En Raychel Carrión confluyen muchas energías: la del artista visual, la del cubano embravecido por su país, la del emigrante que vive en un pueblo medieval en las montañas de Teruel, España, y la energía de la denuncia a través del arte.
Carrión se graduó de Bellas Artes por el Instituto Superior de Arte (ISA) en el año 2011. Paralelamente, cursó la Cátedra Arte de Conducta de Tania Bruguera.
¿Qué le debes a una y otra etapa formativa?
A los años del ISA, primero, la gente. La gente me interesa desde el punto de vista de la empatía. Hicimos ahí una comunidad riquísima. Tenemos muchos cuentos de todo lo que armábamos ahí. Además, como espacio de trabajo también en común, la idea de estar interactuando con otros artistas, de conocer también artistas laureados, de empezar a ir a galerías. Fue importantísimo estar conversando a nivel personal con ellos. Preguntarme cosas, empezar a desarrollar algo para mostrarle al mundo. Lo de la cátedra fue crucial en mi vida. Primero, por nuestra condición de cubanos de estar todo el tiempo con un aprendizaje a golpe de catálogos. Ver a los artistas que uno admira, que de pronto estén ahí contigo físicamente, aprendiendo en los talleres... Hubo muchísimo trabajo. La cosa más importante que hice ahí es la obra que yo tengo como cumbre, que fue Fallas de origen.
¿Quieres decir que la consideras la obra cumbre de tu carrera?
Fallas de origen nació en la cátedra de la manera más espontánea. En diciembre del año anterior yo había hecho otro performance, pensando que iba a ser más potente porque fue el 2, día de las FAR. Estuve allí tres horas, pasé frente a la Tribuna y no pasó absolutamente nada. Fueron tres horas haciendo cámara lenta, una cosa tremenda en lo físico. Entonces volví al año siguiente, y lo hice el 1 de mayo. Y ahí fue donde se formó todo. Fueron solamente 16 minutos con 50 segundos. Vino la Seguridad del Estado. Fue la obra que me dio pie a toda la serie de dibujos que empecé a hacer después. De fondo, siempre está la marcha. A partir de ahí empecé a pensar y a escribir y a elaborar. Y eso es una cosa de un valor incalculable.
En tu página web, explicas que tu obra "cuestiona la normalización de la historiografía manipulada por el papel que juega el culto al líder". ¿Por qué este interés?
El tema de la marcha, de la idea de la temporalidad, de los tiempos, de que podemos ir juntos pero cada cual con su propio tiempo individual. Además, proponer también otra manera de decir dentro de lo que es esa dictadura, otra forma de pensar. Quiero decir que hay una diferencia y que también, desde luego, disiento profundamente de lo que está pasando en Cuba. El tema del culto al líder es porque me interesa sobre manera la crítica a la militancia política. Creo que es profundamente deshumanizante, si hablas desde la ideología, porque te pierdes mucho lo humano. De ahí que no se mire a Latinoamérica ni que se mire a Cuba. Y los que están todo el tiempo hablando de justicia social, que es algo importantísimo y hay que seguirlo haciendo, es una justicia social selectiva. La justicia social no solamente abarca todos aquellos que están bajo la opresión del neoliberalismo y el capitalismo salvaje.
¿Te refieres a la idea romántica sobre Cuba que tienen algunos?
No lo quieren ver y saben que está ahí. Algunos por ignorancia, muchos por estupidez. Estoy cansado de la romantización. De hecho, últimamente mi esposa me ha dicho que tengo que relajarme, porque estoy un poco más agresivo, cansado ya de que vengan con el mismo discurso comprado de la dictadura. Es básico que está mal hacerle daño a otras personas. No puede ser que por la ideología no puedas hablar de eso, como tantos intelectuales en el mundo. No solamente existe la idea del espectáculo horroroso como puede ser la guerra de Gaza o Ucrania. Lo de Cuba está a la luz. Estoy muy alterado por eso, y es lo que está también de fondo en toda la obra que he desarrollado. Mi libro Lenta hemorragia retrata los sucesos, interpretados a través de simbolismo y de mitología greco romana. Hay muchísimas cosas ahí dentro, pero de fondo está la idea de la empatía hacia el dolor de los demás. Ahí está el statement de la empatía, por la diferencia y no tanto por la similitud. Es una apuesta también a la generosidad como ampliación del campo poético más allá de la solidaridad.
