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Política

¿En qué quedó la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un?

El encuentro ha significado un cambio sustancial de tono entre Washington y Pyongyang.

Madrid

Más allá de los efusivos apretones de manos y las muestras de cordialidad –algo impensable hace menos de un año cuando ambos mandatarios intercambiaban insultos–, quienes esperaban resultados notorios de este encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un habrán quedado decepcionados.

El documento final se limita a una declaración de buenas intenciones. En resumidas cuentas, Washington ofrece garantías de seguridad (no especificadas) a Pyongyang, mientras el régimen norcoreano se compromete a trabajar hacia la completa desnuclearización de la península de Corea.

El documento ni siquiera hace mención de posibles pasos en vistas de alcanzar un acuerdo de paz que entierre definitivamente el armisticio en vigor desde el fin de la Guerra de Corea (1950-1953). 

Sin embargo, este era el desenlace previsto por la mayoría de los observadores internacionales, quienes veían en la cumbre apenas la primera etapa de toda una serie de negociaciones en las que empezarían a tratarse las cuestiones delicadas de manera más detallada.

La invitación para visitar la Casa Blanca, que Trump hizo a Kim, confirma estas previsiones.

Decisión desconcertante 

En realidad, el paso fuera del guion establecido lo dio el mandatario estadounidense, en una conferencia de prensa posterior, al anunciar la suspensión de los ejercicios militares conjuntos de las fuerzas estadounidenses y surcoreanas, que debían celebrarse en agosto.

Tradicionalmente, las distintas administraciones estadounidenses han insistido en lo imprescindible de estas maniobras para asegurar la defensa de Corea del Sur en caso de que estalle un conflicto con su vecino del norte. 

Por su parte, Donald Trump no ha dudado en calificar estos ejercicios de "provocadores", retomando así el término que emplean las autoridades norcoreanas al referirse a ellos.

La decisión tomó por sorpresa a Seúl y hasta el propio Pentágono. Así, el Ministerio de Defensa surcoreano declaró que aún no ha habido conversaciones con Washington sobre la modificación de las maniobras programadas para agosto.

Y el mando estadounidense en Corea del Sur precisó no haber recibido "ninguna guía actualizada sobre la ejecución o el cese de los ejercicios de entrenamiento".

El anuncio de la suspensión de los simulacros de guerra resulta aún más sorprendente si se considera que corresponde a uno de los reclamos constantes de China y Corea del Norte en la región.

Además, esta concesión ha sido hecha sin obtener nada a cambio en la cumbre. El documento firmado no estipula obligaciones vinculantes por parte de Corea del Norte, ni siquiera plantea una hoja de ruta para el inicio de la desnuclearización. Los norcoreanos tampoco han propuesto el cierre de algún sitio nuclear concreto ni prometido la desactivación de los misiles que apuntan hacia EEUU.

¿Una victoria de Kim?

Visto así, se puede decir que el encuentro ha resultado ser de todo beneficio para Kim Jong-un: se ha sentado en la mesa de negociaciones de igual a igual con su par estadounidense, ha ganado legitimidad internacional y además ha obtenido la ansiada suspensión de los ejercicios militares sin hacer ninguna concesión.

Aun así, la inesperada decisión de Trump no es irrevocable. El presidente estadounidense precisó que los "juegos de guerra" se suspenderían "a menos y hasta que veamos que la negociación futura no está funcionando como debería".

Es una muestra de buena voluntad –arriesgada quizás por no haberla canjeado por algo sustancial–, pero supeditada al avance de las negociaciones. 

También puede ser interpretada como un llamado a que China se implique de lleno en la desnuclearización de su protegido norcoreano. En la misma conferencia de prensa, Trump afirmó que le gustaría retirar los 28.500 soldados estadounidenses estacionados en Corea del Sur, dejando claro que era una opción para el futuro y no parte de las transacciones actuales.

Conseguir el repliegue de la presencia estadounidense en la región es una de las constantes de la política exterior china. No es de descartar que, con este tipo de declaraciones, Donald Trump esté apostando por alentar a China a que el acercamiento con Corea del Norte prospere realmente.

De todos modos, se inicia ahora un largo proceso de negociaciones en el que habrá que tomar en consideración los intereses de todos los países involucrados en este abigarrado nudo geopolítico: las dos Coreas, Japón, China, EEUU y Rusia.

Por lo pronto, cabe señalar que la cumbre ha significado un cambio sustancial de tono entre Washington y Pyongyang, torciendo en lo inmediato el rumbo hacia una merma de las tensiones en la península. Algo que alivia por igual a las dos Coreas. 

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