Un joven flaquísimo camina descalzo con su guitarra al hombro, poemas en la mano y tres o cuatro amigos por las afueras del ISA. La dictadura cubana entra en pánico. Apenas dio tiempo para que avanzara una cuadra más allá de la entrada de la escuela, cuando una patrulla y varios segurosos jóvenes se nos acercan para arrestar a Abel Lescay, el joven de la guitarra. La vez anterior que se lo llevaron, el 12 de julio, lo habían sacado por los pelos, desnudo, de su casa y encerrado en una prisión donde le dieron unos cuantos tonfazos para que dejara de protestar; otro tanto hacían con cualquier huésped. "Me están llevando. Me van a dar golpes", gritó Abel cuando un policía tiraba su guitarra a la tierra y otro lo introducía a la fuerza en la patrulla.
Por la mañana el músico había anunciado públicamente que iba a hacer un concierto a las 4:00pm en el ISA, donde estudia. Ya por la tarde sabíamos que el concierto había sido censurado porque, literalmente, le dijeron: "Tú eres un estudiante con una casusa abierta por el 11 de julio que, además, se manifiesta en contra de la Revolución".
"Vamos a echarla en la playa. Nos vemos en la entrada del ISA a la 4:30", escribió entonces el músico en su Facebook llamando a sus amigos. A las 4:15 ya estaba la patrulla con tres policías y su correspondiente seguroso espantando a todo el que quisiera acercarse. Algunos que venían, en efecto, temieron.
Por una salida trasera se escabulló Abel Lescay alcanzando la entrada principal del ISA mientras otra banda de segurosos, maestros, directivos, lo buscaban dentro de la escuela para impedirlo. Con el talante silvestre que dijimos y la mente puesta en los poemas, pasó por delante de la patrulla y lo seguimos. Éramos pocos. Otros nos acompañaban en la distancia. Al policía que lo arrestó le entregó unos versos que iba dejando por el camino: "Tú te escapas/pones un huevo en la arena y te ahogas en el mar./Nace al fin tu bebé/ y se ahoga en el mar".
Con el descontrol que ha demostrado la policía política, puede que le abran otra causa por eso. Últimamente no solo reprimen como si no hubiera mañana, sino que hacen el ridículo ilustrado en el presente caso, o cuando intervinieron aquella fiesta de un grupo de Facebook cuyos integrantes planeaban conocerse ese día, un grupo de memes. No es imposible que sepan cerca el final y anden dando las últimas patadas.
Las mentiras de la propaganda
La noche anterior al arresto, dedicaron unos minutos al caso de Abel Lescay en la peor emisión de propaganda oficialista de la televisión cubana, un programa llamado Con filo que solo piensa en tergiversar los hechos y en apoderarse del alma del espectador que todavía les cree.
Queriendo corromper la imagen etérea de poeta que corresponde a la mayor parte de la existencia de Abel Lescay, pasaron el vídeo donde aparece él insultando a la Policía con palabras censuradas (no sé por qué insistían en que el vídeo lo había publicado un amigo, cuando todos sabemos que lo tomó la Policía misma y lo sacó a la luz "El Guerrero cubano", la claria que alimenta la Seguridad del Estado en Youtube…).
El intento de menoscabar la imagen de Lescay, presentándolo como delincuente, fue el momento sutil de la emisión. Lo grosero, lo llanamente falaz, correspondió al instante en que citaron la publicación de Facebook que hizo Abel al salir de su juicio el pasado 26 de enero, donde escribió que, a su entender, "no se demostró ningún delito grave más que la ofensa a un policía de mi parte, algunas piedras aisladas a la farmacia y la agitación de unas banderitas".
Con ello se estaba refiriendo a su pecado (ofender a un policía), al caso de tres menores de 20 años que tiraron piedras a una farmacia, y al de un gay que está siendo acusado por llevar una bandera cubana simplemente. Lo escribió todo junto porque fue un juicio colectivo. La policía política, que redacta el guión de Con filo, lo sabe de memoria. Pero el objetivo de la propaganda no es informar o demostrar, sino confundir. Es así que el triste conductor, Michel Torres Corona, adjudica todas las faltas al estudiante del ISA: "Noten que este buen ciudadano no cree que le hayan probado un delito grave, salvo alguna que otra ofensa hacia algún policía y alguna que otra pequeña, diminuta piedrecita, arrojada contra una farmacia", dice con elemental ironía y luego procede a burlarse de los estudios del muchacho, como si estar desde los siete años aprendiendo piano, solfeo y teoría, fuera poca cosa.
Cuatro o cinco horas permaneció Abel en la estación de Siboney mientras sus amigos lo buscábamos por otra parte, despistados por la Policía. Por esta vez lo soltaron. El 24 de febrero (el azar hace arte) le hacen saber cuál será el rigor de un tribunal espurio. La Fiscalía le pide, por esa ofensa menor que cometió, siete años de cárcel. Dato que se cuidaron mucho de decir en Con filo.