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Arquitectura

Arquitectura efímera pero eterna

El ejemplo más famoso es la parisina Torre Eiffel, pero en Cuba se han construido también obras efímeras que han sobrevivido.

Madrid
Bar La Abadía, en Malecón, La Habana.
Bar La Abadía, en Malecón, La Habana. Trip Advisor

No todo lo que se construye tiene el objetivo de perdurar. Algunas estructuras se diseñan con un carácter temporal, lo que no quiere decir que necesariamente sean ligeras. Pabellones expositivos, elementos conmemorativos y facilidades temporales destinadas a albergues, almacenes, talleres y otros servicios se han construido en todo el mundo y a lo largo de la historia con los mismos materiales de la arquitectura tradicional. Lo que define realmente la diferencia es que la efímera está programada para durar por un tiempo específico y relativamente corto que puede ser de pocos días, meses o años.

No obstante, a veces permanece. Tal vez el ejemplo más paradigmático sea la Torre Eiffel, construida para la Exposición Internacional de París de 1889. Entre la discordia y la fascinación esta gran obra de ingeniería ha perdurado hasta hoy como el símbolo más reconocible de la ciudad de París y como un ícono para el mundo. En 1895, su mensaje de progreso hizo que en Cuba se hiciera una réplica en madera de 28 metros de altura, con motivo de la inauguración del alumbrado eléctrico en Santa Clara. Fue erigida en la Plaza Mayor, donde permaneció algunas semanas.

En Cuba se han construido otras obras efímeras que, por diferentes azares, sí han sobrevivido. Tal vez el ejemplo más inadvertido sean las viviendas de madera de finales del siglo XIX e inicios del XX, que todavía existen en varios repartos modernos de la capital como El Vedado o La Víbora. Aunque en su momento se levantaron como una solución temporal conveniente, lo normado era que debían ser reemplazadas por obras de fábrica. Así estaba dispuesto en las Ordenanzas de construcción para la ciudad de la Habana y pueblos de su término municipal, de 1861, vigentes hasta 1963.

Por la consolidada tradición de arquitectura en madera que tiene la Isla, no muchos conocen el carácter transitorio que debían tener estas viviendas construidas en plena Habana. Por fortuna esta vez la omisión de la ley ha dejado un interesante patrimonio vernáculo armoniosamente imbricado en el tejido de la urbe, que merece ser preservado por su singularidad y valor de testimonio. Por su edad y material empleado, constituye uno de los tipos constructivos más vulnerables, por lo que requiere urgente atención.

Otras obras efímeras de frecuente construcción en casi toda la Isla desde el siglo XIX hasta la década de 1950, fueron los arcos de triunfo, estructuras conmemorativas recuperadas por el neoclasicismo como herencia de la antigua Roma, donde se erigían para celebrar un triunfo militar. En Santiago de Cuba, por ejemplo, el Círculo Español construyó en 1878 un arco de triunfo entre las actuales calles Santo Tomás y Aguilera, en homenaje a Arsenio Martínez Campos por la firma del Pacto del Zanjón. También se dice que casi dos décadas después se erigió otro en las capitalinas calles de Monte y Águila en honor a Valeriano Weyler.

Por otra parte, se conoce que en los inicios de las Parrandas de Remedios, en la década de 1870, se construían arcos de triunfo como parte de la celebración. Pero los más famosos en el contexto nacional fueron los construidos por el aniversario de la República e inaugurados cada año el 20 de mayo. Se hicieron en muchas ciudades del país y eran financiados por las asociaciones de obreros, comerciales e industriales y por partidos políticos, cuyos nombres solían aparecer en la obra. Hojeando las revistas de la época aparecen muchas fotografías de estos arcos de triunfo situados en espacios céntricos y calles concurridas, ambientando la celebración nacional más importante de entonces.

De todos permaneció uno, el de la Plaza Mayor de Cienfuegos, construido en 1902 por iniciativa del Club Patriótico La Cubanita y con apoyo de la Asociación de Albañiles y del gremio de estibadores. Este Arco de los Obreros, uno de los primeros dedicados a la República, con los años reforzó su significado de compromiso social convirtiéndose en un símbolo para la ciudad y en un espacio de manifestación.

Otras estructuras efímeras habituales han sido los pabellones de ferias y exposiciones. Con la instauración de la República hubo un marcado interés por mostrar los avances industriales y económicos del país y se organizaron varias exposiciones nacionales. Tres de ellas fueron celebradas en la Quinta de los Molinos de La Habana, en 1911, 1912 y 1914. Las revistas del momento también ilustran la belleza y variedad de pabellones construidos en este jardín por las distintas industrias y oficinas del gobierno.

De ellos sobrevivió solo uno. Fue edificado en 1911 por los alumnos de la Escuela de Artes y Oficios según el diseño realizado por su director Fernando Aguado. Este pabellón representaba a la Secretaría de Instrucción Pública, y su objetivo era exhibir el trabajo de las Escuelas Públicas y de la Escuela de Artes y Oficios. Para su época tenía una estilización lineal, donde destaca la geométrica decoración de su friso que bastante vaticinaba la estética del art déco. Dos altos pilares portabanderas, que ya no conserva, flanqueaban su acceso principal y le conferían mayor solemnidad.

Entre 2006 y 2011 fue restaurado por la Oficina del Historiador como parte de la rehabilitación de la Quinta de los Molinos. Sin embargo, permanece muy subutilizado.

De los años más recientes merece llamar la atención sobre una obra creada con carácter efímero pero que está por cumplir 20 años, lo que en buena medida se debe a la excelencia de su diseño. El bar-restaurante La Abadía (2004), es uno de los tantos aciertos del estudio privado de arquitectura Espacios, que con una estructura metálica ligera y cubierta de lona completó con tres bóvedas apuntadas un lote vacío de Malecón entre Campanario y Manrique. Así conformó con gran creatividad y mínima intervención una estructura moderna pero inspirada en el pasado, que con eficacia se inserta en la compacta medianería de las manzanas de Centro Habana. Ante el ritmo constante de las fachadas eclécticas, La Abadía marca por su diseño una parada de interés que contribuye a los fines comerciales del sitio. Apoyan la elegancia de sus grandes ojivas el diseño del mobiliario y de la tipografía.  

Actualmente se encuentra cerrado, como tantos otros sitios después de la pandemia. No obstante, ha ganado un lugar en la panorámica del frente marino habanero, que ojalá la haga eterna.

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1 comentario

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Buen articulo, como siempre, gracias