Ahora que terminaron las Olimpiadas, y como dice el emblemático poema deportivo de Ernest Lawrence Thayer: "el polvo se ha elevado, y todo el mundo vio lo que ha ocurrido", resulta apropiado hacer un balance de la participación de los deportistas cubanos, marcada en muchos aspectos por la controversia. Desde que el castrismo se instauró en el poder, el deporte ha generado sentimientos encontrados, tanto dentro de los atletas como dentro de la población misma, más allá de la narrativa oficial.
El rasgo distintivo de la participación cubana fue su carácter multinacional, con 82 atletas participantes de los cuales 61 formaron parte de la delegación oficialista, y 21 compitieron bajo banderas de otros países, uno como parte del equipo Olímpico de Refugiados, para un sustancioso 34% del total. Todo un mosaico representativo de la crisis de identidad que ha generado el castrismo, caracterizada por el éxodo indiscriminado hacia cualquier región del planeta, en busca de las oportunidades que el régimen niega en la Isla. Esto sucede en todas las esferas de la vida nacional, pero estos Juegos Olímpicos se convirtieron en un escenario ideal para mostrarlo ante los ojos del mundo.
Por supuesto que en un tema como este no pueden faltar las estadísticas, donde también se manifiestan de forma palpable los contrastes entre los atletas verdaderamente libres, es decir, los que escogieron determinar por sí mismos sus carreras, y los sujetos a los dictados de un sistema que los utiliza como piezas de propaganda política.
Por primera vez en la historia de estas competiciones, tres atletas nacidos en un mismo país (Cuba) ganaron las medallas de oro, plata y bronce en una competición (triple salto) representando a tres países diferentes: España, Portugal e Italia. Por otra parte, la delegación exiliada, por llamarla de alguna forma, fue mucho más exitosa al ganar seis medallas (una de oro, tres de plata y dos de bronce), para un 28% de efectividad, mientras que la oficialista ganó ocho (dos de oro, una de plata y seis de bronce) para un 13% de efectividad.
Si todos los atletas hubiesen participado en conjunto, Cuba se hubiera ubicado en los lugares del 21 al 23 del medallero olímpico, mientras que oficialmente alcanzó el lugar 32, su peor actuación en 52 años (Munich 72). Este es el obvio resultado de una política sistemática de discriminación y represión contra quienes rehúsan plegarse a los dictados del régimen. La propaganda oficial, a modo de consuelo, enarbola las cinco medallas de oro consecutivas de Mijaín López, pero este logro deportivo se empaña con la catadura moral de un sujeto que responde con improperios a unos gritos de "Patria y Vida". Quien apesta es él, huele a podrido como la dictadura que defiende.
Pero si de cifras de ese tipo se trata, vale mencionar que el equipo femenino de basketball de Estados Unidos ha ganado ocho medallas de oro consecutivas, más complicado aun teniendo en cuenta que se trata de un deporte de conjunto donde no siempre se puede contar con las mismas jugadoras. O en el plano individual, Carl Lewis ostenta nueve medallas de oro de diez obtenidas, por solo mencionar dos casos.
Enarbolar una hazaña deportiva aislada de su contexto político represivo y criminal revive el viejo argumento de si se debe mezclar política con deporte, cuando todos sabemos que han viajado de la mano desde tiempos inmemoriales. No puedo regocijarme con el triunfo de Mijaín como no puedo regocijarme al ver El triunfo de la voluntad, el documental de propaganda nazista creada por Leni Riefenstahl sobre las Olimpiadas de Berlín en 1936, amén de sus valores técnicos y estéticos como filme. Es hora ya de echar a un lado las mojigaterías en ese sentido. Tal vez ese haya sido el punto de partida, el parteaguas que ha hecho devenir las Olimpiadas en estos aparatosos despliegues de poder político apoyados en la fastuosidad.
