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Poesía

De 'A mi hijo se lo llevó un dingo'

'Cuando le dije al dingo que era un carnívoro escurridizo y wizard, me expuso las reglas fundamentales para robar de golpe una carroña ajena'

La Habana
Dingo.
Dingo. Ambientum

 

Es muy común que me acueste a leer en el piso frente al ventanal por donde entran y salen los gatos frozen y pencos. Estoy muy acostumbrado a la sombra de los gatos frozen, gatos pencos que se esfuman por las hojas del libro. Sujeto el libro bocarriba cuando siento una presencia nueva por el rabo del ojo izquierdo. Nunca dudé que fuera el dingo. El dingo que jamás se deslizará por el rectángulo entre las dos persianas. El dingo que cada verano vive al acecho en el cemento del patio. Hasta ahora, si el dingo se tira en el cemento áspero, los gatos frozen y pencos viven en las hojas del libro por detrás de mi cabeza. Los gatos frozen y pencos odian al dingo escurridizo y wizard. Cuando le dije al dingo que era un carnívoro escurridizo y wizard, me expuso las reglas fundamentales para robar de golpe una carroña ajena, mordida primero por otro dingo:

 

 

—Siempre que sea la carroña de índole doméstica, doy el golpe cuando el rostro de la carroña ha sido totalmente mutilado. Las pocas veces que he mordido limpio en algún tipo de cadáver doméstico me entra un no sé qué. Morder la condición doméstica con las facciones sanas me recuerda, entre muchísimas otras cosas, el pedigrí de los perros australianos que no están en mi camada, o a los perros asiáticos llegando por tierra húmeda hasta Australia. Esa última imagen me destruye. La de morder de primero en la condición doméstica, digo, no lo relativo a un perro australiano o asiático. Hace poco, desgarrando unos huesos, me vino la imagen de tus gatos: primero estaba la imagen sola de tus gatos, luego aparecí yo en escena, y al rato apareciste tú. Fue una complicidad adorable. La representación, digo. Me jacté de parir semejante escena de afecto bajo una de las normas básicas de mi alimentación.

 


Larry J. González nació en Los Palos, Mayabaque, en 1976. Ha publicado los libros de poemas La novela inconclusa de Bob Kippenberger (Unión, La Habana, 2011), Osos (2013),  Me fui a sembrar tomates donde los agrestes ofrecían semillas de ophrys fusca (Selvi Ediciones, Valencia, 2020) y LT (Casa Vacía, Richmond, 2022), al cual pertenece este texto.

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