"¿Qué es el mundo, oh, soldados?
Soy yo:
Yo, esta incesante nieve,
Este cielo norteño,
Soldados, esta soledad
Por la que atravesamos
Yo."
'What is the world, O soldiers?
It is I:
I, this incessant snow,
This northern sky;
Soldiers, this solitude
Through which we go
Is I.'
Walter de la Mare (Charlton, Kent, 1873-Twickenham, 1956). Lo que en Gran Bretaña habría podido parecer un seudónimo literario, era su verdadero nombre, de ascendencia francesa y hugonote. Extravagante, imaginativo y virtuoso de la métrica, gracias a estas virtudes pudo escribir poemas para niños y entró en las antologías escolares, que han abusado de incluirlo y terminaron estropeándole su suerte entre los lectores. Su poesía, sin embargo, es mucho más que esas lecturas obligatorias.
Publicó también narrativa, fantástica y de prosa muy elaborada, y una de sus novelas, Memorias de una enana (Siruela, Madrid, 2002), es considerada una obra maestra.
Fue amigo de G. K. Chesterton y de Thomas Hardy. H. P. Lovecraft elogió su trabajo en El horror sobrenatural en la literatura. Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares creyeron necesario avisar, desde el prólogo a la Antología de la literatura fantástica, que no habían incluido allí pieza suya, ni tampoco de E. T. A. Hoffmann, Sheridan Le Fanu, Ambrose Bierce y M. R. James.
Eliseo Diego tradujo un puñado de sus poemas en Conversación con los difuntos y afirmó que el tema central que obsesionaba a Walter de la Mare era la vulnerabilidad de la inocencia.
El Napoleón de este poema breve es, por supuesto, el de la campaña de Rusia.