¿Qué saldrá de la cumbre entre Donald Trump y Kim Jong-un? Es la pregunta que planea sobre el encuentro histórico que sostendrán este martes los mandatarios estadounidense y norcoreano en la isla de Sentosa, en el sur de Singapur.
Esta será la primera reunión al máximo nivel entre las dos naciones, después de casi siete décadas de tensiones, con el objetivo de lograr un acuerdo sobre el programa atómico norcoreano.
Al carácter histórico del momento se añade el aliciente de que ambos dignatarios se han cruzado varios dardos en el pasado. Y, para mayor incertidumbre, Donald Trump no ha descartado dejar el diálogo si le parece que no prospera.
No obstante, el principal escollo de la cumbre radica en que las condiciones de la "desnuclearización" de la península coreana revisten, en Washington y en Pyongyang, significados distintos.
La Administración Trump suele insistir en un desarme "completo, verificable e irreversible" de Corea del Norte. Lo cual implicaría el fin inmediato de su programa nuclear y la destrucción de todo su arsenal.
Pero últimamente, antes las escasas perspectivas de realización de este plan, la diplomacia estadounidense ha ido bajando el tono y Donald Trump ha llegado a calificar la cumbre como una ronda de contacto.
Los norcoreanos, por su parte, piensan más bien en una implementación paulatina de ese desarme, supeditada a la retirada de las tropas estadounidenses de la península y a la garantía de poder desarrollar instalaciones nucleares para suministro energético.
Marco de negociaciones
Lo cierto es que los dos países se ven impelidos a negociar en este momento. EEUU lo hace para aplacar la amenaza de los misiles norcoreanos, que pueden llegar a su territorio. Y a instancias de sus aliados en la región, Japón y Corea del Sur, siempre en alerta ante la imprevisibilidad del régimen de Pyongyang.
Corea del Norte, en cambio, busca atenuar las sanciones internacionales, reforzadas a raíz de la última prueba nuclear que realizó en septiembre de 2017, y que han puesto su economía en serios aprietos durante el último año.
Como prueba de buena voluntad, los norcoreanos podrían proponer la desactivación de los misiles capaces de impactar el suelo estadounidense. O bien plantear un desmantelamiento progresivo de su programa atómico –con la salvedad de las instalaciones para fines civiles–.
A su vez EEUU ofrecería un aflojamiento de las sanciones, ayudas económicas e inversiones, y garantías de que el régimen norcoreano no sufrirá ningún tipo de ataque estadounidense.
Perspectivas
Sin embargo, este tipo de trueque tiene varios inconvenientes. El primero, y el más obvio, es que no sería la primera vez que la comunidad internacional le ofrece a Corea del Norte rebajar las sanciones y aumentar las ayudas económicas a cambio de la puesta bajo tutela de su programa atómico.
Tanto a mediados de los 90 como a principios de este siglo, esta vía fue explorada, primero por EEUU, y luego en los diálogos a seis partes (EEUU, Corea del Sur, Japón, Rusia, China, Corea del Norte). Pero el régimen norcoreano terminó siempre dando marcha atrás.
Es esta imprevisibilidad lo que haría de la propuesta norcoreana de un desmantelamiento progresivo del programa atómico una alternativa sumamente incierta. ¿Qué garantiza que a mediano plazo, una vez superados los apuros económicos, Pyongyang no deje en punto muerto el compromiso?
En cuanto a la desactivación de los misiles que apuntan hacia EEUU, sería seguramente una victoria para Donald Trump –por su promesa de defender ante todo los intereses de su país–, pero no para la diplomacia estadounidense. Japón y Corea del Sur se quejarían de que su seguridad ha quedado relegada. Algo que los podría acercar a la otra potencia regional, China.
Debido a la pluralidad de actores y de intereses encontrados (Japón, China, EEUU, Rusia, las dos Coreas) y a las pocas probabilidades de una resolución del asunto a corto plazo, según el diario inglés The Guardian, "la mayoría de los observadores predice que el resultado será una declaración breve e imprecisa", y que abra paso a futuros "encuentros bilaterales en los que se negocie qué significa en la práctica" la desnuclearización de la península de Corea.
Por ahora, quien parece sacar ventaja del asunto en Kim Jong-un. Independientemente del resultado de la cumbre, gracias a su campaña diplomática de los últimos meses, es poco probable que se refuercen las sanciones internacionales.
Es más, países como Corea del Sur y China empiezan a estudiar las posibilidades para romper el aislamiento del régimen norcoreano. Los primeros porque apuestan por el deshielo, iniciado este año, para prevenir los dislates de su vecino. Y los chinos porque no quieren asfixiar a uno de sus aliados más fieles.
Esto hace sospechar que el programa atómico de Corea del Norte seguirá siendo en un futuro inmediato un rompecabezas de la agenda regional. Tal como señala el semanario británico The Economist, es difícil saber "si el régimen de Kim considera las armas nucleares como algo vital para su supervivencia o bien como un instrumento para sacar ventajas en la escena internacional".