Mi padre nos llevaba a ver películas de samuráis
al cine Acapulco.
Kurosawa.
A la entrada del cine
al comprar boletos
dos adultos, dos menores
la taquillera repartía cuatro bolsitas
chocolatinas de menta en colores —residuo capitalista.
Mi madre a veces dejaba la taza del baño
llena de sangre.
Pero era la regla.
Mi primer encuentro visceral con
sangre y
vísceras
fue en el Acapulco.
Toshirō Mifune iracundo
en la oscuridad de la
sala.
En la noche fílmica
la sangre sale negra de las heridas.
Azabache.
Por la boca
los oídos
chorros de petróleo.
La esencia de bushidō es morir.
Mi padre a veces nos sacaba sangre a golpes
arremetía a la manera de
aniquilarnos
sus manos hermosas
griegas
dos sortijas
una masónica
otra, el aro de matrimonio.
Cuando murió no guardé nada.
Las sortijas las eché a la basura.
Todo lo que quise fue olvidarlo.
Pero la sangre la limpio todos los días.
Rosie Inguanzo nació en La Habana, en 1966. Escritora, actriz, performer, puede vérsele caracterizando a su alter ego, Eslinda Cifuentes, en las performances que realiza junto al violinista y compositor Alfredo Triff. Ha publicado la novela La Habana sentimental (Bokeh, Leiden, 2018), y los libros de poesía Deseo de donde se era (Nos y Otros Editores, Madrid, 2001), La vida de la vida (Hypermedia, South Carolina, 2018) y Baladas crueles (Ediciones Furtivas, Miami, 2023).