Recién ha concluido el VIII Congreso del PCC, y la interrogante de orden es qué cambia en la nueva circunstancia. Es frustrante el contraste entre la arrolladora dinámica de los tiempos y la persistente "narrativa de la resistencia" del liderazgo cubano. Resistir el "bloqueo" de EEUU y, "sobrevivir en la austeridad", parece ser la (eterna) misión histórica del socialismo cubano.
El informe inaugural de Raúl Castro y la conclusión del nuevo primer secretario del PCC Miguel Díaz-Canel, a pesar de un sutil reconocimiento de los problemas estructurales del modelo económico, califican al "bloqueo" como el principal obstáculo para el desarrollo. No obstante, hay una clara insatisfacción con los avances en materia económica y la labor ideológica del PCC.
Podría decirse que la novedad del Congreso es la regresión al diseño institucional original del sistema político, establecido en la Constitución de 1976: la concentración y personalización del poder en un solo líder. Tal como lo predijo en 2016 Raúl Castro, al traspasar el liderazgo del PCC a Díaz-Canel, este se convierte en el máximo dirigente partidista y de Gobierno.
A semejanza de congresos anteriores, al menos en términos discursivos, tres parecen ser las principales preocupaciones del liderazgo cubano: la (in)eficiencia del modelo económico, la labor ideológica del PCC y la política exterior.
La (in)eficiencia del modelo económico
Desde el punto de vista económico, y en palabras de Raúl Castro, dinamizar la economía implica un "cambio de mentalidad" para lograr una "adecuada combinación entre el carácter centralizado de la planificación con la autonomía y descentralización en las instancias intermedias y de base del sistema económico y los gobiernos locales". Algo casi imposible después de seis décadas de fallida experimentación económica, en condiciones de control monopólico estatista y de políticas sociales subsidiadas y gratuitas.
Olvida el general que la limitada capacidad innovadora, la inercia y el inmovilismo, así como los prejuicios hacia las formas de propiedad y gestión no estatales por parte de directivos y funcionarios de Gobiernos intermedios y locales, es una estrategia de sobrevivencia en un sistema de decisiones autocráticas, personalistas y de aplicación vertical.
Olvida, además, que los productores privados y cualquier intento de comercialización no estatal, fueron eliminados abruptamente en 1968, y tras la caída del imperio soviético, en las difíciles condiciones de 1991, fueron reactivados bajo restrictivas condiciones normativas y estigmatizados negativamente.
Al igual que en la tenue liberalización de los años 90, Raúl Castro advierte a la nueva dirección política del país que la privatización "barrena los cimientos y la esencia de la sociedad socialista", y que "hay límites que no podemos rebasar porque las consecuencias serían irreversibles". La advertencia explícita significa que las decisiones en la economía "en ningún caso" pueden generar una ruptura con los "ideales de justicia e igualdad de la Revolución", y menos aún "debilitar la unidad del pueblo en torno al PCC".
Nada más continuista que revitalizar la permanente contradicción que ha regido la estrategia económica en la Cuba posrevolucionaria, y que tal ves explica su fracaso: la interferencia de los valores ideológicos en la racionalidad económica. En síntesis, es imposible esperar un giro en la mentalidad sin una reforma que revitalice las diversas formas de propiedad, y las dote de seguridad jurídica y favorables condiciones de inversión y desarrollo.
La labor ideológica del PCC
La segunda preocupación remite a la labor ideológica del PCC, reconociendo la crisis de credibilidad de una política informativa caracterizada por "el triunfalismo, la estridencia y la superficialidad" al abordar la realidad nacional. El difícil reto ideológico del Partido parece ser "transmitir un mensaje de optimismo y confianza" a las jóvenes generaciones en un contexto de creciente complejidad y polarización ideológica. Ambos discursos se articulan sobre una visión crítica de los medios de comunicación internacional, especialmente internet, al definirlos como "matrices de mentiras manipulativas orientadas a la inestabilidad política y a quebrar la voluntad de naciones libres e independientes en tiempos de posverdad". Ante esta circunstancia, el nuevo líder propone desarrollar argumentos teóricos sobre la "viabilidad del socialismo" basados en las ideas del marxismo-leninismo y las tradiciones del pensamiento cubano de Martí y Fidel, así como propiciar espacios de discusión popular.
