Oyó, vez postrera, sus últimos cuartetos, se
propuso oír todo el
tiempo desde un
ángulo intelectual,
dejó las notas correr,
alcanzó la ausencia
de sentimiento, seco,
seco, la música se
detuvo antes de
caer en ideas y
sentimentalismos.
Autor desconocido, inventiva temática,
entretenimiento, vio
en su grandeza todo
el entramado de sus
subterfugios, aluviones
de habilidad, método
correcto matemático.
A fin de cuentas en los últimos momentos hay
que apagar, hacerlo
a tiempo, se nos
rayan los ojos (el iris)
la esclerótica: ciegos
a medias creemos oír,
se dice que el oído es
el último sentido que
se pierde.
Nada de tramas, etapas: pasó de alarife a quinto
o sexto violín, sentado
al fondo (su inclinación
es la correcta) mano
derecha la silla crujía,
el almidón de su camisa
de chorreras interfería
con una que otra cuerda,
guardó la plomada, el
instrumental de trabajo
del albéitar: hizo de
flechero en altas torres,
perfecta puntería, capaz
de dar en el blanco donde
desapareciera el blanco,
un paso atrás, cayó de
espaldas, tiró de sus
cabellos para evitar
el abismo, consiguió
extender el brazo
izquierdo, apagar la
luz, morir un sábado
en su cama con las
sábanas heredadas
(hilo de Cuba).
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió en 2013 el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Para celebrar sus 80 años, Ediciones Rialta publicó un volumen de sus ensayos, Cartas de Hallandale (Querétaro, 2020), la edición bilingüe de su poemario Carece de causa (traducción al inglés de Peter Boyle, Querétaro, 2020) y una entrevista de Gerardo Fernández Fe: José Kozer. tajante y definitivo (Querétaro, 2020). Este poema pertenece a un libro inédito.