Después de la urbanización de El Vedado, el Malecón fue el grito de modernidad más claro que emitió La Habana en su intensa evolución urbana del siglo XX. Puede decirse que El Vedado le sirvió de antecedente en lo que respecta a la concepción de un espacio regular, amplio y de circulación expedita, radicalmente distinto de lo que hasta entonces había identificado la ciudad. Diseñado posteriormente, el Malecón fue su perfecto sombrero a juego. Pero su alcance fue más allá, cuando también supo coronar y complementar con excelencia el borde marítimo de los barrios de Centro Habana y La Habana Vieja, por donde inició al arrancar el siglo XX.
Nombrado inicialmente Avenida del Golfo, pretendía transformar el borde costero norte de la capital, en lo que entonces era el tramo de mayor consolidación urbanística. Con ello ofrecía a la ciudad una nueva fachada desde el mar, vía principal por la cual se accedía a La Habana. El diente de perro y el contorno irregular de la costa serían sustituidos por un balcón continuo de hormigón, junto al cual transcurría una high way. El proyecto norteamericano implicaba además arbolado y luminaria sobre el muro, elementos que se desecharon rápidamente.
La moderna avenida de tres a cinco carriles por sentido y amplias aceras a ambos lados llegó a conectar de manera rápida y fluida distintos barrios de la capital desde el centro histórico, pero se hizo por tramos. Inició en la punta oeste de la entrada de la bahía, donde está la fortaleza de La Punta e inicia el Paseo del Prado. Entre 1901 y 1902, se hizo la primera parte que llegó hasta la calle Crespo. En 1919 alcanzó la calle Belascoaín y en 1927, la calle Infanta. Entonces se detuvo el avance hacia el oeste y, entre 1927 y 1930, se construyó el tramo correspondiente a la avenida del Puerto, entre el castillo del San Salvador de La Punta y la Aduana. Aunque tuvo nombre propio, este tramo formó parte del mismo proyecto y como tal persiguió los mismos objetivos de comunicación vial, reforma y embellecimiento del borde costero.
En 1930 se retomó donde se había dejado en el oeste y el Malecón llegó hasta la Avenida Paseo en 1950. Finalmente en 1958, se terminó el extremo oeste de la vía, junto a la desembocadura del río Almendares, enlazando con la entrada del túnel de Calzada.
Para unificar el trazado de la costa a lo largo de su curso, se alinearon y rellenaron importantes áreas del borde marítimo. Todo ello puede observarse si se compara el plano actual con uno anterior al siglo XX. Se verá, por ejemplo, lo irregular que era el área inmediata a la caleta de San Lázaro, donde estratégicamente el Gobierno español había situado un torreón y una batería. La caleta desapareció con las obras de relleno y el torreón dejó de estar al filo del mar.
Lo mismo sucedió con los castillos de La Punta y La Fuerza, hoy inscritos en dos explanadas. El espacio comprendido entre ellos conllevó una de las obras de relleno más grandes de la costa capitalina. 111.000 metros cuadrados fueron ganados al mar en este tramo. Resulta importante subrayar que, además de la imagen renovada que ofrecía este paseo marítimo y de sus facilidades de comunicación vehicular todavía hoy apreciadas, el Malecón fue una de las obras pioneras en el uso extensivo del hormigón armado en La Habana.
A inicios del siglo XX este era un material muy nuevo, a nivel mundial su desarrollo durante el siglo anterior había sido lento e inestable debido a la gran variabilidad de la calidad del material. En Cuba comenzó a emplearse en 1870, destacando en las obras del Canal de Vento, de los ferrocarriles del Oeste y de la Bahía, y en la modernización de la batería de Santa Clara; y tuvo su primera fábrica en 1895, primera también de Iberoamérica. Por lo cual el uso del cemento como material fundamental del Malecón habanero, fue también un aspecto que le confirió notable modernidad.
La última modificación importante de la costa que motivó esta vía fue en su extremo final junto a la desembocadura del río, que quedó más cerrada. Si se observa un plano anterior se verá que los terrenos ocupados por el antiguo Vedado Tennis Club (hoy Círculo Social José Antonio Echeverría) y la manzana donde se ubican las torres de la residencia universitaria de la calle 12, pertenecían al mar. De hecho, la pequeña cala que se adentra hasta la calle 16 formaba parte de la boca del Almendares.
Como parte de la reforma del litoral que implicaba el Malecón habanero se crearon varios parques y áreas deportivas que sacaron gran provecho de su cercanía al mar, incorporando grandes espacios de ocio al aire libre junto a urbanizaciones muy compactas. El primero de ellos fue el parque Antonio Maceo (1916), en Centro Habana; que aún representa un sitio de esparcimiento importante para la comunidad vecina, óptimo si gozara del debido mantenimiento y vigilancia.
Luego se hizo la línea de seis parques que completan el tramo de la Avenida del Puerto, junto a La Habana Vieja, que incluyen el parque Máximo Gómez (1936) donde se adentra el túnel de la bahía. Aprovechando las manzanas irregulares que crean el encuentro de las calles Línea y 19 con Malecón, se hizo el parque La Piragua, junto al cual está el parque monumento a las víctimas del Maine (1925).
Finalmente, a la altura de la Avenida G, se hicieron el parque Calixto García (1957-1959) y el parque deportivo José Martí (1960), testigo de la maestría con que entonces se empleaba el hormigón armado en vistosas cubiertas laminares. Muy dañado por el salitre y el abandono, este año se ha iniciado un proceso de restauración de ese parque que esperemos lo recupere para bien de la comunidad y como joya del patrimonio moderno habanero. Por su parte, el desplazamiento del monumento a Calixto García ha despojado de su esencia al parque, que por demás no ha ganado un nuevo diseño relevante.
En su momento, la construcción del Malecón revalorizó notablemente todos los terrenos aledaños a la costa, por lo que fue habitual que junto a él se construyeran importantes edificios de vivienda, hoteles, clubes, etc. Incluso la embajada de EEUU, antes situada en un lugar preferencial como la Plaza de Armas, se hizo construir un edificio moderno en pleno Malecón, a la altura de la calle M.
El Malecón fue una obra iniciada durante la primera intervención norteamericana y continuada por todos los presidentes cubanos hasta Batista. Una significativa inversión urbana cuya continuidad garantizó la efectividad del proyecto y la vista que hoy define el tramo más distinguido del litoral capitalino. Su uso popular le conecta profundamente con la vida del habanero, por lo que visual y socialmente se ha convertido en un distintivo de la ciudad junto a otros íconos urbanos más añejos.
Se hablaba de que continuara hasta La Concha, tremenda inversión que sólo quedó, como tantas otras, en neblinas. Tal vez pronto se retorne al proyecto.