Una exhibición defraudada se comprueba en el Museo de Bellas Artes por estos días. A pesar de los esfuerzos triunfalistas de las palabras introductorias, se nota que constituye el testimonio de un fracaso: el importante arquitecto francés "amigo de Cuba" Jean Nouvel, junto a Mia Hägg y Pedro Dariel Rodríguez, había proyectado allá por el 2015 tres edificios en favor de La Habana. Dos de ellos muy cerca del Museo, en un derrumbe de la calle Morro convertido en parqueo, el otro cerca de la Plaza de la Revolución.
Los primeros serían complejos habitacionales, encargo de Eusebio Leal, que de manera orgánica se integrarían a la desmejorada calle. "La estructura habitacional que se proyectó es la de una plaza cerrada que se abre a un laberinto lateral para cualificar los ambientes derivados del juego entre el inside y el outside", dicen en la introducción. En la primera pancarta que nos acoge, se muestra el diseño básico de ambos edificios: uno con forma de estrella y otro con forma de cometa, bajo el rótulo de "Conceptualización, un ícono para La Habana", y en la sección inferior, la realidad de la calle bajo el rótulo de "Problemática".
El segundo proyecto se anunció con mucho entusiasmo en su momento y se calculó que su realización duraría dos años en un antiguo garaje del barrio de La Timba, cerca de la Plaza de la Revolución. Frisando el año 2017, se dijo, el Museo de Bellas Artes tendría allí un nuevo almacén con todas las de la ley para acoger las obras que languidecen mal ubicadas por falta de condiciones en sus bodegas.
El tiempo ha pasado y la realidad se ha impuesto. Invencible, el deterioro de la ciudad sigue afirmándose en la calle Morro, sin rastros de cometas ni de estrellas, y La Timba sigue siendo La Timba.
El reconocido arquitecto francés, ganador en 2008 del Premio Pritzker (considerado como el Premio Nobel de la arquitectura), participó en la Bienal de La Habana en 2006 y se enternecía con la ciudad diciendo que había logrado "petrificar los momentos en la historia". Habría que preguntarle si la ciudad cuya inmovilidad tanto admiraba, no le parece ahora un reloj en retroceso, o cómo se siente ser derrotado por una ruina.
Nouvel no quería tampoco que su arte fuera una cuestión de museos si no de cosa viva. Irónicamente, las bodegas, que también quiso corregir, probablemente empeoradas, esperan ansiosas para engullir sus pancartas. La "problemática" sobrevive.
Han llamado la exhibición La Habana sueña realidades. Deberían explicarle al pueblo qué pasó con el presupuesto de esos proyectos. La exposición estará abierta al público hasta el 5 de mayo.