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Crítica

Un triunfo sin gloria y una novela sin desperdicio

La novela de Antonio Álvarez Gil narra 'la decepción de los soldados con sus jefes mambises, ese lado de la historia de Cuba que la versión oficial se ha empeñado en mantener más o menos silenciado'.

Madrid
Antonio Álvarez Gil.
Antonio Álvarez Gil. El Plural

Entre los escritores de la llamada Segunda Generación republicana en Cuba, la de los nacidos hacia la década de 1880, está Carlos Loveira, autor de dos novelas de tesis, Generales y doctores y Los inmorales, en las que refleja la injerencia norteamericana, mucho después de la segunda intervención de EEUU, pero igualmente presente, en particular en la economía (siempre esos asesores), el politiqueo nacional y la corrupción frente a la cada vez más marcada diferencia de clases y el descontento, dos décadas después del fin de la presencia de España en la Isla. Se trata de esos generales y doctores que, de buenas a primeras, aparecieron en la joven República y se hicieron cómodamente con el control del país.

Ha pasado un siglo desde Los inmorales y Generales y doctores, y aparece una novela que no tiene desperdicio, Triunfo sin gloria, del escritor cubano-sueco Antonio Álvarez Gil (Melena del Sur, 1947).

El paisaje histórico es el de los años finales de España en Cuba, entre Weyler y el general Blanco y la ocupación norteamericana de los cuatro años siguientes, hasta que se produce el "traspaso", hay elecciones y se iza, por primera vez en las instituciones libres, la bandera cubana.

La historia transcurre en los campos entre La Habana y Matanzas, zona donde operó Manuel García, "El Rey de los campos de Cuba". Y, a propósito del personaje, cito a Ciro Bianchi: "José Martí rechazó los 8.000 pesos que le ofreció para la guerra porque eran fruto de un secuestro, pero no le negó el derecho a combatir por la independencia de Cuba. Dirá Martí a Máximo Gómez: 'Manuel García, en carta triste y sumisa, espera órdenes'. Y el propio Gómez escribe a Francisco Carrillo, jefe de la Revolución en Las Villas: 'Cuente con Manuel García'".

El protagonista de Triunfo sin gloria encuentra en la banda de Manuel García su oportunidad de "hacer algo" por su tierra y por su gente y, patriota genuino, terminará combatiendo en las filas cubanas hasta la firma del tratado de paz entre España y EEUU, y en el que Cuba no participó, conocido como Tratado de París, por el que España renuncia a todo derecho de soberanía y propiedad sobre Cuba. Y menciono este detalle porque aquí comienza la decepción de los cubanos patriotas que se preguntan para qué han luchado; los jefes "juegan en un tablero de ajedrez" y los soldados "solo somos peones", tal como comentan los personajes de Triunfo sin gloria.

Y este es el triunfo de esta novela: narrar la decepción de los soldados con sus jefes mambises, ese lado de la historia de Cuba que la versión oficial de la Isla se ha empeñado en mantener más o menos silenciado, porque los mambises, especialmente los jefes, patriotas inmaculados, no pueden ser manchados con defectos de los seres humanos.

Pero Tony Álvarez cuenta la historia desde la perspectiva de los guajiros, la gente de campo que sufrió la reconcentración —ese horror que a los historiadores cuesta inscribir como el primer holocausto contemporáneo—, combatió, perdió familia, tierra y hasta la vida, convencidos absolutamente de que era más importante ver a Cuba libre que todo lo demás. Leonardo Quintana, el protagonista, herido una y otra vez, nos conduce por mil peripecias, por esos horrores. Es partícipe, no solo de conspiraciones, escaramuzas y enfrentamientos, machete en mano, contra el poder colonial, sino de lo que viene a continuación desde su génesis: esos "doctores" que están a la espera, que desayunan como príncipes cuando los reconcentrados se caen muertos de hambre, literalmente, en las calles de San Juan, el pueblecito donde se enmarca la mayor parte de la historia, y que, llegado el momento, aparecen con sus inmaculados trajes de dril cien, en las instituciones, desde el Ayuntamiento hasta el Senado de la nación, olvidándose, de paso, de los Leonardo Quintana, a quienes le niegan ayuda, una vez en sus sillones y sus despachos.

Pero, a pesar de todo, Leonardo Quintana no pierde la fe ni la voluntad de luchar por su presente y por su futuro, convencido de que "la patria es de todos", aquella frase vibrante de José Martí de la que muy oportunamente se valieron esos generales y doctores de Loveira y de Tony Álvarez.

Una novela valiente y bien narrada (y bellamente editada por Ediciones Huso), que pone el foco en la intrahistoria y deja fuera a los grandes héroes en sus pedestales, para contar las desgracias del cubanito de a pie, el que, en definitiva, siempre ha puesto el alma y la sangre, mientras en los despachos se ha vivido, hasta hoy, mejor que el Rey de los campos de Cuba.


Antonio Álvarez Gil, Triunfo sin gloria (Ediciones Huso, Madrid, 2023)

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