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Artes Plásticas

'Las pintoras siempre hemos quedado como la musa, no como la artista'

Claudia Figueredo vende sus obras desde los 16 años. La constancia y seguridad en sí misma han sido su mejor táctica. Tocar puertas, su estrategia.

La Habana
Claudia Figueredo.
Claudia Figueredo. Diario de Cuba

En el quinto piso de un edificio de micro brigadas, a pocos metros de la costa en Alamar, está el templo de Claudia Figueredo. Al entrar se escucha The Cramberries, Red Hot Chilli Pepper, Macaco, entre otras sonoridades que conforman un ambiente armónico junto a las imágenes psicodélicas en sus obras. 

A los 31 años, esta artista busca en su infancia, en la inocencia que se niega a perder; en los dibujos animados de Bolek y Lolek, El Castillo Ra Tim Bum y la magia de Miyasaki. Indaga en la naturaleza y, dentro de lo místico y espiritual, encuentra formas, texturas y colores. 

Para evitar las miradas de los vecinos y el bullicio, las puertas y ventanas permanecen cerradas. La luz natural entra a través de pequeñas hendijas. En la sala se concentra el aroma del café que prepara constantemente, mezclado con el de los cigarrillos apagados en un platito porta tazas con rastros de pintura.

"Cuando niña mi papá siempre me compraba muchos materiales de trabajo, bastante profesionales. No entendía lo que me estaba obsequiando. Después de adulta entendí más".

Esta joven es la hija menor del diseñador y pintor cubano Roberto Figueredo. De su infancia recuerda que iba al estudio de su padre a ordenarlo, como algo natural. Aquellas visitas fueron el nutriente para su futura vocación. 

"Todos los niños pintan, pero no todos los niños tienen el estudio del papá", reconoce. "En una etapa trabajé con él en algunos detalles minuciosos de sus cuadros, igual fui su aprendiz por aquel entonces. Más que su influencia directa de enseñarme técnicas, que lo hizo, fue la influencia de su obra como artista lo que me ha motivado. Genéticamente se lo debo, pues mi manera de ver las cosas no se desarrolló igual a la de una persona que no tiene la sensibilidad artística".

Llegada a la adolescencia, ya no pensaba ser periodista, veterinaria o estomatóloga, como alguna vez idealizó a los nueve años. A los trece ella sabía que la pintura era su camino y su mayor deseo era ser admitida la Academia de Bellas Artes de San Alejandro

Quienes aspiran a ingresar en esa academia deben someterse a varias pruebas para demostrar su talento y habilidades artísticas a un jurado. Para lograrlo, necesitan prepararse con profesores particulares, como cualquier estudiante que pretenda ingresar a la universidad. Por eso, una amiga de su madre les recomendó un profesor.

"Pero el profesor estaba muy lindo y mi mamá se dio cuenta que mis hormonas se removieron. En fin, me quedé con las ganas de estudiar en San Alejandro, pues ella dijo que no", rememora entre risas mientras exhala el humo de su cigarro. 

Al terminar la secundaria, pensó pedir plaza en un técnico medio relacionado con la electrónica y la telefonía, a falta de alternativas más atrayentes. Entonces, descubrió que la Academia de 23 y C, en el Vedado, podía ser una buena opción.

De las asignaturas impartidas, Dibujo era la que más le atraía. Pero su espíritu inquieto y rebelde hacía que se aburriera en aquella escuela. "Con esa edad me sentía artista y quería interactuar con otros artistas. 23 y C no era San Alejandro, estaba ahí porque no pude entrar a San Alejandro. Quería correr, saltar o volar antes de caminar". 

Prescindir de la academia no significó un obstáculo para formarse. Lo hizo de manera autodidacta y la interacción con artistas de generaciones mayores, que conoció en el Café Literario de 23 y G, le sirvió de guía. 

Desde los 16 años vende sus obras. La constancia y seguridad en sí misma han sido su mejor táctica. Tocar puertas, su estrategia. 

"Primeramente iba a galerías privadas y me promovía yo misma. Las redes sociales ahora mismo son la vía, pues como no hay turismo son más efectivas. Tampoco es que se venda tanto, pues sin turismo no hay mucho". Así describe su realidad, similar a la de sus compañeros, que en tiempos de pandemia han tenido que reinventarse ante el descenso de las ventas. 

La obra de Figueredo ha transitado por diferentes etapas y formas. Desde el autorretrato hasta el expresionismo, ha abordado diferentes temáticas relacionadas a la introspección del ser, la naturaleza y las luchas de la comunidad LGBTQ

"Parte de mi obra está muy asociada al tema del feminismo, me considero feminista. Me interesa expresar esto en mi trabajo porque creo que es muy importante en la actualidad. La mujer en el arte ha sido un tema complicado. Se conocen más pintores hombres que mujeres, pues las pintoras siempre hemos quedado como la musa y no como la artista. Necesitamos revolucionarlo y me interesa contribuir a este cambio necesario que poco a poco va dando buenos resultados a nivel general".

"Sueño, luego existo" es la frase que dio título a su exposición personal en 2017, realizada en la Galería-Taller Yo Soy el Que Soy, dirigida por el artista plástico Ítalo Expósito

"Ese mismo año participé en una expo colectiva en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) nombrada 'Tributo', por el día internacional de la mujer. Después hicimos otra colectiva en el Taller Comunitario José Martí, donde trabajo actualmente". 

Así rememora las contadas muestras que ha podido realizar, por los obstáculos que atraviesa una artista sin aval institucional que le permita acceder a galerías. En el presente, se encuentra inmersa en una serie que le ha dado como título "Viva la Vida". 

"Surgió después de la cuarentena. De una etapa donde el valor de la vida cambió. Representa una oda a la vida y también tiene mucha influencia metafísica. Anteriormente la mayoría de mis trabajos eran autorretratos; en este también los incluyo, pero agrego la utilización de espejos donde el espectador forma parte de la obra", explica. 

"Para mí, en esta serie el proceso creativo es un diálogo con la inspiración. Con eso que todo el mundo llama Dios y yo prefiero llamar Dios-Diosa. Es un viaje, una meditación. Normalmente, me siento a pintar y dejo que la mano divina del universo fluya a través de la mía".

Claudia Figueredo sueña con exponer en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) algún día. Mientras, ahorra cada material de trabajo como si fuera agua en el desierto. Busca ideas, corazones, almas que representar y crea, como fórmula para mantenerse viva.

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