Este lunes 7 de noviembre en Brasilia fue febril. La transición se inició, según confirmaron colaboradores de alto nivel del presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva, y aunque Jair Bolsonaro no ha aceptado de forma abierta su derrota, su equipo de gobierno comenzó a colaborar en el traspaso de mando que tendrá lugar el 1 de enero de 2023.
El vicepresidente electo de Brasil, Geraldo Alckmin, ratificó que el proceso está en marcha. Las sesiones se iniciaron este lunes en el Centro Cultural Banco do Brasil en Brasilia. El conservador Alckmin, otrora adversario político de Lula da Silva, fue electo en la dupla para gobernar Brasil por cuatro años entre 2023 y 2026. El presidente electo lo nombró al frente del equipo de transición.
Alckmin corroboró que su interlocutor, con el que ya ha iniciado reuniones, es el ministro jefe de gabinete del Gobierno saliente, Ciro Nogueira. El vicepresidente colocó en el tapete unas de las preocupaciones centrales para analistas y también para el equipo cercano al nuevo Gobierno: "el flujo de información desde la administración actual" para quienes asumirán el poder en enero.
Si bien Alckmin se mostró optimista, existe una sombra de preocupación, dado que Bolsonaro ha evitado hablar abiertamente de su derrota electoral en las urnas el pasado 30 de octubre. Se han generado manifestaciones de calle y en carretera de seguidores del actual presidente, apuntando a un presunto fraude, pero el jefe de Estado se ha desmarcado —al menos hasta ahora— de la posibilidad de no reconocer los resultados electorales.
La ambigua postura de Bolsonaro, según observadores de una fundación política alemana, genera un clima de tensión poco favorable para una transición armónica, como se espera en una democracia. "Aunque Bolsonaro no se muestra favorable a cooperar con la transición, sus colaboradores sí han mostrado buena disposición, lo cual favorece un pronostico positivo", comenta este experto a DIARIO DE CUBA.
El telón de fondo de esta tensión política, una semana después de las elecciones más disputadas en la historia democrática de Brasil, es una intensa campaña de fake news.
Los bulos o noticias falsas han proliferado de manera masiva, según confirma a DIARIO DE CUBA el periodista Daniel Bramatti, director del proyecto periodístico Estadão Verifica, del prestigioso diario O Estado.
"Es falso que Alexandre de Moraes (magistrado del Supremo de Justicia) ha sido objeto de una orden de detención en flagrancia"; "Audio con amenazas a la toma de posesión de Lula da Silva no fue grabado por el general Augusto Heleno"; "Ausencia de votos para Bolsonaro en las comunidades indígenas no es señal de fraude electoral"; "Es falso que Lula da Silva haya reducido los beneficios sociales después de ser electo"… Estas son algunas de las principales notas que destaca el portal del proyecto dirigido por Bramatti.
Estas notas junto a otras fake news que hablan de una presumida enfermedad de Lula da Silva o de un supuesto llamado a la insurrección por parte de Bolsonaro, caldean el clima político.
El presidente electo, por otro lado, dedicará tiempo significativo para la política exterior antes del 1 de enero. Con la transición en manos de un conservador moderado como Alckmin, el fundador del Partido de los Trabajadores (PT) y referente de la izquierda latinoamericana se dedicará a relanzar el rol internacional de Brasil, que a su juicio se vio empañado durante el Gobierno de Bolsonaro, que concluye este 31 de diciembre.
Lula da Silva tendrá una reaparición por todo lo alto, según se ha difundido en Brasilia, en la Conferencia Internacional contra el Cambio Climático que se celebra durante dos semanas en Egipto, a partir de este 7 de noviembre. Allí se espera una intensa agenda de contactos del septuagenario líder de izquierdas.
Antes de viajar a Egipto, este martes 8 de noviembre se espera su arribo a Brasilia. Según sus colaboradores va a privilegiar reuniones con legisladores, comenzando con los presidentes del Senado, Rodrigo Pacheco, y de la Cámara de Diputados, Arthur Lira.
La socióloga chilena Lucía Dammert apunta que si bien Lula da Silva ganó, estará "al frente de un país dividido, polarizado, con muchos gobiernos estatales y el Congreso de oposición".
Las fuerzas conservadoras nucleadas en torno a lo que ha pasado a llamarse el bolsonarismo, tienen mayoría tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado, mientras que los tres estados (provincias) más relevantes del país —São Paulo, Rio de Janeiro y Minas Gerais— estarán bajo gobernaciones de adláteres de Bolsonaro.
A juicio de Dammert, bajo un nuevo Gobierno de Lula da Silva que se iniciará el 1 de enero venidero, "todas las decisiones serán claves para un periodo complejo, y sin duda tendrán repercusiones en toda América Latina".