Hablo solo. Todos me abandonaron.
Mis amigos se dieron a la fuga, o murieron.
Mi familia se escondió.
Mi amante (tal vez más valerosa) se mudó en busca de trabajo.
Colegas envidiosos la espalda me ofrecieron cuando vieron que hablaba por los codos.
El vecino que saluda por la cerca se va para Montana.
La gente en el mercado ya no me reconoce (la máscara que llevo impide que me vean).
En Facebook exigen que me calle (al gordo borrachín le di un infarto: me acusa de exhibir mis opiniones).
La otra allá en Missouri me ha gritado: ¡qué atrevido!
Aquellos camaradas del antaño ahora trafican en silencio.
De Cuba dejaron de pedirme —dinero, medicina, hasta zapatos.
Hablo solo desnudo hasta en la ducha, en la cama, en el trabajo.
Hablo con el espejo, con el techo, hablo con las paredes.
Y hablo también bajito, no sea que me oigan, o que el eco me responda y meta miedo.
Me dicen, qué locura, que ando loco.
Hablo conmigo mismo y por si acaso grabo lamentaciones para protegerme.
Pero estoy perdiendo el tiempo en escucharme y por eso escribo cuando no hablo.
Pronto, si me dan permiso, dejaré de hablarme ya.
Claremont, 11 de octubre 2020
Enrico Mario Santí nació en Santiago de Cuba en 1950. Junto a una extensa obra ensayística, ha publicado las más fiables ediciones anotadas o críticas de Octavio Paz, Guillermo Cabrera Infante, Pablo Neruda y Fernando Ortiz. Recogió sus poemas en Son peregrino (La Torre de Papel, Miami, 1995).
