi todas las divisas que entran al país. El plan de Castro II para sus sucesores es expandir ese control con un modelo neocastrista de capitalismo de Estado militar, no civil, sin espacio para un pujante sector privado que el dictador considera que acabaría económicamente con los militares.
Pero no se trata solo de la economía. El poder político máximo en Cuba no es el Partido-Estado, ni el Buró Político. Ni lo es el primer secretario del PCC si no es a la vez el jefe militar supremo verdadero y no el que diga la Constitución. Cuando en 2021 Raúl Castro ceda su cargo de primer secretario del PCC él seguirá siendo el jefe de jefes, por encima del nuevo jefe del PCC, sea quien sea.
Y digo verdadero jefe militar porque la nueva Carta Magna —igual que la de 1976— establece que al presidente del país le corresponde "desempeñar la jefatura suprema de todas las instituciones armadas". O sea, desde abril de 2018 Raúl Castro no es el comandante en jefe de las FAR, sino Díaz-Canel. ¿Quién se cree eso? ¿Quién le dice al general de cuatro estrellas (nunca ganadas) que ya no es el jefe militar supremo?
Nadie en la Isla pone en duda que Castro II es el "número uno" y lo será hasta que se muera. Es el jefe de la Junta Militar que manda en el país, que para más anormalidad no tiene corporeidad institucional, no existe oficialmente. Es invisible, el pueblo cubano no la conoce, y mucho menos la comunidad internacional.
El dictador y esa elite de generales y comandantes históricos actúan en las sombras por encima de la Constitución, la Ley, el PCC, el Estado, el Gobierno, la Asamblea Nacional, el bien y el mal.
Los analistas no cubanos no tienen cómo saber que el régimen castrista es militar y no civil como se presenta. Tratan a Cuba como un país normal, y no lo es. No lo fue incluso dentro del "campo socialista" en el siglo pasado.
Fidel no aceptó la subordinación de las FAR a nadie
La aberración del poder militar por encima de la institucionalidad civil del Estado la engendró Fidel Castro. Nunca aceptó, como en la URSS y otros países socialistas, que el PCC estuviera por encima de él como comandante en jefe, ni de las fuerzas armadas. Su experiencia como exgángster para prevenir conspiraciones contra él, y su ego no encajaban con la disciplina partidista y sí en el código pandillero de imponer su voluntad a punta de pistola, intimidando o matando, y no persuadiendo a nadie, algo que seguramente le parecía un rasgo feminoide o de inseguridad.
Desde el 3 de enero de 1959 Fidel como comandante en jefe del Ejército Rebelde comenzó a dar "instrucciones" al presidente provisional de la República, Manuel Urrutia. Durante medio siglo gobernó militarmente con el método vertical de ordeno y mando.
Creó los Puestos de Mando para dirigir la agricultura, el sector de la construcción y otras ramas de la economía. Jamás consultó con el PCC o el Gobierno lo que iba a hacer. Para desmantelar en 2002 dos tercios de la industria azucarera no consultó con el Buró Político ni con nadie, le dio una orden al ministro del ramo, general Ulises Rosales del Toro, y punto.
Raúl Castro, que en todo sigue a su hermano, tampoco acepta subordinarse al poder civil y solo se quita el uniforme de general en actividades protocolares.
Y pensar que hace 135 años José Martí le advirtió en una carta (20 de octubre de 1884) al general Máximo Gómez: "un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento". ¿Habrá Castro II entendido lo que le quiso decir Martí a Gómez?
Hoy, en 2019, una llamada telefónica del general, o de cualquier miembro de la Junta Militar pone a temblar a ministros, jerarcas del PCC y del Gobierno, y al propio presidente Díaz-Canel, quien no es miembro de la Junta ni lo será, porque no tiene pedigree militar.
Tan en las sombras actúa la creme de la creme militar que ocho de los actuales 14 integrantes de la Junta Militar no son miembros del Buró Político del PCC. ¿Para qué? No les hace falta. Están por encima del PCC. Y la Constitución les resbala.
No obstante, por si acaso, hay seis miembros de la Junta Militar en el Buró Político y son quienes lo deciden todo: Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés, Leopoldo Cintra Frías, Alvaro López Miera, y Ramón Espinosa. Los 11 civiles que completan el total de 17 miembros del Buró Político escuchan, opinan si los dejan y aprueban sin chistar lo decidido por los militares. Es así de simple.
Esto es desconocido en el mundo y en buena medida en la propia Cuba. La exclusiva cúpula militar, como no "existe", no es regulada por la Constitución, ni por nadie. Tiene el poder omnímodo de Zeus en el Olimpo.
En resumen, la Carta Magna que se va promulgar el 24 de febrero, no importa si el No sobrepasase el 50% de los votos, deja fuera al verdadero poder del país. Es solo una maqueta institucional subordinada a la ilegal, pero factual, voluntad del dictador y la cúpula militar.
Y a propósito, ¿un protagonismo tan abrumador de los militares en la economía y la vida nacional no es un rasgo fascista?