De momento histórico han calificado muchos medios lo ocurrido en la Asamblea Nacional del Poder Popular cubana en estos últimos días. Lo mismo dijeron cuando Raúl Castro asumió la Presidencia, y también cuando se restablecieron las relaciones entre los gobiernos de Cuba y EEUU.
Histórico, se suele decir de un hecho para conseguir cerrar un ciclo y que se abran nuevas oportunidades y esperanzas. Pero la Presidencia de Raúl Castro no trajo los cambios que se le pronosticaron, el restablecimiento de relaciones con EEUU consiguió que el propio Raúl Castro pusiera freno a los cambios, y el nombramiento de Miguel Díaz-Canel como presidente no augura de inmediato transformación alguna.
Cierto que hay ahora en la Presidencia cubana alguien que no se apellida Castro, pero eso no significa ni siquiera el inicio de un castrismo sin Castros, pues Raúl Castro "encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro de la nación", tal como advirtió Díaz-Canel en su discurso.
Lo histórico del momento, si entendemos por ello el impulso para cambios políticos, tendrá que esperar todavía.
Como no podía ser de otro modo, el nuevo presidente cubano se ha declarado heredero y continuador del legado de los hermanos Castro. Sin embargo, a estas alturas el único programa en activo de la llamada Revolución consiste principalmente en procrastinación y freno. Muestra de ello ha sido el discurso de Raúl Castro como presidente saliente, que enumeró las tareas que dejará sin resolver. La ampliación de la economía privada y especialmente de las cooperativas no agropecuarias, la reforma monetaria y cambiaria, el sistema de pensiones en un país tan demográficamente viejo, la reforma constitucional: todo esto recordó.
Optimista a pesar de tantos problemas cruciales pendientes todavía, Raúl Castro estimó que Cuba no está "en una situación dramática". Miguel Díaz-Canel tendrá que lidiar con esos y otros asuntos. Con la promesa que su antecesor hiciera de un vaso de leche para cada niño, con las relaciones maltrechas con EEUU, con la crisis de la proveedora Venezuela... A su primer discurso como presidente le faltaron propuestas, aunque no una amenaza de freno al gusto de los Castro. "Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya la obra de la Revolución", sentenció.
Quienes consideran histórico por decisivo el inicio de su presidencia harán hincapié en que la frase permite suponer, al menos, alguna transición. Y volverán a esperanzarse como lo hicieran con Raúl Castro o con el apretón de manos entre este y el presidente Obama. Sin embargo, mejor que pecar otra vez de ingenuidad a propósito de las autoridades de la Isla, la comunidad democrática internacional, junto a la oposición interna y el exilio, tendrían que mantener la presión sobre esas autoridades hasta alcanzar una democratización de Cuba. Hay que presionar a Díaz-Canel por todas las vías.