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Patrimonio

El arte olvidado de nuestros aborígenes (II)

'A las pinturas rupestres que se han descubierto en el país las envuelve un gran misticismo, y se mantiene en pie el reto de descifrar sus significados y códigos visuales'.

Madrid
Gran Cemí de la Cueva de Patana, Maisí, hoy en Washington.
Gran Cemí de la Cueva de Patana, Maisí, hoy en Washington. American Indian Magazine

Desconocer el patrimonio artístico de nuestros primeros antepasados, es un gesto de profunda ignorancia que nos priva de una etapa auténtica y muy nuestra de la que aún no tenemos tantas claves para su total entendimiento. Nuestra también es la responsabilidad de su protección y salvaguarda, que con retraso llevamos hacia este patrimonio en peligro.  

Según los expertos, en Cuba, a diferencia de otros países caribeños, el arte rupestre se encuentra en su mayoría situado en cuevas o abrigos, la mayor parte de las cuales está en zonas costeras. Esto lógicamente tiene su parte en los riesgos que los vestigios arqueológicos sufren. Se ha documentado que todas las cuevas identificadas hasta hoy tienen afectaciones en sus pinturas rupestres producto de procesos naturales como el crecimiento de líquenes y microorganismos. No obstante, una alarma importante pende sobre los daños provocados por el hombre. El 17% de las obras han sido afectadas por la actividad minera y petroquímica, y el 83% por la acción inconsecuente de visitantes, como sus grafitis.

Sobre el expolio no hay mucha documentación y teniendo en cuenta que un pequeño porciento de las estaciones arqueológicas tiene adecuada protección y vigilancia patrimonial, podrá entenderse que la mayoría se encuentre vulnerable. El único saqueo documentado (que no se entiende como tal, pues contó con la aprobación del Gobierno cubano en su momento) fue durante la campaña arqueológica realizada por la Heye Foundation en 1919, en el oriente de Cuba. 1.500 piezas fueron llevadas a EEUU, entre ellas el Gran Cemí, considerado el más grande petroglifo hallado hasta ahora en la Isla.

Esta pieza formaba parte de un conjunto de diez petroglifos en la Cueva de Patana, en Maisí. Estaba esculpido en una estalagmita, y medía in situ 1,22 metros de altura. Fue cortado y hoy forma parte de los fondos del Museo Nacional de Indígenas Americanos del Instituto Smithsonian. Se considera que esta figura representa al dios de la lluvia, Boinayel. Tenía una localización relevante dentro del conjunto escultórico de la cueva, donde también se conserva un mural grabado de dos metros de largo, probablemente dedicado a otras figuras mitológicas. Desde su posición en la cueva, el rostro del dios que llora lluvia era iluminado por el sol durante el verano, con lo cual se considera que también servía como marcador de ciclos, en este caso anunciante de la temporada de lluvias.

Actualmente, existe el reclamo de su devolución desde la comunidad local, independientemente del valor cultural que tiene para la nación. Esta posibilidad no se descarta con el precedente de 2003, cuando el Museo Nacional de Indígenas Americanos devolvió a la comunidad indígena de Yateras, Guantánamo, los restos de siete personas sacadas durante la misma expedición de la Heye Foundation, para que fueran enterradas en las tierras sagradas de sus ancestros.

Por su parte, a las pinturas rupestres que se han descubierto en el país las envuelve un gran misticismo, y se mantiene en pie el reto de descifrar los significados y códigos visuales que estuvieron dirigidos a una comunidad que ya no puede servirnos de intérprete. Esas pinturas son testimonios del desarrollo de un pensamiento abstracto que configuró una cosmogonía particular y buscó entender e interactuar con el entorno natural con los recursos y conocimientos que tuvo disponibles. Son, por lo general, líneas y figuras geométricas, con una gran recurrencia de círculos concéntricos.

También existen impresiones de manos y dedos, así como dibujos antropomorfos, algunos muy bien definidos como los arqueros, que certifican más allá de la documentación histórica, el uso de estas armas por las comunidades locales. El mayor volumen de pinturas rupestres del país se concentra en la provincia de Matanzas.

En general, usaron dos técnicas, la pintura y el grabado, en ocasiones combinada. Resulta interesante notar que más de la mitad de las representaciones son puramente pictográficas. En cambio, en la región oriental del país predominan las petroglíficas, en especial las que emplearon herramientas más complejas para conseguir un trabajo más escultórico, de mayor calado que el rayado realizado con herramientas punzantes. En Cuba, además, se encuentran dos de los tres ejemplos documentados en el Caribe de rayado sobre ahumado, uno de ellos en Pinar del Río.

Predomina el negro y el rojo en las pinturas. En el oriente de la Isla solo se utilizó el primero. Para ello emplearon pigmentos minerales, carbón vegetal para el negro y óxido de hierro para el rojo. También se ha encontrado el uso puntual de blanco (caliza) y gris (ceniza). Investigaciones recientes en la Cueva de la Espiral (Artemisa), han apuntado la posibilidad de que emplearan guano de murciélago en las coloraciones.

La función o significado de muchas de estas pinturas abre un horizonte de interpretaciones muy amplio y complejo, que permitiría un conocimiento más profundo de las culturas prehispánicas que habitaron el país y su sistema de pensamiento. Fernando Ortiz, por ejemplo, en su estudio de las pictografías de la cueva Punta del Este, de la Isla de la Juventud, la cual exploró desde 1922, consideraba que tenían un significado astronómico. Allí figuran múltiples círculos concéntricos en rojo y negro con flechas que marcan el movimiento del sol. Según él, el rojo era el día y el negro la noche. Teniendo en cuenta la cantidad de círculos, planteó que representaban el período sinódico de la Luna, y al ser iluminados por el sol en ocasiones especiales, señalaban solsticios y equinoccios.

El estudio conjunto de las pinturas y el espacio donde se localizan, desde el cual pueden verse varios astros, enriquece la lectura y la hace más precisa y objetiva, posibilitando sobre una mirada estética, un análisis antropológico clarificador. El reto está planteado a los especialistas, y a todos nosotros la invitación a conocer más de cerca la producción artística de los aborígenes cubanos que hasta hoy se ha documentado. 

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5 comentarios

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Los tainos eran unos volaos. Que civilización más avanzada coño!

Profile picture for user cubano libre

Los que si le metían al Arte Rupestre al más alto nivel eran los Guanahatabeyes, por ser pinareños esos indios eran “unos bárbaros con el hacha en la mano”.

Profile picture for user cubano libre

Muy positivo la conservación del Arte Rupestre de nuestros aborígenes, pero lo que muestra la foto parece obra de algún desequilibrado que aún no se recuperaba al ver la última película del Joker.

Profile picture for user Ana J. Faya

Valga la información que nos ofrece Yaneli Leal para darnos cuenta de lo poco que conocemos sobre nuestros aborígenes, y en especial sobre su arte rupestre.