El oficial de contrainteligencia retirado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) Mike Beck desarrolló una forma rara de Parkinson después de experimentar unos raros síntomas tras un incidente en los años 90 similares a los del "Síndrome de La Habana". La Inteligencia de EEUU concluyó más tarde que era víctima de un arma de alta tecnología, según publicó el diario británico The Guardian.
Cuando surgieron los primeros informes del misterioso desorden que afectó a decenas de diplomáticos estadounidenses en Cuba, la reacción de Beck fue de reconocimiento y alivio.
"Me emocioné porque pensé: bueno, está saliendo ahora que no es un espejismo. Me sentí mal por las víctimas, pero pensé: 'Ahora ya no soy uno más. Soy uno de muchos'", dijo.
Beck se vio obligado a retirarse a finales de 2016 por una forma rara de Parkinson de inicio temprano, sin temblores. Tenía pruebas, proporcionadas por la NSA y la CIA, de que podría haber sido víctima de un ataque deliberado de un arma de microondas.
Para el medio británico, lo sorprendente del caso de Beck es que sus orígenes fueron dos décadas antes, y que produjo una confirmación oficial hace más de ocho años de que tales armas habían sido desarrolladas por los adversarios de EEUU.
"La realidad es que este ha sido un tema de la comunidad de inteligencia durante décadas", dijo Mark Zaid, abogado que representa a Beck y a las víctimas del Síndrome de La Habana.
Una declaración de la NSA desclasificada en 2014 para el caso de compensación por lesiones laborales de Beck declaró: "La Agencia de Seguridad Nacional confirma que hay información de Inteligencia de 2012 que asocia al país hostil al que viajó el Sr. Beck tener la capacidad de debilitar, intimidar o matar a un enemigo, con el tiempo y sin dejar pruebas".
"La información de inteligencia de 2012 indicó que esta arma está diseñada para bañar la vivienda de un objetivo en microondas, causando numerosos efectos físicos, incluido un sistema nervioso dañado".
Según The Guardian, Beck todavía no tiene permitido nombrar el país hostil que visitó en 1996, pero dijo que él y un colega, Charles "Chuck" Gubete, habían ido para asegurarse de que un edificio diplomático estadounidense en construcción no tuviera interferencias.
A su llegada al país en cuestión, él y Gubete fueron detenidos en el aeropuerto y luego alojados en habitaciones contiguas en un hotel económico después de su liberación.
En su segundo día en el proyecto, expandieron su alcance a un edificio vecino y se encontraron con lo que él describió como "una amenaza técnica para el patrimonio que estábamos allí para proteger".
Informaron del dispositivo a sus superiores y lo dejaron en su lugar. Al día siguiente, les pasó un mensaje de un traductor local que trabajaba con los estadounidenses de que las autoridades del país anfitrión, en palabras de Beck, "habían visto lo que hicimos y eso no era algo bueno".
"Me desperté y estaba muy, muy aturdido. No podía despertarme de forma rutinaria. No fue un evento normal. Tomé varias tazas de café y eso no hizo nada para animarme", dijo Beck de lo que sucedió el día posterior.
Los síntomas pasaron cuando Beck y Gubete regresaron a EEUU. Pero diez años más tarde, cuando Beck estaba en el Reino Unido, en comisión de servicio en la Sede General de Comunicaciones (GCHQ), la contraparte británica de la NSA, sufrió repentinamente síntomas paralizantes.
"El lado derecho de mi cuerpo comenzó a congelarse. Cojeaba y no podía mover el brazo", dijo. Fue derivado a un neurólogo que le diagnosticó la enfermedad de Parkinson. En ese momento, Beck tenía 45 años.
Poco después, estaba visitando la sede de la NSA y se topó con Gubete. Beck se sorprendió por lo que vio.
"Caminaba como un anciano. Estaba desplomado y caminaba muy torpemente. Me acerqué a él y le dije: '¿Qué está pasando?'", recordó.
A los pocos días, a Gubete, de 55 años en ese momento, le diagnosticaron la misma forma de enfermedad de Parkinson que Beck.
La causa de su difícil situación compartida fue un misterio total para Beck hasta 2012, cuando vio las comunicaciones de inteligencia de EEUU sobre un arma de microondas con efectos neurológicos potencialmente debilitantes desarrollados por el país que él y Gubete visitaron juntos.
En diciembre pasado, la Academia Nacional de Ciencias publicó un informe en el que constataba que decenas de funcionarios de la CIA y del Departamento de Estado afectados por el "Síndrome de La Habana" en Cuba, China y otros lugares probablemente estaban sufriendo los "efectos de la energía de radiofrecuencia pulsada y dirigida".
La semana pasada agencias federales estadounidenses dijeron que están investigando al menos dos incidentes en suelo estadounidense, incluido uno cerca de la Casa Blanca en noviembre del año pasado, similares a los ocurridos en Cuba bajo el Síndrome de La Habana.
En marzo, el Departamento de Estado de EEUU designó a la embajadora Pamela Spratlen para liderar la respuesta a los supuestos ataques acústicos contra diplomáticos y personal estadounidense en la embajada de EEUU en La Habana.
El secretario de Estado, Antony Blinken, dijo a CNN que la investigación del incidente en La Habana es una prioridad para él y para el Departamento de Estado de EEUU.
El "Síndrome de La Habana" provocó una ruptura de las relaciones entre Cuba y EEUU durante la Administración de Donald Trump.
Según un documento desclasificado del Departamento de Estado, la Administración Trump tuvo "una respuesta lenta y caótica" a los incidentes.
El régimen cubano aprovechó ese informe para pedir un cambio de política hacia la Isla al nuevo presidente de EEUU, Joe Biden, y atacar a Trump. El general de división retirado Fabián Escalante acusó a la CIA de estar detrás de los supuestos ataques acústicos.