Agricultura cubana: nuevos decretos, ideas de los años 60

En los últimos cinco años —antes del coronavirus—, debido a la incapacidad del Gobierno para proveer con los insumos necesarios a los campesinos cubanos, comenzó un declive de la producción agropecuaria que, en agregado, ronda un 30%, lo que se ha reflejado también en los ingresos de los productores, cuyo salario medio cayó un 50% en el mismo periodo. Si tenemos en cuenta que era ya muy insuficiente la cantidad de comida disponible para el pueblo, comprenderemos el nivel de tal debacle.

Sin embargo, hace pocos días, el ministro de Agricultura, Ydael Pérez Brito, se mostraba triunfante en televisión porque en los agros se veía "una oferta más diversificada". Y tenía razón, tras unas semanas críticas de cebollino y algún plátano burro, pasamos a una "esplendorosa actualidad" donde también se puede encontrar boniato, plátano fruta e, irregularmente, algún que otro vegetal.

A semejante "éxito" hemos llegado después de que en los últimos meses el Ministerio de la Agricultura (MINAGRI) aprobara 106 medidas "para fortalecer al sector agropecuario y a la empresa estatal socialista, en aras de avanzar en mejores condiciones e incrementar el suministro de alimentos". La última ha sido la creación de "Polos Productivos Agropecuarios" que, según la Resolución 384/2021, son "el sistema de coordinación y articulación consciente, voluntaria y ordenada en función de la gestión integral de las cadenas de valor agroindustriales y de los procesos de invención, asistencia técnica, extensión agraria y capacitación para generar productos y servicios de alto valor agregado".

Especialista en dar vueltas en el mismo lugar, como perro detrás de su cola, el castrismo se mueve, pero no avanza, pues esto de los polos productivos ya fue novedad a mitad de los años 60 del siglo pasado, alcanzando su pináculo entre los 70 y 80, cuando en todas las provincias se crearon grandes polos productivos como Lenin y Máximo Gómez en Matanzas, Yabú y Quemados en Villa Clara, Horquita y Juraguá en Cienfuegos, La Cuba en Ciego de Ávila, Sierra de Cubita en Camagüey, Veguitas en Granma, y Laguna Blanca en Santiago de Cuba.

Pero no es casualidad que tras seis décadas acumulándose polvo de tierra roja en los estantes vacíos de los agromercados, en vez de cambiar de estrategia la "novedad" sea reeditar el mismo guion cuyo desenlace es conocido: campos llenos de marabú, malanga a precio de caviar y una disminución notable de la población de gatos.

Y es que solo se cambia de estrategia cuando se quiere obtener un resultado diferente, que no es el caso del Gobierno cubano, al que tan bien le ha ido con su estrategia canina de perseguirse la cola moviéndose en círculos. En tres, cuatro o cinco años, como la agricultura seguirá siendo un desastre, el MINAGRI producirá 100 o 200 nuevos decretos que, aunque no vayan a arreglar nada, pues a más leyes menos comida, parecerá que el Gobierno está haciendo algo por el pueblo, que es el verdadero objetivo.

Tanto estos polos productivos 2.0 como las otras 106 medidas, siguen estando dentro del esquema estatista-vertical del castrismo, un modelo extraordinariamente eficiente para controlar ciudadanos, pero incapaz de alimentarlos.

Lo que sucederá a continuación es una película mil veces vista desde que Fidel Castro hizo coincidir los límites de su finca familiar en Birán con las fronteras del país: se intentará concentrar la producción en áreas designadas, mediante planes que lucirán hermosos en las agendas de los burócratas, quienes, desde sus oficinas climatizadas, destinarán los recursos agrícolas —tractores, combustible, químicos, regadíos, etc.— a usos diferentes a los que dictaminaría el libre mercado, por lo tanto, usos ineficientes y derrochadores.

No hay que ser vidente para ver el futuro en un país que vive en bucle, repitiéndose alternativamente como tragedia y comedia. Noticias de hace dos años informaban de la existencia de 67 polos productivos ya en funcionamiento, de los cuales, a principios de 2021, solo 17 tenían potencial exportador. De esos, únicamente siete habían sido facultados para hacerlo; lo que demuestra que la "empresa estatal coordinadora" del polo, lejos de ser un abono para el progreso, es herbicida.

En fin, que si las cosas siguen "mejorando", el periódico Granma podrá volver a titular a toda plana y con total convicción: "¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!".