'Si no me ocupo yo de enseñar a mi hija a sumar y a restar, estamos fritos'

No hace ni dos meses que comenzó el curso escolar, pero conforme ha avanzado, ha ido aumentando la preocupación de los padres por las malas condiciones de las escuelas, la falta de profesores y materiales, y cómo repercutirá todo esto en el aprendizaje de sus hijos.

Ania Díaz trasladó a su hija de una escuela del municipio Cerro a otra del Vedado, con la esperanza de que en ese barrio habanero, aún considerado privilegiado, los centros de estudio tuvieran mejores condiciones. Pero se ha llevado una desilusión.

"No hay nada en esas escuelas. No hay maestros, no hay auxiliares… la gente no quiere trabajar en Educación. La educación primaria en este país se fue a la mierda. Si no me ocupo yo de enseñar a mi hija a sumar y restar, estamos fritos", lamenta Díaz.

Su niña tiene seis años y cursa el primer grado, nivel en el que debe aprender además a leer, escribir y sentar las bases para los próximos grados.

El sistema de Educación en Cuba es estatal. El Gobierno, en teoría, se ocupa de suministrar los materiales necesarios para cada estudiante, pero desde hace años los libros de textos que requiere cada alumno escasean y los existentes están en malas condiciones. Hay escuelas en las que los niños tienen que compartir los libros porque no alcanzan para la matrícula entera.

"Como mi hija viene de otro centro y el traslado lo hice a finales de agosto, en la escuela del Vedado me dijeron que el material escolar debía recogerlo en el antiguo centro. Allí me dieron dos libretas y un lápiz, y en la nueva le dieron otra libreta", explica Díaz.

Pese a que los materiales suministrados por las escuelas hace décadas que son de poca calidad, años atrás los alumnos recibían una mayor cantidad de libretas, lápices, gomas y otros útiles, que cubrían sus necesidades a medida que avanzaba el curso. Ahora, son los padres quienes deben ocuparse de completar lo necesario.

En cuanto a los libros, Díaz dijo que su hija recibió rotos los de Matemática y Español. "Tuve que restaurarlos y la maestra después se los retiró y ya no los lleva a la casa", cuenta esta madre.

Los cuadernos de ejercicios de diferentes asignaturas también están escasos y los padres tienen que imprimirlos en negocios particulares. Los maestros, por su parte, se ven asimismo presionados por las instancias superiores, que les imponen exigencias en medio de la falta de recursos.

En un grupo de WhatsApp al que tuvo acceso DIARIO DE CUBA una maestra pidió a los padres colaborar para crear distintas áreas de juegos para los niños de primer grado. "No me fallen, que la semana que viene tengo inspección y me van a revisar eso", escribió.

"Mi hija llega aquí con la libreta en blanco, no le mandan ni tarea ni nada", se queja Díaz. "Se han hecho reuniones de padres, pero una fue para pedir un ventilador y cortinas para el aula, y la otra fue para decirnos que teníamos que hacerles el componedor a los niños, la maestra nos dio uno de muestra. Según ella, no puede ponerles tareas porque no tiene auxiliar pedagógica, y ella no puede ponerse a escribir en la libreta las tareas de 15 estudiantes".

Ante estas dificultades, para Díaz la escuela es más bien un lugar al que lleva a su hija porque en ese tiempo necesita trabajar y no tiene quién se la cuide, pero no cree que la niña esté aprendiendo y asume que tendrá que ocuparse ella de su enseñanza.

"La maestra de mi hija, de los cinco días de la semana va tres; los otros dos, o está enferma o tiene un turno médico. Eso me pasó ya en preescolar, y ahora me está pasando en primer grado también", cuenta a DIARIO DE CUBA otra madre, Yoandra Pestano.

"Los libros nos los dieron en formato digital, para que nosotros los imprimiéramos. Cada libro tiene 200 páginas e imprimir cada página nos cuesta diez pesos. ¿En cuánto no sale la impresión de los libros de Español y Matemática, que son las asignaturas que tiene que dar?", cuestiona Pestano.

Al déficit de libros que muchos padres mencionan, Pestano agrega la falta de uniformes de la talla de su hija, que tiene seis años. "Tuve que desarmarlos porque eran tallas para niñas de quinto o sexto grado. Pero si tú vas a la tienda donde venden los uniformes, por 500 pesos te venden una saya, por otros 500 te venden una blusa", critica.

La alimentación de los niños es otro problema que tienen prácticamente todos los padres, pues la comida de los centros escolares se reduce a arroz y frijoles o chícharos. Pestano, para reforzar las meriendas, debe comprar una o dos frutabombas semanales y congelarlas para preparar jugo para su niña. En eso gasta unos 600 pesos, a los que se suman cualquier otra chuchería o proteína como huevo, cuyo precio supera los 3.000 pesos el cartón de 30 unidades.

Lucía Pérez ha tenido la suerte de que su hijo, que cursa el quinto grado, tenga buenos maestros, "pero aún así las condiciones de la escuela donde está son precarias", dice.

Desde antes de arrancar el curso, muchos padres alertaron sobre el estado de las escuelas en las que tendrían que pasar cada día sus hijos.

La madre holguinera Yenys Fernández denunció que su hija y sus compañeros de primaria comenzarían las clases en un aula que en la realidad es un almacén en obras. En las imágenes que Fernández publicó en Facebook se veían, solo tres días antes de empezar las clases, los escombros de los trabajos constructivos en proceso y el largo recorrido que tendrían que hacer los niños para llegar a los baños.

Por su parte, sin dejar de comparar la vuelta a clases con "una fiesta", las autoridades celebraron el retorno de la normalidad presencial posterior a la pandemia de Covid-19, aunque de inmediato relativizaron esas supuestas condiciones normales.

"Es al menos de la normalidad que nos permiten los retos económicos que también atraviesa la enseñanza", dijo una conductora del programa oficialista Con Filo de la televisión estatal.

Padres y otros familiares de los menores no pueden dejar de comparar, por su parte, el estado de las escuelas con el lujo de los hoteles que se levantan por todo el país, en buena medida para permanecer vacíos, debido a la poca afluencia de turismo.