Hace más de diez años un amigo me habló de ella, una joven camagüeyana con un talento extraordinario que pronto daría muchísimo que hablar en la literatura cubana. Sin dudar de lo acertado del vaticinio de mi amigo, me dispuse a esperar nuevas noticias, pues ya se sabe que muchas grandes promesas suelen quedarse en el camino por una u otra razón y la chica que mi amigo conociera en uno de los cursos del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso podía ser otra estrella fugaz.
Por suerte, no fue así y Legna Rodríguez se ha consolidado como una voz singular, con un amplio registro creativo que abarca la narrativa, poesía, teatro, su trabajo para publicaciones periódicas. Con ella conversamos hoy sobre una faceta de su prolífica creación: la literatura infantil y juvenil.
En entrevista concedida en 2016 a Ena Columbié para El Nuevo Herald, afirmas haber hecho un recorrido infantil y mágico para convertirte en escritora. ¿Nos cuentas en detalles la magia vivida por aquella Legna niña y adolescente? ¿Nos hablarías de tu experiencia en los talleres literarios?
Sería una respuesta de cien páginas y el tiempo no me acompaña, ni la energía. Me quedaría sin energía solo de pensar en tantos libros, colores, amigos imaginarios, novios imaginarios (todos los personajes de esos libros eran mis mejores amigos). En todas las entrevistas y las preguntas acerca de la literatura infantil me refiero al taller literario de la escuela primaria Grandes Alamedas, donde escribí mis primeros cuentos y poemas sabiendo que eso era escribir.
Ada Zayas-Bazán era la instructora que guiaba aquel taller, ella nos recogía en el aula y nos llevaba a un lugar maravilloso llamado Museo Ignacio Agramonte. El patio de aquel museo fue mi primera hoja en blanco a conciencia. No imagino mis futuras lecturas sin el sedimento de libros como Momo, Pippa Mediaslargas, Las aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn, La cuerda floja y El bolso amarillo, Uiplalá, Los niños más encantadores del mundo, los cuentos fantásticos de Horacio Quiroga (que no son para niños, pero Ada Zayas-Bazán nos los leía igual), El papá de noche, y un largo etcétera. Todo eso ya se había ido formando desde antes, pues mis padres fueron de esos que les leen libros a sus hijos antes de dormir.
¿Cómo va surgiendo en tu cabeza Los mágicos. ¿Por qué publicarlo con la editorial pinareña Cauce?
Los mágicos ganó el Premio Cauce de Literatura Infantil y el premio era precisamente su publicación. Hoy conservo solo un ejemplar de ese título. Es un libro bello, pues en ese momento Cauce aún imprimía en Colombia, así que salió con un diseño de lujo y unos dibujos de cine y un papel de película y una apariencia perfecta.
Esa fue la primera novela para niños que escribí. La escribí de un tirón, en unos pocos días, y sabía que era buena. Pero me da tristeza saber que ya nadie podrá leerla. Es un libro agotado y no tengo manera de volverlo a publicar. Ojalá esta entrevista sirva para que alguna editorial se interese.
Escribí Los mágicos con diecipico de años. Ada Zayas-Bazán, que se convirtió para siempre en algo así como un hada madrina, revisó el manuscrito y me dijo: "Criatura, estás acabando". Ella hablaba así, me decía criatura, como la señora Bartolotti, la mamá de Konrad Bartolotti, el niño que salió de una lata de conservas. Cuando escribo para niños siempre oigo su voz al terminar: "Criatura, revisa el segundo párrafo; criatura, hay una falta de ortografía ahí".
Teniendo en cuenta que fue el primer libro que publicaste, me interesaría saber cómo te sentiste con el resultado final y cuán cerca, o lejos, estuvo respecto a lo que deseabas.
La edición de Los mágicos, literalmente, se fue de jonrón. Hay pocos libros tan hermosos como ese en el paisaje de la literatura para niños cubana. La colección entera de Cauce de ese año 2009 fue una demostración de belleza. Recuerdo cuando entré al stand de Cauce en la Feria de la Habana (en esa época yo aún vivía en Camagüey) y vi todos los libros juntos, no reconocía Los mágicos, para mí todos eran Los mágicos. Me quedé parada en el umbral, boquiabierta y obnubilada.
Entre la publicación en 2008 de Los mágicos y la aparición de La mandarina mecánica por Reina del Mar transcurren siete años. ¿Se debe este largo intervalo sin publicar literatura infantil y juvenil a que priorizaras otros proyectos de libros, no encontrar la editorial adecuada, dejadez, rechazos?
Para nada. Soy una escritora que no tiene palanca, ni influencia, ni dirige una editorial de manera que puede canjear publicaciones, y eso dificulta la salida en orden cronológico de mis libros. De hecho, La mandarina mecánica fue el tercer libro para niños que escribí, hablando en términos narrativos, pues el primero en publicarse fue uno de poesía del cual no tienes el dato, y que se llama Arroz con mango.
