Tiene El Vedado una avenida dedicada a los presidentes cubanos, aunque en bronce solo tenga uno, y de carne y hueso ninguno la visite. No ha sido culpa de ella, claro está, sino de quienes han decidido lo que se quita y pone, sin contar con un proyecto que, de haberse llevado a cabo, hubiera dejado ricamente embellecido un paseo para recordar a los personajes que dieron rumbo a la Cuba republicana.
Realmente la avenida nació, en la segunda mitad del siglo XIX, como calle G, letra que le corresponde en la rotulación alfabética de la urbanización de El Vedado. Poco tiempo después de inaugurada la República, con el furor que renombró muchas vías para recordar a los héroes de la independencia y certificar el nuevo camino de progreso, se decidió que sirviera para rendir tributo a los presidentes electos con monumentos escultóricos. Por otra parte, la calle Paseo, su avenida gemela, se dedicó a los alcaldes del municipio Habana.
De este modo, en 1919 se inauguró la primera escultura en la Avenida de los Alcaldes, dedicada a Alejandro Rodríguez, primer alcalde de elección popular; y en 1921, la de Tomás Estrada Palma, primer presidente de la República, en la Avenida de los Presidentes. Si se comparan, la primera es mucho más espléndida, tanto por sus dimensiones como por ser una escultura ecuestre. La de Estrada Palma lo representaba de pie, a una escala bastante natural, sobre un sencillo pero hermoso pedestal desde cuya base le observaba una figura femenina también en bronce que bien pudiera simbolizar a la naciente República. El de Ramírez estaba además en una localización más privilegiada, junto a la calle Línea; la del presidente estaba más retirada, entre las calles 5ta y 7ma.
El caso fue que el segundo presidente en hacerse monumento en la capital fue Alfredo Zayas, cuarto en la línea sucesiva. Declinando la recién inaugurada vocación de la calle G, en 1925 situó su imagen escultórica junto al Palacio Presidencial, en el parque que con otro diseño hoy ocupa el Memorial Granma. Sin embargo, en 1929 hubo un proyecto para colocar un monumento a Gerardo Machado en G y Malecón, pero generó tanta polémica que no se hizo. Visto lo cual, desde 1935 se planteó que se le devolviera el nombre original a la avenida, ya que no parecía que fuera concretarse el álbum pétreo de los líderes del Gobierno.
No obstante, uno más llegó a tiempo. En 1936, se inauguró tras mucha controversia el de José Miguel Gómez, a la altura de la calle 29, con una clara inspiración en el del rey italiano Vittorio Emanuele II de la plaza Venecia, en Roma. En este caso la escultura en bronce del presidente cubano tiene 3,5m de altura y está rodeado por una gran exedra. A su espalda se eleva un pedestal coronado por las seis provincias en que estaba dividida Cuba. A pesar de que fue muy criticado en su época por su diseño, constituye uno de los conjuntos monumentales de mayor relevancia de la capital. Por sus dimensiones no pudo situarse a continuación del de Estrada Palma, y como además se miran de frente, marcan de manera simbólica el inicio y fin de la vía —aunque no están exactamente en sus extremos— así como el pequeño ciclo de este grandilocuente proyecto estatuario.
Antes de 1959, se colocaron en esta calle otras dos esculturas de importantes generales de la gesta independentista: Bartolomé Masó y Calixto García. El primero fue un pequeño busto donado en 1953 por la logia masónica que lleva su nombre. Se colocó en la intersección con la calle Universidad, en el separador central de la avenida. Como es un busto pequeño y está situado en una zona no peatonal, suele pasar desapercibido. Tiene además la poca fortuna de verse aún más pequeño en relación con el pedestal que le destinaron.
El monumento a Calixto García, situado en el privilegiado lote de Malecón que debió ocupar la escultura de Machado, fue inaugurado en 1959 aunque estaba en ejecución desde 1957. Constituye un hermoso conjunto monumental conformado por su escultura ecuestre en bronce de 4m de altura, que rodea un muro de granito negro de Los Andes con 24 bajorrelieves de bronce que representan los pasajes más importantes de su vida militar.
Luego del triunfo de la Revolución, gran parte de las esculturas situadas en espacios públicos relacionadas con figuras de la historia política y económica de las décadas anteriores fueron retiradas. En el mejor de los casos se conservaron en algún depósito, en otros fueron destruidas o fundidas para reutilizar el bronce. Este fue el caso de la de Estrada Palma, arrancada en un acto vandálico del cual por muchos años quedaron como testigo los zapatos del presidente aferrados al pedestal. En 2021, el monumento fue restaurado y se retiraron los zapatos que bien valían como recordatorio de las distintas lecturas que tiene la historia y de la fiereza con que muchas veces desde el poder se intenta borrar y manipular el pasado. Afortunadamente, la de José Miguel Gómez se conservaba y fue restituida cuando la Oficina del Historiador restauró su monumento en 1999.
