Eddie/Suzy Izzard en La Habana, como si nada

Y de pronto, cuando parecía que estábamos viviendo una versión del Apocalipsis en el momento en que los dioses se aburren de destruir la tierra y simplemente la dejan a su inercia, aparece en La Habana Eddie Izzard. En medio de la crisis del pollo, de la oscuridad programada y caótica, de manera fortuita, algo devuelve el encanto a la ciudad: uno de los mejores humoristas vivos se presenta en el teatrico del Museo de Bellas Artes sin publicidad alguna y hasta se le puede hablar de tú a tú, como si nada. 

"Simplemente se lo propusimos y ya", nos dice alguien del equipo de la Embajada Británica que organiza la Semana de la Cultura de ese país en estos días.

"Estoy preparando un show en español", nos comenta Izzard al final de su actuación, "con el cual pienso dar una gira por toda Latinoamérica en año que viene. He empezado en Nueva York en estos días. Luego vinimos aquí porque el embajador nos invitó y también porque el tema de la Semana de la Cultura Británica son las identidades LGBTIQ+".

Aunque siempre fue famoso por vestir como lo que la sociedad considera "una mujer" y decir de sí mismo que era un "hombre lesbiana" en los momentos de su auge en las décadas del 90 y 2000, hace un par de años, Eddie se ha definido como una persona "trans" y ha dado la opción a la gente de llamarle "ella" o Suzy. 

El show que trajo a la Habana se ha llamado tentativamente Eddie Izzard ¡Todo en español! y ha sido interpretado defectuosa, aunque genialmente. El actor no es un hablante fluido de la lengua. Aprende el libreto mientras ensaya presentaciones con un pequeño público —como suelen hacer muchos humoristas— para medir la efectividad de los chistes.

"No fue lo mejor de mí, pero en una semana lo cojo", reconoció Eddie/Suzy a la salida del teatro. 

Ciertamente, con bastante frecuencia se le vio enredarse con la pronunciación, olvidar líneas del libreto y estropear el chiste. Pero incluso en esta versión atroz suya, en los momentos en que logró la fluidez comunicativa, una pudo reírse como nunca antes de sus inteligentes sinsentidos. 

Con algunas rutinas ya conocidas en inglés (como la del rey Charles I), con algunas nuevas, la entrega en vivo superó por momentos cualquier video previamente disfrutado durante años. Así como difiere un lienzo en un museo de su foto en el libro de arte, la escena dista de la pantalla.  El Eddie Izzard a pocos metros es cautivador. Lo más sorprendente que comprobamos es la manera en que disfruta él mismo el espectáculo. Aunque haya repetido el chiste mil veces, cuando este funciona, a Izzard también le da gracia y esa diversión continúa moviéndolo. La inspiración libertaria que él produce, por otra parte, se percibe mejor con su cercanía. Eso, unido a su excelencia cómica, hizo que la hora sobre escena pasara a la velocidad de unos minutos. 

Sorprendentemente, el pequeño teatro de Bellas Artes no se llenó del todo. Verdad que la publicidad fue muy poca. Pero nos consta que no lo suficiente como para justificar la ausencia de humoristas cubanos en el público. Apenas un adelantado de este género había en la función. Sorprende porque en estos momentos se intenta introducir como costumbre la modalidad del stand up en la escena cubana, en la que Izzard es un maestro mundial. Un poco de humildad en su recibimiento en Cuba no le hubiera venido mal a nadie.