Buena Vista Social Club llegó este miércoles al escenario de Broadway en una obra que mezcla música y danza para narrar la historia de esta agrupación cubana. Para el crítico Robert Hofler, la producción inspirada en la banda marca el punto más alto de la danza en el teatro musical de Estados Unidos este año.
Hofler publicó su reseña del estreno en el sitio especializado The Wrap, donde destacó que los muchos bailes creados para el nuevo musical "estallan en una reacción química donde el ballet, lo afrocubano, lo contemporáneo y una variedad de bailes sociales se mezclan y chocan entre sí".
Basado en el álbum de 1996 del mismo título, Buena Vista Social Club "se estrenó como una gloriosa explosión en el Teatro Linda Gross de The Atlantic", añadió.
El autor hizo énfasis en la labor de los coreógrafos Patricia Delgado y Justin Peck, quienes "básicamente hacen su magia con solo seis bailarines".
El crítico señaló que Buena Vista Social Club no es un espectáculo de baile ni es un musical de rocola, a pesar de que aproximadamente la mitad de las 15 canciones del musical provienen del álbum original (las otras canciones son del cancionero extendido de la propia agrupación).
Marco Ramírez cuenta la historia de la realización del álbum en La Habana, que fue una especie de reunión para varios cantantes y músicos que tocaron juntos por primera vez cuatro décadas antes, en 1956.
"La coreografía de Delgado y Peck a menudo ayuda a unir esos dos períodos de tiempo radicalmente diferentes: 1996, cuando una Cuba empobrecida seguía sufriendo el colapso de la Unión Soviética y el bloqueo de Estados Unidos, y 1956, cuando un país mucho más próspero estaba al borde de la revolución", añadió el crítico.
En la historia de Ramírez, basada libremente en los hechos, no aparece sin embargo el productor oficial del álbum, el guitarrista estadounidense Ry Cooder.
Para Hofler, la historia de Ramírez tiene matices de Ma Rainey's Black Bottom y A Star Is Born sin el fácil artificio de un asesinato o un suicidio para aumentar la narrativa, pero con una gran dosis de Dreamgirls en la mezcla.
"Nunca he estado en La Habana, pero ver esta producción me proporcionó no solo un telescopio a ese lugar, sino al pasado. La atención a los detalles históricos aquí evita la ostentación habitual del teatro musical para favorecer lo que parece ser real", dijo.
El espectáculo está dirigido por Saheem Al. El reparto internacional incluye a Renesito Avich (Eliades Ochoa); Natalie Belcon y Kenya Browne (Omara Portuondo, adulta y joven); Julio Monge y Jared Machado (Compay Segundo, adulto y joven); y Mel Semé y Olly Sholotan (Ibrahim Ferrer, adulto y joven).
También interpretan a músicos del ensemble Skizzo Arnedillo, Angélica Beliard, Danaya Esperanza; Carlos Sánchez Falú, Héctor Juan Maisonet, Ilda Mason, Marielys Molina y Leonardo Reyna, a quienes se suma Luis Vega en el papel del líder de la banda Juan de Marcos.
En un comunicado reciente el director artístico Neil Pepe y el director ejecutivo Jeffory Lawson, de la Compañía de Teatro Atlantic, señalaron que este proyecto no solo celebra la música y cultura cubana, también subraya la importancia de la perseverancia y la pasión en el arte.
Me imagino que este es otro bodrio edulcorado y simplón de la visión que tienen los nortamericanos románticos y desfasados que pululan en el mundo zurdo de la izquierda americana, de la Cuba de los „negros y mulatos que todo el tiempo bailan salsa: ´Oh, the Cubans are very nice people´“
Una puesta en escena --que siempre es una recreación de la realidad--, de un musical --que le añade más subjetividad para adaptar cantos y bailes a una trama--, es lo que dice este crítico Hofler que le permitió conocer La Habana, donde nunca ha estado. Y no es que una quiera ver en un musical la realidad de los cubanos tal cual es porque no es muy agradable, es que no se debería escribir tanta tontera.