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Obituario

Isabel Moreno: un aplauso más para una excelente actriz

Actriz de teatro y de cine, popularmente conocida por su papel en 'La Bella del Alhambra', falleció ayer en Miami.

La Habana
Isabel Moreno, 1988.
Isabel Moreno, 1988. Tablas

Quienes la vieron en la escena del bosque, imaginada por Berta Martínez como eje de su montaje memorable a partir de Bodas de sangre, atesoran ese recuerdo como un momento excepcional. En 1970, ya Isabel Moreno cumplía una década de haberse integrado a Teatro Estudio, el grupo más importante de la escena cubana en su momento, y con el personaje de La Novia demostró que esa década de fogueo y aprendizaje le habían otorgado una indudable madurez. Pero no era solo eso, ella era una actriz de brillo propio, de talento que se expresaba con paso firme, y que hacía saber, a los espectadores, que podía aportar algo más. Ese "extra" raro e indefinible a veces que no se limita al dominio de la técnica, a la buena dicción, o a una presencia hermosa. Ella era poseedora de algo más, y supo confirmarlo a su paso no solo por un escenario como ese, donde cada función era una suerte de examen, sino también en otros medios.

Nacida en enero de 1942, la joven Isabel Moreno llegó al teatro en 1961, de la mano de Juan Ramón Amán, descubridor, entre otros talentos, de Susana Alonso y de Pancho García. Para entrar de lleno en el mundo de la interpretación, debió abandonar su puesto de secretaria en la firma Crusellas, y comenzar un proceso de aprendizaje que la llevó por diversas experiencias. Amán le pidió que asumiera, a último minuto, un papel en su montaje de La taza de café, la breve pieza de Rolando Ferrer. Y así debutó aquella muchacha de belleza indudable, y para la cual ningún desafío parecía invencible. Tras recibir un curso de Pantomima y Expresión Corporal se integró al núcleo que luego se reconocería como Teatro Musical de La Habana, pero eligió ser actriz dramática, y pasó luego por Guernica, el Conjunto Dramático Nacional y la Rueda.

Adela Escartín, Modesto Centeno, Rolando Ferrer, Gilda Hernández, son varios nombres que la guiaron y confiaron en ella durante ese periodo. Es ella quien interpreta, por vez primera, el rol de La Santiaguera en el estreno mundial de Réquiem por Yarini, el clásico escrito por Carlos Felipe, en 1965, al lado de Asseneh Rodríguez, Eduardo Moure y Helmo Hernández. Aparece en Arlequín, servidor de dos patrones, en Casa de muñecas, en los recordados Entremeses japoneses que dirigió Ferrer. Ya había incursionado en el cine (Soy Cuba, El bautizo) pero en 1968 aprovecha su aparición rápida en Lucía para distinguirse en el conjunto de actrices que Humberto Solás mostró en el primer segmento de ese filme, que evoca la Cuba de fines del XIX y estuvo centralizado por Raquel Revuelta. Junto a ella, y su hermano Vicente Revuelta, Isabel Moreno decide quedarse en el teatro, renunciando a una oferta de la televisión, y allí desarrollaría al máximo sus aptitudes, hasta que al fin, a mediados de los 80, volvieran a reclamarla desde ese medio.

En Teatro Estudio tuvo la fortuna de encontrar directores de valía, y compañeros de reparto con los que anudó amistades y empatía escénica. Tuvo que pasar allí los duros años de la parametración, cuando se impusieron aquellos recitales poéticos de intención didáctica, esperando la llegada de mejores momentos. Berta Martínez le confió papeles en Don Gil de las calzas verdes, y en su libérrima primera versión de Bernarda, a partir de la célebre pieza de Lorca, concebida a manera de experimentación. Y cuando bajaron esas aguas, fue la Novia de Bodas de sangre, junto a Adolfo Llauradó, en un espectáculo que deslumbró por donde quiera que pasara, incluyendo numerosos teatros de Europa y América Latina. Fue también Adela, en el segundo acercamiento de Berta Martínez a La casa de Bernarda Alba. Su repertorio incluye piezas dirigidas por Vicente Revuelta (El perro del hortelano), Armando Suárez del Villar (El becerro de oro), José Milián (¿Y quién va a tomar café?) y Abelardo Estorino (Morir del cuento).

Con esas y otras interpretaciones, se hizo reconocible dentro de una compañía en la que también ganaban aplausos actrices reconocidas, como Miriam Learra, Ana Viña, Adria Santana, Mónica Guffanti, Hilda Oates, Herminia Sánchez, entre otras que fueron parte de Teatro Estudio. La década de los 80 les permitió crecerse en importantes papeles. Pero La Novia de Bodas… fue para Isabel Moreno, sin lugar a dudas, un punto de referencia en su trayectoria. Así se lo confesó a Leonardo Padura, en una larga y colorida entrevista que apareció en 1988, en la revista Tablas.

