A partir del 18 de abril hay en Cuba una nueva Asamblea Nacional del Poder Popular, elegida o seleccionada por las Comisiones de Candidatura. En esta caricatura de parlamento están representados todos los sectores laborales integrados en la Central de Trabajadores de Cuba y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, los estudiantes de la Federación de Estudiantes de Enseñanza Media y la Federación Estudiantil Universitaria, las mujeres pertenecientes a la Federación de Mujeres Cubanas, militares, policías y burócratas del aparato estatal, los cederistas, militantes del Partido Comunista de Cuba y la Unión de Jóvenes Comunistas, y las brigadas de respuesta rápida. En fin, el mal.
Cualquiera diría que, si la mayor parte de la población cubana pertenece a estas organizaciones, entonces esa asamblea es representativa. Pero el que piense así se equivoca. Los cubanos deben pertenecer a los Comités de Defensa de la Revolución si aspiran a matricular una carrera universitaria o a un puesto de trabajo, aunque sea la más humilde plaza. De igual forma, las mujeres deben estar integradas a la FMC desde que alcanzan la mayoría de edad. Todos los trabajadores son sindicalizados por defecto, todos los estudiantes, de manera compulsiva, son pioneros, o miembros de la FEEM o la FEU según el grado que cursen.
A pesar de esa supuesta universalidad, la flamante Asamblea Nacional del Poder Popular carece de lo esencial, que es la pluralidad ideológica. Todos los miembros están obligados bajo juramento a pensar de forma idéntica, a acatar cualquier idea venida de arriba o de ultratumba, a aceptar que el comunismo —desprestigiado y repudiado en todo el mundo por represivo e incapaz de generar riquezas— es el futuro de Cuba, y a cantar loas a los responsables de que el país sea la ruina material y espiritual que es hoy.
El despotismo se pone máscaras como si todo se tratara de un carnaval en que solo importa la apariencia exterior o el nombre. Un tirano no deja de serlo porque se llame a sí mismo presidente.
El poder ejercido sin tener en cuenta las voces discrepantes es uno que puede dar muestras de estabilidad y firmeza durante un tiempo, pero al final se vendrá abajo, porque no logrará el bienestar y la felicidad del pueblo.
Una Asamblea Nacional electa por el pueblo y no por comisiones partidistas, independiente del poder ejecutivo y con pluralidad de ideas entre sus integrantes, es signo de verdadera fortaleza y fuente de desarrollo.
Con esta maniobra electoral, que incluyó la impedimenta a los candidatos independientes de presentarse en las elecciones de circunscripciones, el Gobierno cubano muestra al mundo lo débil que realmente es, el miedo que tiene a ser cuestionado, a rendir cuenta de sus errores y horrores, a aceptar que el camino escogido es errado y que el futuro de Cuba, bajo sus manos, puede tener un final trágico.
Cuando pase la falsa euforia de este carnaval, vendrán las lamentaciones y la búsqueda de culpables, la represión a todos los niveles se acentuará y entonces dará comienzo un nuevo ciclo de promesas y programas destinados a fracasar o, quizás, al cabo sobrevenga una sanadora explosión social que dé término a la falta de libertad que sufrimos los cubanos desde hace 66 años.