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Opinión

A solas con el libro

'El mundo, con todos sus deberes y tentaciones, se ha quedado afuera para dejarnos a merced del libro, en una suerte de deliciosa y agobiadora trampa mortal.'

Nueva York
Una ilustración de 'Las mil y una noches'.
Una ilustración de 'Las mil y una noches'. Goodreads

El encierro que nos impone el Covid-19 nos fuerza a encontrarnos a solas con el libro, esa entidad de papeles impresos que, a muchos, nos rodea y nos impone una presencia avasalladora.

Los que vivimos en un ámbito de libros, signados por los libros, el aislamiento de esta pandemia constituye una inescapable rendición: el mundo, con todos sus deberes y tentaciones, se ha quedado afuera para dejarnos a merced del libro, en una suerte de deliciosa y agobiadora trampa mortal.

Vivo rodeado de libros. Admito que esta experiencia no es universal, pero basta a las tentaciones y exigencias de las estanterías que siempre, y ahora con más razón, me acusan de abandono y me prometen disciplina moral. Ahora estoy todo el tiempo al alcance de sus lomos acusadores y vertiginosos, aunque me salve y me dispense a ratos la justificación del ganapán.

El trabajo sirve para escudar cualquier pereza intelectual, pero no logra aliviarnos de la ceñuda imputación de los volúmenes alineados  que demandan lectura —o relectura—fervorosa. El tiempo de atender al reclamo de algunos, desatiende necesariamente el llamado de otros y no es difícil sentir la premura y el reproche de los que se van quedando a la zaga.

Me acechan los libros. Registran puntualmente mis actos de lealtad o de traición con que me les acerco o los evado. Están ahí, cómplices o acusadores impasibles de mi diario vivir. Me muevo entre ellos, libre al parecer, pero siempre fiscalizado por su omnipresencia. A veces son mansos y domésticos; otras, intratables y fieros; me exigen pleitesía o se me entregan con un amor que espera —y obtiene—, de mi parte, un regocijo absoluto y enternecedor.

En estos días de reclusión, he vuelto, por ejemplo, a Las mil y una noches; no a los adustos 17 volúmenes de Sir Richard F. Burton que me han acompañado por más de 20 años, sino a una edición menos pretenciosa, pero no menos digna, en español: tres gruesos tomos en letra menuda gracias a los cuales he logrado revivir mi primer encuentro con estos relatos árabes en la Cuba prerrevolucionaria de mi infancia y la singular experiencia de inmersión que siempre logran imponerle al lector.

La Semana Santa, que hemos pasado este año al margen de las celebraciones de la Iglesia, me llevó a leer, por cuarta vez, las Figuras de la Pasión del Señor, libro en el que Gabriel Miró recrea, con preciosismo inigualable, muchos de los caracteres que intervinieron, con diversos grados de protagonismo, en el arresto, juicio y ejecución de Jesús. Texto para ser leído en alta voz y que aspiro a compartir en algún momento, mediante grabación, con amigos e interesados.

Maravilla del libro, depositario minucioso de la peripecia humana, testigo de excepción, discreto hasta el momento en que lo sacamos del anaquel y nos asomamos a su "conocimiento", instante que funciona como el destape del tarro mágico en el que vive encerrado un genio portentoso que aguarda por su liberación.

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1 comentario

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Me encantaría escuchar en la paz de mi rancho cocalero de Cayo Piedras la grabación de las Figuras de la Pasión del Señor en la voz aterciopelada de este maravilloso acuarelista trinitario, mientras me doy unos pases. La lectura promete, sin dudas, "un recocijo absoluto y enternecedor".