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Poesía

Susana y los viejos

'Los maestros antiguos van quedándose ciegos/ pero nunca se apagan./ Pintan como si no encontraran pincel entre los trastes,/ esparcen con los dedos el color'

Madrid
'Susana y los viejos' de Tintoretto.
'Susana y los viejos' de Tintoretto. Kunthistorische Museum

 

El agua hasta los muslos de Susana
no es clara y transparente,
no corre entre raíces,
no platea.
Es verde,
de ese tono chillón que tanto la ha esperado.
El agua devora los muslos de Susana
como el verdín devora las rocas y los troncos.
Están llenos de eczemas, por los alrededores,
los palos y las piedras.
Liquen, musgo, verdín. Todo aterciopelado
en terciopelo ácido, lleno de dientecitos.
El cuerpo de Susana entra a un agua piraña.
Es joven ese cuerpo. Joven como lo fueron
los viejos tras los árboles,
cuando los árboles apenas tenían ramas.
Rosada y joven, Susana es deglutida
por el verde empozado.
La gloria de pintar es pintar carne.
Carnaciones, no sinoples ni azures,
no cielos o celajes.
Carne rosa que tenga, por debajo, su azul.
La gloria de pintar es pintar carne
con sangre circulándole.
Susana es esa carne hasta los muslos.
El resto, verde preparado por un aprendiz
que se aparta para dejar a Susana entera a su maestro.
Los maestros antiguos espían a Susana.
Alcanzan a ver de ella una mancha rosada
encima de una mancha verde,
perciben a Susana como un Rothko.
Los maestros antiguos van quedándose ciegos
pero nunca se apagan.
Pintan como si no encontraran pincel entre los trastes,
esparcen con los dedos el color,
embadurnan, meten pan con sus dedos
en la boca que aguarda.
La gloria de pintar es hundir los dedos
en carne soflamada por sangre que circula.
Anillar en la sangre cada dedo, trasladar
el color de una boca a otra boca,
trasegar vino de una boca a otra,
esparcir con los labios,
frotar y refregar.
El verde chillón toca la vulva de Susana,
entrecruza sus ondas con los labios
mayores y menores,
como enredan sus pétalos las flores en un vaso.
Los maestros procuran un pezón en la mancha rosada,
toquetean los troncos que se descascaran,
tararean fragmentos del himno que es el cuerpo
en su completa desnudez.
Susana dentro del agua. Entre los árboles,
la luz de oro del canto de esos viejos,
maestros antiguos escandalosamente enardecidos,
abejorreantes del polen que se cierra,
idos de la cabeza y de los dedos,
pero entonando el himno de gloria de la pintura,
de la belleza manifiesta en todo su poder.

 


Antonio José Ponte nació en Matanzas, en 1964. Poeta, narrador y ensayista. Este poema apareció originalmente en Letras Libres y se publica con autorización del autor.

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