"Cuando la noche del 24 de diciembre de 1959 el Dr. Fidel Castro hizo descender su helicóptero en mitad de la Ciénaga de Zapata, se encontró con dos familias muy pobres, pero en plena festividad de la Navidad, la celebración más alegre en Cuba hasta ser desarraigada poco después", escribí desde Soplillar, en la Ciénaga de Zapata, el 24 de diciembre de 2009, enviado por DIARIO DE CUBA para reportar acerca de los 50 años de la Nochebuena de Fidel Castro entre carboneros.
En 2009, la situación para los habitantes de aquellos parajes era imposible a la hora de celebrar la cena navideña. Dos familias como aquellas de Carlos y Rogelio (los carboneros con los que cenó Fidel Castro y su comitiva), con poco menos de 20 comensales, habrían necesitado 1.280 pesos para comprarse un cerdo de 80 libras. Y, al preguntarle a un empleado de turismo por la marcha de la temporada en Playa Larga, avisó que empeoraba.
Pero en este 2015 a la industria turística del régimen de La Habana no le ha podido ir mejor, luego del restablecimiento de relaciones con Washington, por lo que cabe preguntarse si los cubanos pasarán mejor esta Nochebuena. Y tal parece que no. Tal parece que el incremento del turismo no cuenta para los cubanos que pedalean bicicletas desvencijadas.
"¿Cuánto cuesta ese cerdo?", preguntó este corresponsal a un vendedor.
"1.200 pesos y es suyo", respondió.
Nada menos que dos salarios mensuales, según el promedio nacional, por un cerdito de unas 40 libras en pie, que, una vez sacrificado y asado, acaso quedará en la mitad de su peso.
"Diógenes, ¿a cuánto está la torta de casabe?"
"A cuatro pesos", contesta el parapléjico que se gana la vida vendiendo productos agrícolas, sentado en su silla de ruedas.
Entre particulares la libra de carne de cerdo cuesta 25 pesos. Una pierna para asar puede costarle a un obrero empleado en un central azucarero o en un taller lo que gana en el mes. Pero el comercio estatal no vende más barato. El kilogramo de muslos de pavo cuesta 2,40 CUC en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) o 60 CUP. Una cena de Nochebuena con pavo, vino y dulces comprados en TRD bien puede costarle a un médico o a un ingeniero el sueldo del mes. Una botella de vino de producción nacional, la de inferior calidad, cuesta 1,50 CUC, casi 40 CUP.
La libra de carne de cerdo en el mercado estatal cuesta 16 pesos la libra. Pero es raro encontrarla, y cuando las carnicerías son abastecidas con unos pocos cientos de libras, las colas son enormes, por lo que tampoco resulta raro que los últimos de la cola no alcancen ni para un chicharrón.
A inicios de diciembre la carnicería más cercana a mi domicilio fue abastecida con unas dos toneladas de carne de cerdo a media mañana. Para media tarde la venta ya había concluido. "Aproveche y compre ahora, porque no la volverá a ver", avisó el carnicero. Y efectivamente, ya en vísperas de Nochebuena no han abastecido más a esa carnicería de carne de cerdo, y mucho menos de carne de res, producto prohibido y sancionado en Cuba.
Esta Nochebuena será para los cubanos como un día más de estos 56 años de castrismo: otro día de carencias y precios exorbitantes. Pero la carencia mayor es la Nochebuena misma. Ese día de amor ya no existe para demasiados cubanos de la Isla. Su esencia fue castrada no solo con la prohibición de la fiesta, sino con un abanico de prohibiciones innecesario citar aquí, no por su profusión, sino porque están en el recuerdo de cuantos las hemos sufrido, que somos todos los cubanos, aún los castristas, y ahora me vienen a la memoria los expulsados del Partido Comunista porque el día de Nochebuena fueron a comer lechón asado en casa de la suegra.
Este era un día de amor en todos los hogares de Cuba, aun en el de las familias más pobres, donde no faltaba un cerdo asándose en púa. Y esa fraternidad tenía un símbolo: el intercambio inútil de platos.
Inútil porque padres, hermanos, hijos, abuelos, amigos, incluso vecinos recién conocidos, todos con cerdos girando sobre el fuego, concluidos sus asados, unos a otros comenzaban a enviarse platos con carne, precisamente, a mesas donde la carne sobraba, porque no era de comida el intercambio, sino de amor. Esos platos llevaban un mensaje entre familias y vecinos. "Los tenemos presentes y pueden contar con nosotros", parecía ser el rótulo de todas aquellas bandejas, hoy quebradas, como las familias y la nación toda.
Ese es el precio más alto que en Cuba vamos a pagar en esta Nochebuena de 2015: la falta de unidad entre los cubanos. Es el precio que por más de medio siglo viene cobrándonos el castrismo: la desunión entre hermanos y la flojedad como ciudadanos.