Ese libro reúne la mayoría de los poemas que escribí en el taller literario, siendo aún una niña. A mí no me gusta, pero la editorial Ácana lo publicó después de que ganara el premio Emilio Ballagas en Camagüey, en el año 2000 o 2001, creo. El año pasado hicieron una reedición de Arroz con mango allá en Camagüey.
Después de Los mágicos escribí una novela que ganó el Premio Eliseo Diego de Literatura Infantil en Ciego de Ávila y ese sí fue publicado en consecuencia con su fecha de escritura. Lo escribí en el 2002 y salió en el 2003 por Ediciones Ávila. Tampoco es un libro bonito. Los materiales de impresión no ayudaron, pero es una novela que quiero mucho. También se agotó y no sé si vuelva a publicarla algún día. La he revisado hace poco y ahora se llama Eso es lo de menos. Si alguien quisiera publicarla, que me avise.
Como te decía, ninguno de mis libros ha salido después de haberlos escrito, siempre pasan años y se me añejan. En el caso de La mandarina mecánica, obviamente mi preferido, hubo que esperar años de censura. Recuerdo a varios escritores con influencia en las decisiones editoriales cubanas, a Eldys Baratute, por ejemplo, decirme que ese libro no era para niños, que lo sentían mucho por mí.
Recuerdo a Enrique Pérez Díaz decirme que ese libro le encantaba, pero que él no se podía responsabilizar con su publicación. Todos esos comentarios hubieran servido para convertirlo en un best-seller, si en Cuba hubiera verdaderas campañas de promoción.
Escribí La mandarina mecánica en 2005 y salió publicada diez años después, no me da gracia, pero es un hecho. Luego escribí otra novela que tampoco salió hasta el 2015, también, gracias a Enrique Pérez Díaz, que la sacó en Gente Nueva, El arroz de la locura. Luego escribí Todo sobre papá, un libro de poesía muy tierno que es el preferido de mi mamá y que fue publicado en 2016 por Ediciones Aguadulce, una hermosa editorial de Puerto Rico que dirige la poeta Cindy Jiménez-Vera.
Todos esos libros fueron escritos antes de irme a vivir a La Habana, en enero de 2010. Fueron publicados casi una década después.
Has manifestado no estar muy satisfecha con el acabado de La mandarina mecánica. ¿Qué sentiste al tener en tus manos el libro? El insatisfactorio resultado estético (un libro visualmente poco atractivo) no impidió que este texto desapareciera de los anaqueles de las librerías. Amén de que las tiradas del Sistema Territorial (la famosa Riso) son bastante exiguas, ¿tienes alguna teoría que explique la no existencia de ejemplares?
Yo le pedí a Idania del Río, diseñadora de Clandestina, que hiciera las ilustraciones para La mandarina mecánica. Idania realizó unos dibujos preciosos, pero los colores no se pudieron reproducir en la impresión. Eilyn Lombard fue la editora y a ella le encanta el libro. A mí también, aunque sé que el resultado no coincide con los estándares de belleza de un libro para niños en cualquier lugar del mundo.
Como tú dices, no es atractivo, no atrae. Un libro para niños debe ser, como mínimo, atractivo a los niños. Sin embargo, agradezco mucho su publicación. Hace poco, la magnífica artista Tana Oshima me regaló nuevas ilustraciones para La mandarina mecánica. Yo espero que se publique de nuevo muy pronto, con todas las de la ley.
Regreso a tu entrevista con Ena Columbié. En ella afirmas que la literatura es un monstruo que se alimenta de cualquier cosa. Amén de los contratiempos con los editores y la crítica (no tengo muy claro que exista crítica de literatura infantil y juvenil en Cuba, al menos no crítica seria), ¿qué tiene de "monstruoso" esa literatura?, ¿qué "le das de comer" a la tuya?
No, eso por supuesto era una metáfora. La literatura es algo muy grande, monstruoso, es la experienca del pensamiento. No hay nada más monstruoso que eso: el pensamiento. Prefiero no explicarme. La literatura infantil para mí no se diferencia del resto de mis libros. Es literatura. Son horas enteras de una persona pensando. Se alimenta, se come y asimila todo lo que le pasa por delante. El pensamiento, imaginación, de un escritor son pantagruélicos. Tú debes saberlo.
Tu libro El arroz de la locura toca un tema muy de moda en la literatura cubana de los últimos 20 años: la emigración. ¿Cuánto de tu experiencia personal has volcado en este libro? ¿Cuánto ha influido en tu literatura infantil y juvenil la experiencia de ser una emigrante que necesita buscarse la vida, muchas veces al margen del universo literario?
Ese libro es preciado para mí, es la historia de mi tía y de mis primos, el que nació en Santo Domingo, y las primas que se fueron, que ahora son unas adultas muy bellas. Es una historia bastante alegre, termina con una escena en el San Juan camagüeyano, el carnaval, y es un libro que escribí hace años, aunque salió publicado por Gente Nueva en 2016.
