Diversas organizaciones sociales de Brasil saludaron la decisión de Elon Musk, quien en un giro de 180 grados terminó por aceptar las demandas de la Justicia brasileña sobre la red social X, en un caso que analistas estiman podría impactar luego en el resto de América Latina.
En Brasil la sangre no llegó al río y lo que se preveía como un conflicto largo y virulento, terminó resolviéndose en realidad de forma expedita y de bajo perfil.
Musk, quien es propietario de X y vocero global en diversos temas políticos a través de su empresa, cambió de abogados la semana pasada y ya el 21 de septiembre trascendía la nueva estrategia, que no fue otra que allanarse a cumplir con lo que le demandó el Supremo Tribunal Federal de Brasil, a través del magistrado Alexandre de Moraes.
Este 26 de septiembre, diversas organizaciones sociales y voceros políticos alineados con el Gobierno izquierdista de Luiz Inácio Lula da Silva saludaron la decisión que reestablece X en Brasil, donde cuenta con unos 20 millones de usuarios, siendo uno de los países donde tiene un mayor volumen de suscriptores esta red social, devenida en un espacio de discusión política fundamentalmente.
Los abogados de X confirmaron que la empresa ha hecho exactamente lo que Musk había dicho que no haría. La principal acción —y la que posiblemente tendrá muchas secuelas de discusión— es que X suspendió un conjunto de cuentas que el juez del Tribunal Supremo de Justicia le ordenó, porque según la evaluación judicial representaban una amenaza para la democracia en Brasil.
Asimismo, la red social X, según sus abogados, se allanó a cumplir con otras exigencias de la Justicia, incluido el pago de multas y el nombramiento de un nuevo representante oficial en el país sudamericano. Tras estas medidas, este 26 de septiembre los abogados se dirigieron al máximo tribunal del país para pedir que se permita restablecer el acceso a la red social.
La suspensión de X en Brasil se implementó el 30 de agosto, tras las públicas y aireadas negativas de Musk, quien se negaba a cumplir con los pedidos del Tribunal Supremo de Justicia argumentando que eso violaba la libertad de expresión y sostenía, además, que el magistrado De Moraes constituía una amenaza para la democracia.
Brasil es uno de los mercados internacionales más importantes de X. Tras el bloqueo de la red social dentro de Brasil, los brasileños cambiaron de forma significativa a empresas rivales de X como Bluesky y Threads, propiedad de Meta.
El acalorado debate público entre Musk y el magistrado De Moraes en torno a X abrió otros flancos sobre las actividades empresariales del multimillonario en Brasil, que con la polémica pública parecieron también ponerse en discusión.
En el Congreso, por ejemplo, se investiga si un breve desbloqueo de X, ocurrido el 18 de septiembre, fue un fallo técnico o una acción intencional. Si fuese la segunda opción, todo apuntaría a Starlink, la empresa de internet por satélite propiedad de Musk y que cuenta actualmente con 224.458 clientes en todo Brasil, donde ha conseguido llevar la conexión a zonas remotas y aisladas como el Amazonas.
Asimismo, en el seno del Parlamento se inició un debate sobre la importancia estratégica del sistema de satélites de Elon Musk para la defensa nacional. Es el Starlink el que ofrece, entre otras cosas, la conexión al buque de guerra más importante de la flota brasileña, el buque aeródromo polivalente Atlántico.
El Tribunal Supremo de Brasil confirmó los movimientos de X en un escrito presentado el sábado, pero dijo que la empresa no había presentado la documentación adecuada. Dio a X cinco días para enviar más documentación.
Y a todo esto se sumó que el Tribunal Supremo de Brasil retiró dos millones de dólares de las cuentas de Starlink para cubrir las multas que había impuesto a X.
Según medios de prensa, muchas de las cuentas que X había tenido que retirar en Brasil pertenecían a destacados comentaristas brasileños de derecha, quienes en su día habían elogiado intensamente a Musk por resistirse a las órdenes del tribunal. Algunos expresaban ahora sentimientos encontrados por su marcha atrás.
Musk "se ha doblegado", escribió Paulo Figueiredo, un comentarista conservador alineado con el expresidente Jair Bolsonaro, a quien le bloquearon su cuenta de X en Brasil: "Es un día muy triste para la libertad de expresión".
El giro que tomó este caso puede leerse como una nítida victoria para el Tribunal Supremo Federal y el poderoso juez que ha liderado el impulso para regular la expresión en línea, Alexandre de Moraes, quien tiene un perfil conservador.
El magistrado ha pasado a ser una figura pública que polariza en Brasil desde que el Tribunal Supremo le otorgó una amplia autoridad para ordenar a las empresas tecnológicas que retiren el contenido que él considera una amenaza para las instituciones de Brasil.
De Moraes, según análisis del diario estadounidense The New York Times, desde 2019 ha ordenado a las plataformas de redes sociales que suspendan al menos 300 cuentas. En más de la mitad de esas cuentas, el juez no proporcionó detalles de por qué deberían ser suspendidas.
"La libertad es la primera víctima de un mundo sin reglas. Los elementos esenciales de la soberanía incluyen el derecho a legislar, juzgar disputas y hacer cumplir las reglas dentro del propio territorio, incluyendo el entorno digital", dijo Lula da Silva este miércoles en la Asamblea General de la ONU, en un mensaje que se interpretó como un respaldo al máximo tribunal brasileño en su disputa con el magnate.
En la otra cara de la moneda, el prestigioso diario O Estado de São Paulo, dedicó un editorial a De Moraes que llevó por título "Un Tribunal Supremo kafkiano". Este diario asegura que el magistrado se ha extralimitado "no contento con concentrar las funciones de investigador, acusador y juez".
El trumpista regador de mentiras tuvo que recular como buen zapingo que es
El tufo zurdo invadió el foro ...
Todas las cosas tienen dos extremos, y por lo general la mejor opción está en el centro. Por ejemplo, gritar “Fuego!” en un teatro lleno de gente sin que sea verdad, no es ejercer tu libertad de expresión, sino cometer un crimen. O decir -sin pruebas- que unas elecciones fueron fraudulentas, para crear caos y aferrarte al poder.