El exjefe de la Oficina de Intereses de EEUU en Cuba, John Caulfield, tiene claro que el próximo 19 de abril solo habrá un nombre en la boleta de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular que elegirán al sustituto de Raúl Castro al frente del Gobierno cubano.
Será el del primer vicepresidente Miguel Díaz-Canel y votarán por él de forma unánime, dice Caulfield en un artículo de opinión publicado en The Hill.
"Raúl (Castro) seleccionó personalmente a Díaz-Canel hace cinco años como su primer vicepresidente y lo ha preparado como su sucesor", añade.
Para el diplomático, el general probablemente ejercerá como presidente de una junta directiva en lugar de presidente ejecutivo, desde su puesto de primer secretario del Partido Comunista.
"Díaz-Canel (57 años) nació después de la Revolución Cubana de 1959. Es un civil que ocupó cargos cada vez más importantes en el Partido Comunista y tiene fama de ser un administrador discreto y eficiente", señala.
Caulfield considera que Díaz-Canel enfrentará serios desafíos desde el momento en que se haga cargo del Gobierno.
"El modelo económico de estilo soviético de Cuba no está funcionando. Raúl (Castro) lo ha reconocido y en 2011 comenzó a implementar reformas económicas que permitieron a muchos cubanos convertirse en trabajadores por cuenta propia y comprar y vender residencias. Estos cambios han permitido a algunos cubanos lograr una prosperidad relativa, mientras que la mayoría está estancada en empleos mal remunerados", recuerda.
"Aunque los autónomos y los pequeños empresarios tienen poco interés en la política, se convirtieron en partidarios de reformas estructurales económicas adicionales que facilitarían su actividad comercial. Su éxito provocó una reacción dentro del Partido Comunista que vio el surgimiento de estos trabajadores no estatales como una amenaza para el sistema", sostiene el diplomático.
"Díaz-Canel enfrenta un dilema —opina Caulfield—. Para sacar a Cuba de su pantano económico, debe introducir reformas urgentes para eliminar las distorsiones económicas, como el uso de dos monedas y las industrias estatales ineficientes. También debe atraer la inversión extranjera privada para generar nuevas exportaciones y reconstruir la infraestructura en decadencia de Cuba, y permitir que el incipiente sector privado de Cuba crezca".
Sin embargo, el exjefe de la misión de EEUU en Cuba cree que "muchos en el Partido Comunista temen que si Díaz-Canel implementa una agenda de reforma económica integral podría convertirse en un Mikhail Gorbachov, cuyas acciones destruirían el Partido y la revolución".
Pone como ejemplo que hasta ahora el PCC ha rechazado los modelos chino o vietnamita que permitieron el desarrollo de una economía de mercado al tiempo que mantuvieron un estricto control político. "El Partido ha rechazado cualquier sistema que permita la creación de riqueza privada, que es la fuerza motriz de una economía de mercado", indica.
"En sus pocas declaraciones públicas, Díaz-Canel ha tratado de asegurar al Partido su ortodoxia y su voluntad de defender a Cuba contra la influencia de los EEUU. No tendrá mucho tiempo para mejorar la situación actual", sostiene Caulfield.
Para el diplomático, Díaz-Canel "no es un militar y no tiene aliados entre las fuerzas de seguridad que sean partidarios incondicionales, ni tiene el nombre de Castro que automáticamente inculca el respeto en algunos cubanos y el miedo en muchos".
"Hasta hace poco, era casi desconocido para el pueblo cubano y no se había establecido como un líder. No se sabe cuánto tiempo más vivirá Castro o se mantendrá saludable. Díaz-Canel no puede cambiar la economía cubana y satisfacer a los conservadores del Partido. Tendrá que elegir una cosa o la otra. No tendrá mucho tiempo", concluye.