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Opinión

En tiempos del coronavirus

'Pese a todos los adelantos alcanzados por nuestra especie, seguimos siendo vulnerables, cercados por la precariedad y víctimas de colectiva indefensión.'

Nueva York
Dos niños chinos con máscaras improvisadas en el aeropuerto de Pekín.
Dos niños chinos con máscaras improvisadas en el aeropuerto de Pekín. Getty Images

La amenaza de esta variedad de influenza, definida ya como pandemia global y que ha provocado el cierre de naciones enteras y la alarma desbocada de millones  de personas en todo el mundo, nos la trajeron como un regalo de año nuevo que ha venido a alterar las rutinas de nuestra vida y a poner en duda las seguridades que damos por sentadas.

Se trata de una simple variedad de gripe —dicen los que no quieren sonar alarmistas—, lo cual es cierto, pero una gripe con un índice de mortalidad varias veces mayor que sus congéneres. Si es cierto que el año pasado 34 millones de estadounidenses se vieron afectados por el llamado flu, de los cuales murieron unos 60.000 (aproximadamente un 0,2%), un mismo número de pacientes de coronavirus produciría más de un millón de muertes, lo cual sería una verdadera tragedia. De ahí la alarma del público y las autoridades.

Los gobiernos que, en las democracias, deben sus puestos a la ciudadanía, se esfuerzan por demostrar su preocupación con diversos grados de aciertos y torpezas. Italia parece hacer bien en declarar cerradas sus fronteras; la reacción de EEUU de cancelar todos los vuelos a Europa o desde Europa no parece tan lógica, aunque tal vez ayude a sosegar a un electorado que empezaba a cuestionar la seriedad de sus líderes frente a la epidemia.

La receta más apropiada —tal como sería en la Edad Media frente a otras plagas peores— es el aislamiento. Todo el que pueda, han dicho las autoridades, que se quede en su casa. Yo puedo, de hecho llevo más de 30 años trabajando en la casa, de ahí que me declare recluso y no vuelva a poner un pie en la calle hasta dentro de cuatro o seis semanas. Como padezco de una notable claustrofilia, el encierro no me impone ningún sacrificio, más bien es una justificación para dedicar mis ocios a la lectura o a armar rompecabezas. ¡Ojalá el aislamiento resulte creador!

Boccaccio encontró un pretexto en la peste negra que asoló Europa en 1348 para "inventar" el Decamerón, la historia fantástica de diez amigos que huyeron de Florencia en el pico de la plaga y, reclusos en una mansión rural durante dos semanas, cada uno de ellos contó diez historias. Los cien relatos pueden leerse aún como muestra de ingenio y picardía, así como de la voluntad de los seres humanos de reírse de su propia mortalidad. La peste negra era un poco más seria que el coronavirus: mató un tercio de la población europea.

Siglos después, Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, esa célebre novela de aventuras que ha deleitado a tantas generaciones en tantas lenguas, nos dejaba un registro de la plaga de 1665 (A Journal of the Plague Year) que él vivió siendo tan solo un niño muy pequeño y que contó como un relato con pretensiones realistas muchos años después. En pleno siglo XX, Albert Camus, encontraba en la desoladora epidemia un pretexto para su novela La Peste, que narra un brote de la plaga en la ciudad argelina de Orán, la cual en verdad no había vivido nada semejante desde 1849, mucho antes de que el escritor naciera. Las catástrofes sanitarias suelen resultar inspiradoras.

Henos aquí inmersos en esta novedosa pandemia, de la cual posiblemente nos estemos riendo dentro de pocos meses. Entre tanto, asistiremos al desplome de las bolsas, a la desesperada estampida de viajeros trabados en los aeropuertos y a la frenética actividad de millones de compradores empeñados en la adquisición de artículos innecesarios como otros tantos amuletos contra un enemigo invisible.

"Estamos en las manos del Señor", dirían en otra época nuestros antepasados con secular resignación mientras celebraban ritos propiciatorios. Hoy seguimos en esas manos, pero sin fe, a sabiendas de que el Todopoderoso dispensa la muerte de estas miserables criaturas que somos con la misma liberalidad con que hace llover, si es que algo tiene que ver con estos eventos que acaso en nada le conciernen.

Una lección aporta esta nueva enfermedad: la humillación de nuestra arrogancia intelectual. Viene a subrayar  que, pese a todos los adelantos alcanzados por nuestra especie, seguimos siendo vulnerables, cercados por la precariedad y víctimas de colectiva indefensión, "librados de la mano de Dios", como hemos estado siempre a pesar de nuestro activismo religioso.

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6 comentarios

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Profile picture for user László

''Hoy seguimos en esas manos, pero sin fe, a sabiendas de que el Todopoderoso dispensa la muerte de estas miserables criaturas que somos con la misma liberalidad con que hace llover, si es que algo tiene que ver con estos eventos que acaso en nada le conciernen.''

el ser humano muere, nadie vino para quedarse

Excelente!

Profile picture for user Henrí Poincare

Magnifico articulo, como todo lo que escribe Vicente. Podría agregar otro ejemplo de aislamiento creador:
Durante la Gran Peste de Londres de 1665 (de la cual comento Echerri) la universidad de Cambridge (60 millas más la norte de Londres) decidió cerrar sus puertas. Newton, que por entonces trabajaba alli se refugio en su pueblo natal, Woolthorpe en el condado de Lincolnshire, unas 60 millas al noroeste de Cambridge. Pasó alli 18 meses. Cuando regresó a Cambridge había inventado el Cálculo, establecido las leyes fundamentales de la Mecánica y desarrollado su teoría de la gravitación.

Profile picture for user Espinoza

Hasta hace menos de un siglo y medio el promedio de vida de la humanidad era menor de 60 annos , el parasitismo , el raquitismo , la desnutricion y la mala alimentacion convertia en epidemia cualquier virus; el logro de alcanzar los 78 a 80 annos el promedio de vida trae tambien riesgos nuevos ; toda esa poblacion mayor de 60 annos estan en riesgo gracias al propio progreso ; toda moneda tiene dos caras.

Serena crónica, necesaria en estos tiempos en que el catastrofismo y la hipocondria rompen sus propias curvas de apogeo, de histeria mediática y demagogia política.

Profile picture for user Amadeus

Muy buen artículo. Así es, por eso somos lo que somos.