En ese mismo año, comenzó la colocación en esta avenida de varias esculturas de presidentes latinoamericanos, todas donadas y en su mayoría de pésima factura. Lamentablemente, aunque estas acciones deben ser aprobadas por el Consejo Técnico Asesor para el Desarrollo de la Escultura Monumental y Ambiental (CODEMA), el criterio de sus especialistas se ignora a voluntad del Gobierno y aparecen engendros decorando importantes espacios urbanos.
La primera de ellas fue la de Simón Bolívar, donada por Venezuela en 1999, y colocada en G, entre 13 y 15. Es una copia de la que está en Caracas y a la que José Martí rindió tributo. Resultado de las prisas, su basamento de granito se hizo sin tener las medidas de la obra, por lo que sobre él se observa diminuta la escultura. En el 2000, se situó entre 17 y 19, la de Benito Juárez, donación de los senadores del Partido Revolucionario Institucional mexicano. Es de entre las nuevas adquisiciones la más digna artística y ambientalmente.
Ese mismo año se colocó, junto a la privilegiada intersección de 23, la del Salvador Allende, donada por la provincia española de Badajoz. Tan surrealista es la donación como la obra en sí misma: un desafortunado busto del presidente chileno apoyado sobre un estrecho pedestal con una postura más sugerente que El gran masturbador de Salvador Dalí. Absolutamente horrorosas son las de Omar Torrijos y Eloy Alfaro, situadas entre 19 y 21 y entre 15 y 17, respectivamente. Estos bustos que desvisten la avenida desde 2006, no solo agreden la vista desde la postura antinatural de los brazos, sino también por la chapucería que pretende servirles de basamento.
Por último, en 2017, tras los daños que el huracán Irma ocasionó al pavimento del monumento a Calixto García, decidió trasladarse el conjunto fuera de la línea de costa. En 2019, como parte de las acciones por el 500 aniversario de la ciudad, se reinauguró en 5ta y 146, en Playa. La obra fue objeto de una restauración general, aunque no parece favorecida.
Detrás del gran proyecto de la Avenida de los Presidentes, mucha piedra se ha movido. Ahora tenemos allí presidentes pero, salvo uno, no son nuestros. Tal vez algún día puedan figurar en esta importante arteria de la ciudad los cubanos que merecen tributo, representados con esculturas que verdaderamente contribuyan al realce artístico e histórico a la avenida.
En la Avenida de los Presidentes se hizo lo que ahora se hace con las estatuas de Colón, o lo que los talibanes afganos hicieron con las de Buda. Tanto temen a la historia y lo que queda de ella en la subjetividad de la gente, que pretenden arrasar con ella. Pero los hechos siguen ahí. En Cuba hubo una época republicana con presidentes, buenos o malos, pero los hubo; en Afganistán no dudo que existan personas con creencias budistas, como en Cuba hubo creyentes con sus altares escondidos; y Colón realizó una hazaña extraordinaria como navegante cuando dio con San Salvador.
Dulce María Loynaz habla sobre La Habana:
"El que no la vio, no podra nunca imaginar lo que era La Habana en aquel momento: una pequeña Viena, un Paris en miniatura, un extracto de Buenos Aires, sin la sosera ni tanta calle ancha y descolorida.
Porque La Habana era todo eso, color, esplendor, refinamiento..."
"El Vedado era una esencia, un espiritu, un ser fundido en nuestro ser, que cuando lo perdimos. no fue sin sentir que ya dejabamos de ser un poco nosotros mismos, y aun prescindiendo de estas finuras de la sensibilidad... Como olvidar aquel trasunto de marmoles y jardines, de arboles umbrosos y verjas de hierro calado en filigranas! Y luego aquel olor a albahaca y a romero que era su olor y nunca mas he vuelto a percibir.
Continuación (Dulce Maria Loynaz). Mientras escribo me doy cuenta de que estoy escribiendo en el vacio. Como hacer creer a los que vendrian luego que aquel Vedado era un lujo que podia permitirse una ciudad y con la ciudad un pequeño pais donde no existian exodos en masa, ni asaltos a embajadas, ni gente perseguida ni persiguidores,,,!"
"Ya no existe El Vedado, como no existe Pompeya ni Palmira. Como no existe Macchu Picchu. Pero estas al menos debieron su destruccion al rodar de los siglos o a las tremendas fuerzas de la Naturaleza, aun imponentes y grandiosas en su potencia de aniquilamiento. La misma Cartago fue arrasada por los hombres que peleaban su guerra, extranjeros en ella.
En cambio, nuestro Vedado fue enterrado vivo por la estulticia y la avaricia de hombres nacidos bajo su mismo cielo."
Felicidades, mucho mejor, vas mejorando…😀