Con la telenovela La séptima familia llega a la pequeña pantalla, interpretando a una cubana de ese tiempo. La séptima familia rompió varios tabúes que la televisión cubana aún padecía, y ello contribuyó al éxito que se sostenía, además, en un sólido trabajo de sus intérpretes. El cine la recordó (desde 1973, con El extraño caso de Rachel K, no la reclamaba), y llegaron roles en Un hombre de éxito, Mujer transparente, y el cortometraje Solteronas al atardecer, donde actúa junto a Ana Viña y Verónica Lynn. Pero es su presencia, como La Mexicana, en La Bella del Alhambra, la que le garantiza un recuerdo aún mayor en la memoria de tantos espectadores.

Concebida como la rival de la protagonista Rachel (Beatriz Valdés), La Mexicana es una villana elegante y celosa de lo que ha ganado ante el público. Omara Portuondo bajó el tono de su voz inconfundible para grabar los números musicales que La Mexicana canta, y la actriz supo apropiarse de la versión del "Quiéreme mucho", de Gonzalo Roig, con la que aparece por primera vez en ese filme. El papel le permitió echar mano a su vis cómica, librarse del encasillamiento televisivo de madres y amas de casa, y vestirse y verse espléndidamente, gracias a la imaginación de Diana Fernández y Derubín Jácome. El filme de Enrique Pineda Barnet, estrenado en 1990, nos permite rememorarla en esos momentos de lujo y música, tanto como en la célebre bronca que su personaje y Rachel tienen, como clímax de sus celos y batallas tras los telones. Isabel, dueña también de anécdotas memorables que aún repiten sus colegas de Teatro Estudio, demostró que ningún papel, para ella, era pequeño. Como saben hacer las grandes actrices.

En la década del 90 todo cambió. Cambió Cuba, cambió el teatro cubano, la crisis y el exilio no dejaron de hacer estragos en nuestros escenarios. Isabel Moreno se marcha a Venezuela y ahí se reinventa como actriz de telenovelas. Sorteó papeles de villana y la caricatura que bordea al género, y se ganó el favor de otros públicos. Intervino en Cruz de madre, Cuando hay pasión, Pecado de amor, Amantes de luna llena, que le trajeron aplausos y reconocimientos. Pero a inicios de la siguiente década se radica en Miami, y sigue haciendo teatro y televisión, incluyendo en ese periodo su participación en Betty en NY, otra versión producida en EEUU de la célebre producción colombiana Betty la fea, cuyo original se debe a Fernando Gaitán. En teatro, se le pudo ver en espectáculos de Repertorio Español, Teatro Avante y el Hispanic Theater Guild.

Cuando pude saludarla, en el 2012, a la salida de una función presentada en la Universidad de Miami de la excelente puesta que Carlos Celdrán dirigió a partir de Aire frío, quise regalarle un elogio. "Los años han pasado para demostrarnos que La Bella del Alhambra eres tú", le dije. Y el elogio, a manera de chiste, que no quiere descalificar en absoluto el desempeño de Beatriz Valdés, era un regalo ante su talento, la belleza que aún conservaba y la permanencia del respeto que su nombre despertaba entre los actores y actrices noveles de aquella producción, llevada a esa ciudad como parte del festival que celebraba el centenario de Virgilio Piñera. Creo recordar que le gustó el piropo, al tiempo que hablaba maravillas de Beatriz, asombrada de que aún, a tantos años de su lejanía de Cuba, aquí la celebráramos y recordáramos como un mito de nuestros escenarios.

Acaba de fallecer, tras sufrir los efectos de una caída que fue el primer síntoma de un progresivo deterioro de su salud, y la noticia nos ha sorprendido. A quienes la vieron actuar, a quienes la reconocen en sus películas, a quienes la evocan a través de esas resonantes anécdotas suyas. Fue parte de una pequeña constelación de grandes actores y actrices, forjada por nombres esenciales del arte de la dirección teatral en Cuba, y ella encarnaba todo ese magisterio en cada una de sus apariciones. Podía ser dramática y ligera, trágica y seductora, aureolada por ese toque de brillantez que nunca dejó de ser suyo. Nombrarla en su despedida en evocar ese tiempo también mítico del teatro cubano, que poco a poco pierde a sus sobrevivientes. Un aplauso para ella, que seguirá deslumbrándonos en lo que podamos preservar de su imagen y su recuerdo. Como merece una actriz, una verdadera actriz. Una excelente y memorable actriz. 

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1 comentario

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En paz descanse. Relamente una excelente actriz.