Un aire de otros tiempos lo mecía, brisa temprana más que aura tardía. La presencia era imponente, porte regio, apariencia leve y maciza al mismo tiempo. La mirada siempre pícara y aguda registraba cualquier gesto en torno suyo.
La palabra se extendía, generosa, en el corro de amigos y amistades, nunca cohibida de salir al encuentro de opiniones y atajarlas con un dejo de ironía. Si bien las emociones lo colmaban, exhibía una calma fortuita, como de ojo de tormenta. Sus preguntas no buscaban respuestas, sino réplicas. Sus llamadas irrumpían en mi estudio con un dejo de frescura, campanadas de ondas tintineantes que mudaban la tristeza en una alegre placidez antigua.
Su risa era un torrente. Graves cascabeles corrían en busca de compinches, atrapaban al oyente en su caída, dejaban cosquilleo en el espíritu: tremendismo con gracia que perturba. Todo él una muestra de épocas de antaño do no se propugnan quejas ni se acusa con crudeza. Cultivaba el arte del espejo en el cual te miras y absorbes el reflejo. Juventud longeva. Su nombre convocaba a las vocales con alas solariegas.
(Para y por Aurelio)
Nivia Montenegro recuerda al compositor y amigo Aurelio de la Vega, en el primer aniversario de su fallecimiento.
Nivia Montenegro nació en 1950 en Cojímar. Enseña en Pomona College, California. Es autora y colaboradora en ediciones críticas de autores cubanos como Reinaldo Arenas y Guillermo Cabrera Infante. Su poemario, Mi música en otra parte, apareció en 2001.