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Televisión

'Calendario', un clímax del sentimentalismo oficial en la pequeña pantalla

'El gran acierto de esta serie ha sido, en todo caso, disimular los segundos objetivos propagandísticos.'

La Habana
El aula de la serie cubana 'Calendario'.
El aula de la serie cubana 'Calendario'. Juventud Rebelde

Acaba de terminar la popular serie de televisión Calendario, que empezó a televisarse en 2022, saliendo de la pandemia. Con el cierre de esta tercera temporada la ficción se despide de la realidad de la misma manera en la que quiso llegar a nuestros corazones: lacrimosamente.

¿Es atrevida Calendario?

Calendario sería la clásica ficción seriada de adolescentes en su entorno estudiantil que corresponde a una nueva generación de cubanos. Periódicamente aquí se produce una ficción que quiere ser fresca, romper obstáculos, conectar con la realidad que cuenta, pero también aleccionarnos (Algo más que soñar, Fuera de juego, etc.) según el ideal oficialista. Esta entrega de "serie juvenil" cumple con todos estos requisitos. Aparentemente, se notan las primeras virtudes de actualidad y desenfado. 

A Calendario se le elogia por atrevida, por romper clichés y por acercarse a la vida y, en efecto esto ocurre, pero solo en comparación con su contexto, que son las producciones cubanas: pudimos ver en la pantalla a protagonistas que viven en casas sin pintar y no en habitaciones de rentas acomodadas para el rodaje, a personajes que no visten con ropa siempre nueva y distinta, que no comen en restaurantes cuando quieren, incluso a algunos que sienten la angustia de la pobreza y acuden a los recursos de muchos cubanos como son el negocio e incluso el jineterismo o el robo. Aunque desde luego, este pathos no fue generalizado, en Calendario pudimos ser un poco pobres y un poco desdichados por las circunstancias económicas y sociales y por eso se le elogia.

Pero el hecho del que el esquema haya cambiado de máscara, no desvirtúa su índole. El gran acierto de esta serie ha sido, en todo caso, disimular los segundos objetivos propagandísticos. Consiguiendo matices en los personajes, complejidades, sutileza, la serie corresponde fielmente al lema pioneril que es hoy consigna del oficialismo: "A Cuba ponle corazón".

Escasos ya de delirios de grandeza o raptos de la voluntad, la continuidad en el poder no ha tenido más remedio que acudir a su más débil contenido para defenderse: el patetismo. El sentimentalismo que durante años ha sido una de las máscaras de aquellos cómplices del poder, conduce la performance de los propagandistas hoy y es en la serie obligación primerísima: una maestra que no pudo evitar ser absolutamente virtuosa habla como si recitara siempre un mal poema (y a veces hasta condesciende a ello) y toma muy a pecho su labor, que es la constante intromisión en la vida de los demás para arreglarles el camino en dirección del "amor" y lo correcto.

Los momentos finales de la serie son buen ejemplo de la tergiversación que ocurre: se intenta reflejar la tragedia contemporánea de Cuba, que es la emigración, mediante una larga yuxtaposición de escenas entre el personaje que emigra y los que se quedan. El primero forma parte de una minoría cuyos móviles han sido siempre egoístas o subyugados (abandonan el verdadero amor, abandonan al hijo pequeño, tienen poco corazón que ponerle a Cuba). Los que se quedan, se enternecen bucólicamente en una finca que supuestamente administra un hombre pobre, pero que luce como un ranchón-restaurante, con bellos paisajes, cultivos muy arreglados y ¡la principal diversión!: la pesca de la claria.

Mientras el joven que emigra se vuelve loco con un helado, sus condiscípulos han pagado un taxi carísimo para hacer una fiesta en el ranchón y la maestra se prepara para pescar clarias. Todos los alumnos han cogido carreras universitarias y celebran a la buena maestra, ejemplo del sistema de educación que los ha hecho mejores, con un concierto sorpresa. Previsiblemente terminan coreando la canción de un heredero de la mala trova que ha venido a decirles lo profundo que es quedarse en Cuba.

La dosis de realismo, elogiada por el público en la serie, corresponde al joven que se va solo y a la despedida de su madre. Esa es la escena que la gente hace suya. Pero Calendario, en verdad, se trata de la otra cara: de la irrealidad que solicita el sentimentalismo oficial para sobrevivir. La ceguera voluntaria de quien necesita la candidez para engañarse y engañarnos, es "Antes que el corazón puesto en Cuba, la mentira". ¿Qué finca bucólica/pobre es esa? ¿Qué taxi? ¿Qué maestra? ¿Qué estudiantes? ¿Qué carreras y qué claria?  Nada de eso existe en la Cuba a la que fingen "encorazonar" y en verdad obliteran.

Los jóvenes cubanos, los componentes de esa aula que aparece en Calendario, han tenido en la vida real una idea fija: escapar. Los realizadores de Calendario lo saben bien, porque desde la primera temporada de la serie han debido reemplazar el elenco de jóvenes actores por esas pérdidas. En la conferencia de prensa del inicio de esta tercera temporada, el propio guionista de la serie confesó que tuvo que rehacer el guion debido a la caída de personajes por la ausencia de los actores que los representaban.

Los actores ni esperan a explotar en Cuba la oportunidad de haber pertenecido a un producto de éxito. Se van con desesperación. Una publicación reciente computa en 13 las ausencias de esa serie. Cuando el sábado pasado subió al escenario del cine Yara a todo el equipo de realización en el evento de fin de temporada, casi ninguno de los actores que encarnan a los estudiantes de la serie estaba, y esa es la realidad.

La propaganda oficial ensaya en estos días una candidez obtusa, ferozmente ciega, que no puede mirar a la pobreza o el atropello del poder ni soporta estadísticas. La vemos desafiante en un bodrio publicitario llamado Con Filo, con sus consignas declamadas y su gestualidad que apunta al "corazón"; la vemos en los tuits del presidente y en ficciones como Calendario. El país que fingen defender es una fantasía, el país real es ignorado. El "corazón" que ellos quieren puesto en Cuba no podría latir sin el engaño. 

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2 comentarios

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Primero que nada el daño antropológico es terrible,el cubano perdió el gen de la rebeldía.Se ha exacerbado la supervivencia a cualquier costo.Ya el patrón familiar apenas existe.La prostitución,pinguerismo o jineterismo es visto como un trabajo honesto,lo mismo que el robo.Los verdeolivos han logrado lo que España trató con la autonomía tardía: eliminarenos como nación.Los uniformados van más allá,tienen un plan de exterminio para vender la patria a los mayores postores ...

Nada nuevo bajo el sol cubano. Alli se vive en un mundo ficticio-macondiano. No hay interes ninguno en coger el toro por los cuernos y afrontar el rotundo fracaso que ha sido la maldita robolucion cubana.