Eventos recientes de expresiones de disenso y malestar de sectores independientes han sido abordados en encuadres negativos, excluyentes y discriminantes por parte de los medios oficiales. En un escenario inmediato es previsible un aumento de la confrontatividad y la polarización ideológica, y la persistencia de estrategias oficiales de radical negación a cualquier expresión de autonomía, creatividad e innovación desde un espacio independiente al Estado. En el sentido ideológico, la continuidad también es visible.
La política exterior
Respecto a la política exterior, el PCC reconoce la premisa de que "un mundo mejor es posible y que, para luchar por él, se requiere del concurso de muchos y la movilización de los pueblos" en defensa de las causas justas. El continuismo se ve plasmado en la reafirmación de la "la plena independencia de Nuestra América", y el empeño en lograr una región económica y socialmente integrada, de ahí el apoyo a los "gobiernos revolucionarios y progresistas" como Venezuela y Nicaragua [sic].
Pensar en bloques ideológicos la América Latina actual y los principales conflictos de la geopolítica internacional podría elevar el costo de negociación e inserción de Cuba en las relaciones internacionales. Su miopía ideológica para enfrentar las estrategias imperiales de EEUU y simultáneamente apoyar las iniciativas intervencionistas, represivas y extractivistas de aliados imperiales como Rusia y China, o represivas autocracias como Venezuela y Nicaragua.
Trazada la continuidad, al menos teóricamente, el VIII Congreso del PCC no deja de tener un aire histórico. Por primera vez en más de seis décadas, en el máximo órgano de dirección en Cuba, no aparece un apellido Castro ni un miembro de la generación histórica. Sin embargo, como reconoció el propio Raúl, "continuaré militando (…..), dispuesto a aportar mi modesta contribución hasta el final de la vida".
Juan Guaidó a líder de gesta democrática cubana: Nos une la lucha por ver a nuestros países libres
https://www.lapatilla.com/2…
LO que hizo el VIII congreso del PCC fue mostrar, ya sin tapujos, que el PCC no manda en Cuba y es solo una maquinaria represiva para meter miefo, pero muy desgastada. Tanto, que la inmensa mayoría de su miltancia no cree ni en el PCC ni en nadie, pero no lo dicen o por conveniencia personal y familar, o por miedo a las represalias. Lo que siguen llamando "revolución" es una mafia divorciada del pueblo e interesada solo en enriquecerse. En Cuba el discurso político-ideológico comunista ESTA MUERTO y no hay quien lo resucite
// El castrismo está mal //
¿Y nosotros los nocastristas?
Nada que a unos mafiosos emprendedores se les ocurrió experimentar con el comunismo y ahí van, 62 años ... con los ojos puestos en el centenario ... Las estructuras de poder en Cuba deben ser analizadas como se analizan las estructuras de poder de los delincuentes ...
No se regresa al diseño institucional de la Constitución de 1976, porque las jefaturas de Estado y Gobierno siguen separadas, tal como se diseñó en la Constitución de 2019. Díaz-Canel no es el "máximo dirigente partidista y de Gobierno", sino el máximo dirigente partidista y del Estado. Y por lo demás, como buena dictadura de partido único, el partido mismo está fuera y por encima de la Constitución, que regula en detalle sólo el aparato estatal [Estado y Gobierno]. Y la interrogante de qué cambia es falsa, porque la respuesta conocida de antemano es: NADA esencial. Y así será mientras se mantenga la dictadura de partido único, que transita de sexageneria a centenaria.
Dejando de lado el discurso antilógico, anti sentido común que insiste en conservar el PCC, todo lo que hoy se presencia y que afecta, tanto la vida política como económica del país, ha sido un largo proceso de decadencia muy paulatino (aunque sin pausa), en el que parece perderse de vista todo el panorama del pasado lejano e incluso del inmediato. A mi modo de ver, la ideología en los años 70´s era una totalmente contrastante con la actual; la euforia y el discurso fuerte estaban presentes en cada cosa. El PCC se imponía como autoridad moral y política muy a pesar de lo que lo aborrecimos muchos. El que bien recuerde aquellos años y compare ese pasado iluso con este contexto surrealista que persiste en sobrevivir, tendrá más que claro cómo ha sido todo este largo camino, que una vez se dibujó de gloria y esperanza para muchos y que en estos momentos, ya desvencijado, hasta los más acérrimos comunistas del pasado, hoy se cuestionan duramente, aunque en el más absoluto silencio.
Yo creo que las tres preocupaciones principales que el liderazgo político en Cuba debería de tener, a saber y en este orden, son: desayuno, almuerzo, y comida.
10000% de acuerdo.
Es el principio del fin del PCC