Revisando tus perfiles en las redes sociales se puede ver que, sin dudas, tu arte es muy militante. ¿Te definirías a ti mismo como un activista?
Por momentos, pero soy un poco indómito; incluso en los grupos sociales donde yo me movía en Cuba, entraba y salía. A mí me interesa entrar y salir. Me llaman y voy y participo, porque hay una cosa que es superior, que tiene que ver con la ética, el bien, que son cosas que para mí no necesitan ser demostradas. La serie Sin mandíbula tiene que ver justamente con la idea de la falta, no por no poder expresarse desde el punto de vista de un individuo que está siendo reprimido; me refiero a la libertad de expresión en abstracto, filosóficamente hablando.
Llevas 12 años viviendo en España. Aun así casi toda tu obra sigue estando atravesada por el tema Cuba. ¿Por qué?
Cuando empecé a preguntarme por el tema de la empatía, de lo humano, me metí en Cuba. Eso tiene que ver con la teología negativa, presentar un mundo ominoso para, a partir de ahí, ver qué luz podemos encontrar y qué podemos hacer con eso. Por eso siempre hay mucha violencia y lo visceral. Empecé a ver las imágenes, las cosas que iban saliendo de ahí y me explotó la cabeza directamente. Empecé a publicar un post casi cada tres días, que al final terminaron en 138 dibujos de pequeño formato. Fue tremendo porque muchas veces me encontraba con lágrimas afuera mientras iba dibujando. Estoy luchando para que no se se cree un monstruo dentro de mí.
¿El dolor tiene que ver con la realidad el país?
Estoy demasiado dolido, además, después de la muerte de mis padres. Se me fueron y no los vi por temor a ir, porque estoy en lista negra. Y porque en 2022 me mandaron aquí, a Albarracín (Teruel), dos perros. Supuestamente eran un matrimonio, profesores de Arquitectura que cayeron aquí de pronto. Esteban y Ada, no se me olvidan. El tipo traía dos botellas de ron, yo me pongo a hablar con él y el lenguaje que empleaba... uno sabe quiénes son los perros de la dictadura. La manera de hablar, de decirte la desgracia que vive el pueblo. Uno los ve caminando y ya uno sabe. Luego me enteré de que estaban por ahí averiguando, preguntando por mí. Además, tengo dos niños. Tenía literalmente miedo a perderme a mi familia. Cuando el 11J estuve a punto de irme, pero bueno, al final no sucedió.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Estoy preparando una exposición para Chicago, que tiene que ver con la serie Extenso, que son paisajes de carreteras. Incluye elementos simbólicos que tienen que ver con la fatalidad, el destino. Lo que hago es colocar objetos y voy poniendo simbología. Estoy haciendo una continuidad de la expo que tuve en Barcelona, estoy ejecutando las últimas dos piezas, siempre en dibujo. Empecé, al mismo tiempo, otra serie de autorretratos, como una metáfora de la empatía. Quiero hacer unas performances con el tema de las minorías, donde voy a incluir el baile. Estoy escribiendo algunas piezas para hacer la performance, todo con el baile y darle unos tintes de humor para ponerle un poco de pimienta al asunto. Me interesa habitar el dolor, atravesarlo ahí, tener ese cuchillo oxidado que cada vez que te mueves te dice "vas a morirte", y por eso tienes que seguir haciendo arte.
Muchos éxitos a Raychel Carrión.