¡Soy yo, Ansioso! ¿No oyes tú
las olas de mis sentidos batiéndote los tuyos?
Mis pálidos sentimientos se elevan, suben
dándole vueltas a tu rostro. ¿No ves tú
que aquí está mi alma, y que muy cerca de ti
envuelta está en un manto de silencio?
O bien, atiende mi rezo, lozano como el mes de mayo,
maduro bajo tu mirada, como en rama.
Si tú eres el soñador, yo soy tu sueño.
Si seguir despierto debes, yo soy tu voluntad
y seré el poder supremo de tu gloria, con curvas como estrellas
y quieto, montado en esta insólita aldea del tiempo.
Se trata del décimo noveno poema del Libro de la vida monacal (Das Buch von monschichen Leben) de Rainer Maria Rilke (Praga, 1875-Val-Mont, Suiza, 1926), primer libro de Das Studen-Buch (1899), que muestra la influencia de su estancia en Rusia entre 1899 y 1900 en compañía de la legendaria Lou-Andreas Salomé. En estos poemas, o rezos, Rilke asume la voz de un monje en diálogo con Dios.
Como mi alemán no da para tanto, me he valido de la excelente traducción al inglés de Susan Ranson (Camden House, 2008). No conozco la versión al castellano de Federico Bermúdez-Cañete (Hiperión, 2005). Me llama la atención que nuestro Emilio Ballagas, atento lector de Rilke, incluyese un soneto en Cielo en rehenes ("De como Dios disfraza su ternura") que hace eco, y yo diría hasta mejora, este texto.