"La historia es como una pirámide", teclea Sebastián en su iPhone X.
Está a punto de amanecer en Audubon Park. Toda la madrugada, como de costumbre, en Manhattan no han dejado de sonar las sirenas.
Es bello que New York sea un escándalo de bomberos, patrullas, ambulancias. Aullidos entrecortados por las turbinas de un avión que despega o aterriza en el aeropuerto La Guardia.
De fondo, desde su onceno piso escucha la respiración a vapor de algo que podrían ser chimeneas, industrias, fábricas. Sebastián ignora en qué parte. Al otro lado de los ríos, tal vez. Quién sabe si en otra ciudad, otro estado, otro escenario irreal.
Aunque diciembre ha entrado muy frío, a través de la ventana semiabierta él disfruta de esa banda sonora, de esa bruma.
Es excitante. Nadie en Manhattan la oye, está convencido. Solo a él ese rumor lo hace feliz, en medio de sus insomnios y los aburridos assignments de la universidad. Está vivo, aunque ni él mismo se lo crea. Pero va a demostrarlo. Por eso cierra la laptop de NYU y termina tecleando, como a escondidas del mundo, en su iPhone X.
Sebastián, asomado a un recodo de la ciudad extraña que ya nadie llama Audubon Park. Sebastián, envuelto en un edredón de plumas muy caro, regalo de Mónica por su cumpleaños. Sebastián, arropado por el ruido amorfo de la magnífica noche norteamericana.
Acaba de cumplir veintidós años y es tiempo de cambiar al planeta allá afuera. En definitiva, ahora él vive allí. No en una isla, sino en un planeta. Cuba bien puede esperar por él otros veintidós años.
"La base de esa pirámide es ancha, pesada, aplastante", teclea en su aplicación de iA Writer, considerando cuidadosamente cada letra, cada coma, cada espacio. Sin prisa, sin equivocarse. Detesta releer. "Y es en esa base donde habitan el pueblo, las multitudes miméticas de cada época, la masa".
Ayer ha sido su cumpleaños. Viernes, día diez. Ahora, según se adentra en el fin de semana, su felicidad de recién nacido tiene un toque de tristeza desvelada. Pensar, piensa Sebastián, es un acto de profunda soledad humana.
"En la cúspide de la pirámide brilla la palabra del líder", continúa tecleando. "Incandescente, intempestiva, irresponsable" y un gruñido tibio echado a sus pies le interrumpe esta última idea. Iba a escribir "inercial".
Willielovi se está despertando. Pronto pedirá que lo baje, por muy chilly que esté allá afuera el barrio. Su Westie tiene que hacer lo que siempre hace: aromatizar de urea el art-decó de Audubon Park, desde la escalinata que baja al río Hudson hasta los muros tan cinematográficos del cementerio Trinity Church.
"Palabra hecha historia", teclea y sus dedos se detienen a mitad del gesto de cerrar iA Write. Siente que aún le falta una línea. Y quisiera redondearla antes de salir de la aplicación.
Willielovi se reacomoda patas arriba sobre su estera. No exigirá sus derechos hasta que no inunden el cuarto los primeros rayos de sol.
En invierno, amanece bastante tarde en New York. Pero Sebastián también quiere estirarse. Ya va siendo hora. Tiene un millón de cosas que hacer y prefiere empezar el día temprano. Además, lo inspira la belleza de esperar el día respirando con Willielovi bajo los arces de Riverside Drive.
"Historia hecha poesía", teclea por fin. Y con un swipe lento, teatral, como de director de orquesta agradecido, le pone punto final a otra entrada.
Algo saldrá de ahí, piensa. Un tratado filosófico sobre la noche, para que no sea leído por ninguno de los cubanos. Una novela sobre el siglo XX de Mónica, esa era antediluviana que Sebastián no conoció. O simplemente un diario de apuntes para acompañarse a sí mismo, recortería de recuerdos en futuro, como una brújula de vida desde hoy y hasta que el siglo XXI le alcance.
Orlando Luis Pardo Lazo nació en La Habana en 1971. Sus libros más recientes son Espantado de todo me refugio en Trump (Hypermedia, Miami, 2019). Uber Cuba (Hypermedia, Miami, 2021) y Diario de Saint Orlando Louis. 59 poemas de desamor y una canción esperanzada (Editorial Casa Vacía, Richmond, 2022). Este fragmento pertenece a la novela autobiográfica New Jersey desaparece.