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Comercio

La caída de las exportaciones podría conducir a Cuba a la autarquía

'Ya son varias las voces que pronostican, ante esa debacle de las exportaciones, la entrada de Cuba en una situación de autarquía'.

La Habana
'Oro cubano': exportación de piña.
'Oro cubano': exportación de piña. Radio Cabaiguán

Hace una semana, durante el balance del trabajo del Ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX), el primer ministro Manuel Marrero Cruz fue categórico al afirmar que "todo el que haga comercio exterior, inversión extranjera y cooperación internacional tiene que regirse por las normas del MINCEX".

Se trata, sin dudas, una advertencia a los actores económicos no estatales, para que no vayan a desobedecer las directivas que en esa actividad trace la cúpula del poder.

El primer ministro la emprendió también contra lo que calificó como "esa tendencia de importar bienes y servicios que se pueden producir en Cuba". De esa forma, Marrero se alejaba de los postulados del libre comercio, basados en la división internacional del trabajo y el principio de las ventajas comparativas, enunciado por el economista inglés David Ricardo en el siglo XIX.

Se trata de preceptos que instan a que los países se especialicen en producir lo que les resulte más eficiente e importen el resto de los bienes y servicios que necesiten. Claro que la reacción de Manuel Marrero no solo obedece a la pobreza de recursos financieros con que cuenta el castrismo para importar bienes, sino también, y en buena medida, a esa ojeriza con que siempre han contemplado el libre comercio y el liberalismo económico.  

Semejante punto de vista del oficialismo castrista contrasta con el planteamiento de uno de los más sobresalientes estudiosos de la economía cubana durante los finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Nos referimos al catedrático Leopoldo Cancio, quien fuera secretario de Gobernación e Instrucción Pública en el Gobierno de Tomás Estada Palma, y secretario de Hacienda en el Gabinete de Mario García-Menocal.

Esto escribió el doctor Cancio en el año 1892: "Es un absurdo intentar que una sociedad produzca cuanto necesite; la doctrina librecambista hace extensiva a las naciones la división del trabajo. La nación que exporta determinado producto en cambo de otras mercancías se dedica con ardor y habilidad a la producción de lo que le es posible obtener más económicamente para concurrir al mercado universal, recibiendo en cambio otros objetos obtenidos también con los menores gastos posibles. De ahí surge una tendencia al más alto desenvolvimiento industrial y a una riqueza mayor. Dar el monopolio del mercado a la industria del país no solo es contrariar una ley natural, sino también acometer una empresa baldía o perjudicial" ("Sobre el libre cambio y la protección", en Cuba: Geopolítica y pensamiento económico, Miami 1964).

Por supuesto que debemos tener en cuenta los contextos en que se producen tan divergentes puntos de vista. Cuando el doctor Cancio defendió la división internacional del trabajo, hacía solo un año que la Cuba colonial había firmado un tratado comercial con EEUU —un antecedente del firmado después en 1902— para la entrada preferencial del azúcar y el tabaco en la nación norteña, a cambio de la llegada a la Isla de infinidad de bienes de consumo que abastecían los mercados.

Claro, en ese momento los dos productos antes mencionados eran capaces de procurar los ingresos que necesitaba la economía insular para su buen funcionamiento. La producción de azúcar, por ejemplo, pasó de 500.000 toneladas en 1890 a más de un millón en las zafras de 1894 y 1895, cifras que hubiesen aumentado de no haber comenzado la guerra de independencia en el último de esos años

Ahora, en cambio, la Cuba castrista no cuenta con ningún rubro de exportación que saque la cara por la alicaída economía de la Isla y permita costear las importaciones que precisa el país.  

Se anunció que en 2024 se incumplieron los planes productivos de los principales renglones exportables del país. Durante el citado balance del MINCEX, el ministro del ramo expresó que esos incumplimientos se debían, en lo fundamental, a que no se producía lo necesario para poder exportar.

Ya son varias las voces que pronostican, ante esa debacle de las exportaciones, la entrada de Cuba en una situación de autarquía. Es decir, cerrarse al mundo y tratar de producirlo todo en el interior del país. Y al final sería el cubano de a pie quien pagaría las consecuencias: más escaseces y consumo de mercancías, cuando las encuentre, de inferior calidad.

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