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Opinión

Cuba y Argentina: caminos comunes, pero fines opuestos

'Podría parecer económicamente lógico que el castrismo esté imitando la política de restricción monetaria de Javier Milei, reduciendo el déficit fiscal'.

La Habana
Javier Milei en un discurso.
Javier Milei en un discurso. AP

Aunque Cuba integra la izquierda internacional odiadora de Javier Milei, quienes la gobiernan, mientras critican a aquel, emulan la draconiana austeridad fiscal implantada por "el peluca" liberal, sin que, por supuesto, desde esa misma izquierda se critique lo que en la Isla se sucede y sufre.

Ambas naciones —Argentina y Cuba— lidian el toro de la inflación y, más allá del demagógico buenismo populista que multiplica a los pobres que dice proteger, gobierne quien gobierne, para controlar el crecimiento generalizado de los precios hay que tomar similares medidas monetarias.

Podría, entonces, parecer económicamente lógico que el castrismo esté imitando la política de restricción monetaria de Javier Milei, reduciendo el déficit fiscal de 2024 a casi la mitad de lo planificado, fundamentalmente, gracias a la "inejecución de gastos públicos".

Parecería, además, de doble rasero que quienes alaban el camino argentino para reducir la inflación, criticasen al castrismo por hacer lo mismo. Pero, aunque la reducción tajante del gasto público es la herramienta fundamental de ambos estados (y nadie serio discute su necesidad) esto se está aplicando en circunstancias muy distintas y, además, las contramedidas necesarias para aliviar el sufrimiento que causa la contracción brusca —shock— de la demanda estatal, difieren diametralmente entre ambos países.

La primera divergencia notable está en el peso del gasto público. En Argentina —famosa por sus políticos con compulsión enfermiza por la impresión monetaria— el gasto público representa el 40% del PIB, significando que por más que aminore el desembolso estatal, la parte dominante de gasto e inversión privada amortiguarán el necesario ajuste antiinflacionario dirigido desde la Casa Rosada.

En la socialista Cuba, sin embargo, el gasto público representa el 60% del PIB nacional, siendo casi todo lo demás puro consumo y poquísima inversión, lo que implica que el ajuste que ordenan desde el Palacio de la Revolución es socialmente más doloroso por la indefensión de una ciudadanía generalmente descapitalizada, que sobrevive sin ahorros ni inversión gracias al mayor y casi único activo del país, sus emigrantes.

Partiendo de un 89% de pobreza extrema, según documenta el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, y después de que la inflación haya devorado casi todo el poder adquisitivo de salarios y pensiones, el castrismo ejecuta este ajuste monetario sin permitir que a la vez se desarrolle un sector privado potente que amortigüe la contracción del expendio estatal. Muy al contrario, ha desplegado en paralelo políticas de reducción del gasto y de represión al incipiente sector privado.

Y mientras en Cuba el Gobierno, como buen socialista, ahoga el emprendimiento privado, en Argentina Milei pelea para que los socialistas de allá permitan desatar la economía, liberándola de incontables trabas burocráticas, marañas de impuestos y demás barreras con las que el peronismo plegó la empresa privada a sus intereses.

El "neoliberal" Milei, consciente del dolor que su política causaría a corto plazo, y siendo inevitable el ajuste, intenta compensarlo acelerando la inversión y el gasto privado, algo que según cifras recientes parece, tímidamente, estarse logrando.

Por su parte, el muy socialista Gobierno cubano, aun consciente de los padecimientos que causa el ajuste monetario, no solo no ha intentado aliviarlo, sino que lo ha empeorado levantando nuevas barreras, impuestos, costos e inseguridades adicionales al incipiente sector privado de la Isla, no por error de concepto económico, sino como mecanismo para mantener control y poder.

Otra diferencia sangrante entre ambos países está en que el drama que hoy enfrenta Argentina persiguiendo el equilibrio presupuestario no es solo para reducir la inflación, sino para que índices macroeconómicos saneados devuelvan credibilidad al país y, así, el acceso al crédito y la inversión nacional y foránea para lograr ser más productivos, que es la única manera de ser más ricos.

Pero, ¿para qué está el castrismo haciendo sufrir a los cubanos con sus recortes presupuestarios? Sí, la inflación van a reducirla ahora que, parece, decidieron ya nos les conviene, pero sin políticas que animen la producción y la competencia, y nada de eso hay. Este doloroso ajuste monetario no logrará que Cuba sea más atractiva para la inversión privada, ni el Gobierno más fiable de cara al endeudamiento internacional.

Sencillamente, en Cuba pasaremos de pobres con inflación a pobres con menos inflación. Una inmensa mayoría no tendrá dinero para gastar, mientras una diminuta minoría no tendrá en que gastarlo.

Ya hay potentes indicadores adelantados de producción y consumo anunciando un reverdecimiento de la economía argentina, incluso estando aún lejos el control de la inflación, lo que podría interpretarse como renovación de la confianza del mercado en aquel Gobierno procapitalista.

Por su parte, en la socialista Cuba, recientemente se reunió el Consejo de Ministros para anunciar el "aumento del enfrentamiento a las distorsiones de la economía". Es decir, más palo para el sector privado, mientras se presentaba como logro económico la reducción del déficit fiscal... más palo para el pueblo.

Lejos está el progreso cuando al Gobierno le interesa más su poder que el pueblo, y al pueblo parece conmoverle más la desgracia de un reguetonero que la miseria de sus hijos y ancianos.

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1 comentario

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Rafaela,esos dos sistemas no tienen comparacion,el socialismo cubano es totalmente inaplicable, es algo de locos eso si , con mucha propaganda...!