Bajo las nubes corren sus suelos.
"Un chispazo de coz", dicen algunos de su origen,
"Un terrón caído de las uñas torcidas y mugrientas del aura",
dicen los otros.
Hay peces de aguas saladas y peces peleadores
con sus velos de joya, el mejor de los broches
para estos anegados: la sangre aguada de las reyertas
por el buen arroz que alguna vez dieron
y que acaso todavía darían.
Hay ciertas mañanas en que se repite, exacta,
la escala luminosa de los follajes
y esa repetición es el milagro. Lo único. La belleza.
Quien la ve sabe que imagina. Sabe que pasa con sus ojos
por el borde de lo imposible, y azora un poco la mirada,
azora el pensamiento —de vuelta pronto a su día común de hombre común—
para poder seguir viéndola.
Es, como se dice a menudo, una naturaleza de bestias mansas
y en cada criatura y cada objeto aguarda un poco de sombra.
Existe desde siempre y pasa por ordinario
pero su certeza comenzó con aquellos de la estampida,
con los fugados, los escabullidos,
los que dejaron indicados con su marcha —para incrédulos como nosotros—
este lugar y esta forma del mundo.
Alessandra Molina nació en La Habana en 1968. Sus últimos libro de poemas publicados son Otras maneras de lo sin hueso (Leykam Verlag, Graz, 2008) y Algodón del sueño, cuchillo de los zapatos (Rialta Ediciones, Querétaro, México, 2017). Rialta Ediciones acaba de publicar su Poesía reunida.