Con su habitual misión de mentir y cambiar la historia, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba acaba de publicar un artículo donde afirma que hay una nueva Operación Cóndor en marcha. La tristemente célebre coordinación de los servicios de inteligencia de las dictaduras militares sudamericanas sirvió para identificar y neutralizar los movimientos insurreccionales izquierdistas en los años 70. Aun cuando algunos lo justifiquen, fue una manera cruel e ilegal de erradicar la oposición, y así ha sido reconocido por todos los organismos de derechos humanos del mundo. La mayoría de las democracias rescatadas se han encargado de hacer justicia.
Granma se hace eco de las declaraciones del ex presidente ecuatoriano Rafael Correa, quien tuvo que salir corriendo de su país por el rechazo generalizado a su presencia y posible enjuiciamiento por corrupción y amancebamiento. Por supuesto, los sospechosos habituales de la ola de liberalismo y anti-populismo que recorre Latinoamérica son la "derecha" y el imperialismo norteamericano. Al quedarse sin discurso, sin propuestas, el despreciado ex gobernante y el medio que lo secunda, han echado mano a sus contumaces fabulaciones.
Pero esta vez el señor Correa y el articulista han ido demasiado lejos. No les importa. Hay lectores para todo en un país sin acceso a la información alternativa, y con un departamento partidista que decide qué se publica y qué no hasta en el último periódico o la estación de radio más remota; las "guayabas" son dieta obligada y diaria para el ciudadano común —y para más desgracia, estas no se comen.
En tales praderas pastan los propagandistas, diría el poeta, que no periodistas, no pocos de ellos esperando en la intimidad de sus casas que acabe el tormento de escribir por encargo, algún viajecito al extranjero y quién sabe si también, de paso, un carrito "asignado".
Lo deberían saber muy bien, por oficio, los comunistas: el ser humano es el eterno inconforme. Y no porque el llamado socialismo haya dado en nuestras tierras frutos abundantes. Todo lo contrario. Es porque el socialismo totalitario, parafraseado al filósofo de Tréveris, es quien lleva en las entrañas su propia destrucción; una genética autodestructiva al ser incapaz de "dar a cada cual según su trabajo", cumplir con las "necesidades cada vez más crecientes de la población" y al mismo tiempo vulnerar las libertades esenciales de los ciudadanos.
Lo cierto es que la ola de reciclaje político en nuestra América no parece acabar. Los sucesos de Nicaragua así lo demuestran. Quien haya vivido la guerra civil en los 80, y visite ahora la tierra de los lagos y los volcanes, notará una extraña paradoja: empresas transnacionales norteamericanas y europeas por toda la geografía, y al mismo tiempo, la férula de un partido político único sin oposición seria. La "pareja real" de Daniel Ortega y Rosario Murillo cree haber encontrado la perfecta ecuación del poder absoluto en una mezcla de cristiano-comunismo y libre empresa medieval.
Pero la fila de los defenestrados socialistas del Siglo XXI asusta, es larga, y se está haciendo a las puertas de los tribunales de cada país. De uno en fondo y tomando distancia están Dilma, Cristina y Rafael. Mientras Luis Ignacio ya pasó a peor vida, Evo y Nicolás se resisten a lo que "les toca" por la libreta de la historia. Daniel, que se creía muy seguro, está pidiendo el último en la cola. En silencio, Raúl se mueve a Santiago, muy cerca de la Sierra Maestra y del Mausoleo del Segundo Frente, quién sabe qué le depara el destino.
Tal vez el articulista de Granma debería escribir también sobre la Operación Tiñosa. La tiñosa, zopilote, buitre negro o chulo es un animalito noble, carroñero, imprescindible para eliminar toda la putrefacción, las sobras de otros. Para los cubanos, la tiñosa es también un símbolo de mala suerte, de diabólicos augurios, fatales presentimientos. Tener una tiñosa detrás puede ser el peor de los maleficios pues es como si el ave negra estuviera esperando la muerte para darse banquete.
De alguna manera el Foro de Sao Paulo, dirigido y alentado desde La Habana, se convirtió en una especie Operación Tiñosa que se extendió por toda América. Como el ave que sobrevuela la podredumbre desde lo alto, divisó la putridez de las clases políticas y las instituciones en ciertos países latinoamericanos. Se acercó, como suele hacerlo el zopilote, cuidadosamente, y vio que no tenía competencia de otros carroñeros y se lanzó a tierra, voraz.
Entonces hizo su papel. En perfecta coordinación con otros depredadores, la tiñosa insular fue engullendo, poco a poco, los restos de cada territorio; empezó por lo pútrido y terminó tragándose los semilleros. Los ciudadanos nunca se dieron cuenta de que con el mal también se iba el bien; de que ciertas limpiezas suelen arrancar hasta los cimientos sobre los que descansan sus antepasados. Nadie parecía conocer del apetito de estos carroñeros tropicales, nada selectivos después de tantas privaciones.
Y no han dejado nada. Ni siquiera desperdicios para otros. Por suerte, la naturaleza es sabia. Los carroñeros que quedan no saben cómo permanecer por más tiempo en la tierra. Se les acabó su hora, lo saben, pero se resisten a abandonar el sitio. Quizás intuyen que en mucho tiempo no volverán a alimentarse de lo corrompido. En tanto, un bando de palomas comienza a posarse en el lugar. Son muchas. Traen la paz.