Recién aprobado el Decreto-Ley de Bienestar Animal, y las milicias del llamado "periodismo" oficialista se dieron a la tarea de cubrir el suceso —o, lo que es equivalente en su caso, reinventar la historia—.
En la versión que proponen por estos días, el movimiento de protectores de animales pierde el nombre y por lo tanto su realidad. Los activistas que han presionado durante años (en especial en el último) para que el Estado produzca por fin una norma a favor de la fauna, son eliminados por obra y gracia del oficialismo. Ni siquiera el sustantivo que designa a este tipo de activistas por los derechos de los animales, "animalistas", es pronunciado.
¿Qué historia nos traen, entonces, si han quitado a los protagonistas, verdadera causa de que la norma exista? La ficción que construye la oficialidad no deja de ser interesante y reveladora de su índole.
El primer medio en proponer la noticia fue Cubadebate, que la misma tarde de la aprobación del Decreto-Ley produjo la pieza intitulada "Cuba aprueba Decreto-Ley de Bienestar Animal".
El texto aborda primero las causas de que esta legislación haya aparecido en el preciso ahora: la existencia del Decreto-Ley, dice, la debemos al trabajo de un grupo multidisciplinario que da respuesta a numerosas opiniones expresadas por la población cuando se hizo la "consulta" de la Constitución, hace más de dos años. Así, todos los carteles levantados por animalistas, todas las quejas en las redes, la página web Cuba protege con su lista de propuestas, los innumerables grupos de Facebook y las marchas… desaparecen.
En la realidad alternativa que prefiere la oficialidad, una entidad abstracta llamada "población", cumpliendo con los canales establecidos, ha hablado al Estado. Este, por otra parte, ya traía en sí mismo la inspiración de hacer algo, con lo cual el encuentro entre ambos ha sido simplemente una feliz coincidencia. El Gobierno, aventura Cubadebate, siempre ha estado pendiente de la felicidad de los animales en el país, lo cual demuestran otras normas, relacionadas con la medicina veterinaria, por ejemplo, o con la protección de la flora y la fauna o convenios internacionales.
Según la narrativa nueva, una vez que el Estado puso manos a la obra, quiso llevar a cabo la tarea con la mayor transparencia y ecumenismo posible. Para eso "convocó a legislar" al pueblo en noviembre de 2020, ofreciendo un correo electrónico donde la gente pudo enviar sus propuestas cuanto quiso. No fue que en noviembre de 2020, mes en el que se suponía que saldría la norma, tal y como habían prometido a los animalistas, abrieron de pronto una escandalosa convocatoria a legislar como si estuvieran al inicio de proceso… fue que se quiso dar una lección de democracia.
Este es el relato que lanza Cubadebate de primera, y estas son las ideas que todos repiten, apenas aportándole variaciones de estilo propias del medio o la edición que sea. Minuciosamente, la voz "animalista", en lo sucesivo, será sustituida por "amantes y protectores de animales", revelando que ha existido una orden superior para que esto ocurra.
A Cubadebate le siguió el Granma con el artículo "Qué dispone el decreto-ley aprobado sobre bienestar animal", que propuso una variante de inspiración más pendenciera: comienza discutiendo con un oponente imaginario que el tema del bienestar animal sea cosa nueva en Cuba. Le maravilla que llegue a pensarse con mayor descaro que "la aprobación del Decreto-Ley está dada por un reclamo popular que cada vez cobra más auge, gracias a personas bien intencionadas y otras no tanto".
Granma afirma que la voluntad de "el país" (sinónimo de Revolución) "hace rato se encamina a ese rumbo". Y repite los antecedentes nacionales y convenios internacionales que Cuba suscribe sobre el asunto, y remata el artículo con alivio porque el Decreto-Ley, que aún no ha sido publicado, "cumple con las expectativas de la nación" y las demandas de miles de personas y, al final, es fruto de una construcción colectiva que "pone a Cuba a nivel del resto del mundo".
Dos programas televisivos se sumaron a la ráfaga fabuladora: Hacemos Cuba, del propagandista Humberto López, y la Mesa redonda.
Apoyado en una pantalla gigante, el primer vocero de Hacemos Cuba lee sin pudor la guía de los tópicos que seguirá en la emisión. Estos son ¿quién lo duda?: los antecedentes de la norma en Cuba, algo que él llama "momentos previos" a la aprobación del Decreto-Ley y la ejemplaridad del proceso, reflejado en una pregunta que es como esas que avisan a los niños de primaria que deben contestar que sí: "¿Fue un proceso democrático? ¿Por qué?". Todo eso escrito en su pantalla novedosa y grande.
Su variante de la realidad incluyó las mismas respuestas de siempre: el Estado ya había insinuado en párrafos reveladores de ciertas leyes su amor por los animales, quiso legislar al respecto a tiempo que el pueblo se lo pedía, el proceso ha sido ejemplo de democracia. En su interpretación del tema, curiosamente, el énfasis se puso en lo segundo.
El programa la Mesa Redonda, finalmente, aportó al coro un par de anécdotas de un par de entrevistados nuevos, protectores de animales ellos mismos: Nora García, presidenta de ANIPLANT, y Benjamín Suárez, esposo de la diputada Digna Guerra. Ambos dieron un poco de disparidad al relato (pero muy breve), un poco de vida. Nora se desvió un momento del guión recordando que desde hace 32 años los amantes de los animales esperan por una norma así, demora que ha desilusionado a algunos. Pero enseguida se sacudió el desaliento y dejó ver que la llegada, por fin, de la ley, alimenta su fe en la justicia revolucionaria. El segundo invitado es pertinente porque en su entorno se pronunció por primera y única vez la palabra "animalista", una para describirlo a él, y otra cuando él pretendió dar crédito a los otros.
Este invitado contó una anécdota fantasiosa y patética donde una simple veterinaria, que ha pedido al Gobierno por los canales burocráticos que se atienda a los animales, es recibida por el mismísimo presidente de la República, quien toma nota de su demanda, regalándole la epifanía de que la Ley, algún día, se hará. Después de esta increíble historia, decir que hay que reconocer que los animalistas también colaboraron con la materialización de esta ley es en verdad disminuirlos sin remedio, colocarlos como masa de hinchas que no compite con la revelación de la veterinaria ante Díaz-Canel.
No pocas lecciones se podrán, y se extraerán, de este ejercicio de ficción protagonizado por la prensa oficial. Por el momento, dejamos en evidencia la distancia obvia entre el periodismo independiente y el oficialista en la cobertura del hecho. Nunca el primero, por muy precario que haya sido, por muy veloz, cubrió con tanto desapego a los hechos la noticia. Nunca practicó una manipulación tan amplia ni tan consciente de la realidad.
Si la propaganda oficial últimamente nos pone comillas en nuestro adjetivo "independiente", ellos han ganado para sí la sospecha sobre el sustantivo "periodista".
Excelente artículo y contundente el último párrafo. Yo soy un animalista. Nuestros perros, gatos, loros y canarios y hasta un cocodrilo son parte de nuestra familia. Pero ya veremos como se desarrolla el futuro de nuestros animales en la isla. Como he dicho aqui otras veces, no podemos traer mas leyes sin que haya una protección jurídica (o como se llame, no soy jurista) para el ciudadano, porque esas leyes solo le dan "munición" al desgobierno castrista para penalizar la disidencia. Ver el otro articulo de DDC hoy "Mi unico delito es ser periodista independiente".
¿ Y como alimenta al cocodrilo ... ?