Esa es la mácula que pesa sobre el deporte hoy en día, el alejamiento de ese lema de "mente sana en cuerpo sano" para convertirse en un escenario de obtener victorias a toda costa y costo, incluso el de las libertades humanas, relegando a un segundo plano ese otro lema de "lo importante es competir". Es por ello que hace muchos años he dejado de ver las ceremonias de inauguración y clausura, tan plagadas de la fanfarria e idolatría que plagan al deporte en nuestros tiempos, a pesar de ser desde siempre un amante de todos los deportes. No obstante, al irrumpir los intereses políticos en el escenario olímpico, también dejan ver las fallas y grietas de los gobiernos que intentan utilizar el campo de juego para intereses ajenos a su esencia.
En mis años de preuniversitario tuve la oportunidad de acceder regularmente a ejemplares del periódico ESTO, autocalificado con toda justeza como "el mejor diario deportivo del mundo", que mi padre conseguía gracias a la generosidad de un amigo que trabajaba en la Embajada de México en La Habana. En las páginas de aquel monumental tabloide de 64 páginas, color sepia, podía leer sobre competiciones tan exóticas como el torneo de badminton de Nueva Zelandia, o el campeonato de curling en Canadá. Todo un tesoro en un país carente de información extranjera como la Cuba de los 70, que solo compartía con amigos exclusivos como Reynaldo Tuero, quien no me dejará mentir.
Hace poco viajé a México y busqué los estanquillos el periódico ESTO, casi medio siglo después de haberlo visto por primera vez. Me costó trabajo encontrarlo, pero al final di con él. Ha perdido ese color sepia que le daba un aire único de seriedad, para ceder paso a fotos gigantes multicolores. No llega ni a la mitad de sus páginas anteriores, y más allá de los resultados de la Liga Mexicana de futbol y beisbol, y algún que otro artículo sobre la NBA, el espectro de información no es ni remotamente comparable al anterior. Más que decepción, sentí tristeza. Lo leí un poco y ni siquiera me lo traje de vuelta a casa, para ensenárselo a mi hermano como pretendía al buscarlo.
Lo mismo me pasa con los Juegos Olímpicos, vi un poco de algunos eventos seleccionados con una mezcla de regocijo por los logros de los atletas cubanos que participaron por otras naciones, y tristeza por algunos que lo hicieron por Cuba bajo la égida del sistema, no en el caso particular de Mijaín López por obvias razones. Más que una metáfora, es una verdad evidente lo que asoma cuando vemos lo que ocurrió en estos juegos, una vez que se disipó el polvo de la politiquería y la propaganda. Quienes eligen la libertad tienen siempre más posibilidades que quienes siguen atados a designios ajenos a su bienestar como seres humanos. Ganó Cuba, y perdió el régimen.
Hola,muy buen artículo. Por favor pueden rectificar la cantidad de medallas y de paso el porcentaje de los cubanos que compitieron por otros países, aquí dice que son 6 medallas, 1 Oro,3 Platas y 2 Bronces. En realidad fueron 3 Bronces, Emmanuel Díaz Plá(Boxeo 92 kg- España).Javier Ibáñez Díaz (Boxeo 57 kg-Bulgaria) y Andy Díaz Hernández ( Triple Salto- Italia)... Wilfredo León Venero fue medallista de Plata en Voleibol con Polonia,pero al ser un deporte de conjunto quizás no lo hayan
contado...La fantástica imagen de ver a tres cubanos libres en el podio de París en Triple Salto ya se veía venir, en el Campeonato de Europa Indoor( Bajo techo) del 2021, Pedro Pablo Pichardo(Portugal) fue Oro y Alexis Copello( Azerbaiyán) Plata ...Este 2024 en el Campeonato de Europa (al aire libre)Jordan Díaz ( España) Oro con 18,18 m, la tercera mejor marca de la historia y Pedro Pablo Pichardo(Portugal) Plata. Estos fueron los avances de la magnífica película que vimos en París.Un cordial saludo.
Corrección: El boxeador cubano que representó a España se llama Emmanuel Reyes Plá y no Díaz Plá como pude anteriormente. Disculpen el error. Saludos.
Excelente artículo. Creo que esos tres atletas cubanos sobre el podio, no representando a Cuba, es la foto insiginia del fracaso del deporte oficialista en manos de la dictadura.
Estimado amigo: hay un pequeño error ahí (no es salto largo sino triple salto).
Enhorabuena.