El 8 de diciembre de 2012 Hugo Chávez se dirigió al pueblo de Venezuela: "Para asumir el nuevo periodo, para el cual fui electo, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no solo debe concluir como manda la Constitución. En ese escenario, que obligaría a convocar elecciones, mi opinión es que ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República".
Tres días después, Maduro asumió la presidencia interina y se autoproclamó "El Hijo de Chávez", recuerda el medio argentino Infobae. El 9 de marzo de 2013 el Consejo Nacional Electoral (CNE) llamó a elecciones presidenciales con Maduro como candidato del Gran Polo Patriótico. La campaña electoral estuvo plagada de irregularidades y mostró la verdadera esencia del chavismo: el férreo control sobre los medios de comunicación eliminó casi por completo la figura de Enrique Capriles Radonski como candidato opositor.
El proceso de transición de Chávez a Maduro jamás fue cuestionado por el Gobierno cubano. A La Habana solo le interesaba que se mantuvieran los jugosos convenios de colaboración que en materia energética (con petróleo), y financiera (el pago por el servicio de los colaboradores cubanos), mantenían a flote al régimen de la Isla.
El 14 de abril de 2013 y después de cinco horas de espera luego del cierre de las mesas de votación, Maduro se atribuyó una victoria con el 50,66% de los votos frente al 49,07% de Capriles Radonski, una ventaja menor al 2%. Pese a las denuncias de fraude por parte de la oposición, Maduro se juramentó el 19 de abril para el período 2013-2019.
A partir de ahí Maduro se ha reelecto en polémicas votaciones. Con su persistencia en el poder aumentó la corrupción, la inflación, y comenzaron a desaparecer productos de la cesta básica. Todo esto, junto a una crisis eléctrica sin precedentes en la historia de Venezuela, hicieron crecer el descontento ya existente en la población.
Siguiendo al dedillo los manuales castristas, Maduro culpó a EEUU de todas las desgracias que sufría la sociedad venezolana. La represión contra los manifestantes se hizo común a partir de 2014. El 12 de febrero de ese año murió el estudiante Bassil Da Costa, de 23 años, después de recibir un tiro en la cabeza durante una marcha. Las manifestaciones contra la dictadura de Maduro, desde febrero hasta julio de 2014, dejaron un saldo de al menos 43 muertos, 878 heridos y más de 2.500 detenidos. Esa brutal represión generó una serie de sanciones estadounidenses contra el chavismo.
En 2017 regresaron las protestas. Después de que estas se agotaran, Maduro se aferró al poder firmando convenios con Irán, Rusia, Turquía y China, aliados tradicionales del Gobierno cubano. Mientras, millones de venezolanos escapaban del Socialismo del Siglo XXI para buscar mejores oportunidades en otras tierras. Este éxodo se convirtió en el más grande de la historia reciente de América Latina. Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) hasta octubre de 2022 había más de 7,1 millones de venezolanos migrantes y refugiados en todo el mundo.
El régimen venezolano, como lo ha hecho el cubano a lo largo de su historia, utilizó esa estampida como una válvula de escape. Así no tendría que lidiar con los descontentos. La Habana ha guiado los pasos de Maduro durante todo este tiempo. En 2018 el otrora chofer de ómnibus volvió a reelegirse después de que exiliara y encarcelara a los principales opositores. Maduro juró para su segundo período presidencial, pero la mayoría de los países democráticos de la región se negaron a reconocerlo. Una vez más, el Gobierno cubano bendijo a "El Hijo de Chávez".
En abril de 2019 varios opositores encabezados por Juan Guaidó y Leopoldo López intentaron destronar a Maduro, pero este una vez más se aferró a la silla de Miraflores apoyado por los militares y su cúpula.
En marzo de 2020, la llegada de la pandemia estuvo acompañada de nuevas sanciones de EEUU contra el régimen chavista. Muchos miembros del gabinete de Maduro recibieron un precio por su cabeza tras ser acusados de narcotráfico. El poder bolivariano quedó nuevamente aislado. Solo un reducido grupo de aliados encabezado por Cuba, le mantuvo la mano extendida.
A finales de febrero de 2020 la investigadora cubanoamericana María Werlau presentó el libro La intervención de Cuba en Venezuela: Una ocupación estratégica con implicaciones globales. El volumen se remonta a la época del Gobierno constitucional de Rómulo Betancourt (1959-1964), a quien Fidel Castro visitó de inmediato para proponerle "lo mismo que le propuso a (Hugo) Chávez", la "alianza radical" entre ambos países que se mantiene pese a la muerte de sus dos artífices.
Ese libro explica cómo, a pesar de ser Cuba mucho más pequeña, pobre y subdesarrollada, logró el papel dominante (en la relación con Venezuela), con una metodología derivada de la naturaleza totalitaria de su sistema.
La Cilia (que no Celia) está muy vieja para andar con esa pelambrera suelta. Luce horrrible.
¿Quién es mas fea, Rosario o Cilia?
Bueno, la Murillo es un caso muy extremo. La Cilia es fea pero menos anormal.