Mi escritura, en general, es a veces inconsciente, inescrupulosa. Me interesan los detalles, las nimiedades, lo irrelevante. No medir las consecuencias. Eso también ocurre en los libros que escribo para niños. Esa mirada infantil (no infantiloide) es la única mirada aguzada, nítida, que existe. Trato de enfocar el mundo a través de esa mirada. Pero esa es mi búsqueda personal. La búsqueda de lo simple y lo único. Una búsqueda que puede fugar.
El tema migratorio no es particular de los cubanos. El tema del escritor que no puede vivir de lo que escribe tampoco. Son gajes del oficio de millones de personas en este mundo. El asunto de la escritura es cómo la llevas a cabo. Un asunto de insistencia, de meticulosidad.
No es un secreto que los escritores de literatura infantil y juvenil suelen ser subvalorados. En entrevista al periodista chileno Antonio Díaz Oliva, al referirte a los autores cubanos, aseguras que están subvalorados todos los que escriben bien y sin hacer concesiones. ¿A qué le llamas escribir bien dentro de la literatura infantil y juvenil? ¿Qué concesiones te parecen inadmisibles para quien incursione en ella?
Me refiero al rigor de la escritura, por supuesto. A una calidad estética (no canónica) de la que uno como escritor debe ser consciente. A mí no me interesa otra consciencia que esa. Me es difícil separar un género de otro. Las modas editoriales, los compromisos políticos, los silencios oportunos, el intercambio editorial de publicaciones, el intercambio editorial de críticas editoriales, todo eso es basura y lastra a un escritor, lo disuelve en un fango y lo descalifica. Mi libertad escritural está por encima de cualquier deber de escritura.
Los deberes de escritura NO EXISTEN.
Tú eres una creadora todo terreno, a la que parece dársele bien cualquier género literario y tres cuartos de lo mismo respecto a los premios. ¿Es más sencillo publicar poesía o narrativa para adultos que literatura infantil y juvenil?
Es difícil publicar libros si no haces concesiones. Por ejemplo, cuando a mí me pidieron un libro inédito para proponerlo a una editorial no independiente, una editorial comercial como Alfaguara, yo envié todos mis libros inéditos. Había de todo en esa carpeta. Yo tengo muchos libros inéditos. No me detengo a esperar que se publique el último libro que escribí. De haberlo hecho hubiera dejado de escribir desde 2014.
El libro elegido para comercializar fue Mi novia preferida fue un bulldog francés, un libro de relatos que también puede entenderse como novela o viceversa. De hecho, por poco me gano 100.000 dólares gracias a que un jurado lo entendió como libro de relatos. El libro salió publicado en 2017, pero yo lo escribí en 2014, como una despedida.
NADA ES SENCILLO y es mejor así. Igual, sirva esta entrevista para que si alguna editorial la lee, se entere de que mi carpeta de libros inéditos está vivita y coleando.
Tú has trabajado con la Fundación Cuatrogatos. ¿Te motiva trabajar con instituciones como esta que contribuyen a fomentar la lectura?
La Fundación Cuatrogatos me ha dado la oportunidad de leer y comentar libros que de otra forma no hubiera conocido. Me ha acercado a un mundo al que no me hubiera acercado fácilmente por desconocimiento o falta de tiempo. Lo que ha conseguido la Fundación Cuatrogatos como proyecto de literatura infantil y lectura ha sido gracias a la insistencia y a la inteligencia de sus fundadores. Me motiva mucho eso.
Si fueses un personaje de cuentos para niños te gustaría ser…
Berti Bartolotti, la mamá del niño que salió de una lata de conservas. Ella no hacía concesiones, ni siquiera en la crianza de su hijo.
Se impone despedirnos con la gran pregunta. ¿Cuánto ha cambiado tu manera de ver y crear literatura infantil y juvenil tras la llegada a tu vida de tu hijo Cemí? Si él te pide algún día que le leas un cuento, ¿le leerías alguno tuyo?, ¿cuál?
He escrito para mi hijo tres libros de literatura infantil que siguen inéditos y uno de poesía que salió publicado el año pasado después de ganar el Premio Centrifugados de Poesía Joven que convoca Ediciones Liliputienses desde Cáceres, España.
Entre los inéditos hay uno de cuentos que también puede funcionar como saga y ser publicado en siete tomos separados. Pero desde antes de que él naciera, cuando ya yo tenía ese plan en la cabeza, empecé a comprarle libros muy especiales para cualquier niño, algunos que yo misma había leído y otros que son clásicos de la literatura infantil. También empecé a perseguir varias ediciones cubanas viejas de libros maravillosos como puede ser Las viejitas de las sombrillas de Manuel Cofiño, que acaban de mandarme desde la Habana, muy usado y muy especial. Creo que dejaría los míos para cuando él quisiera leerlos solo. A fin de cuentas, fueron escritos como un regalo. Un regalo para otro regalo.
Legna Rodríguez Iglesias ofrecerá el 22 de febrero el taller de escritura creativa "Quebrar los géneros: la poesía del relato".
Yo crecí bajo la cultura de Walt Disney con enanitos simpáticos que cantaban, venaditos y princesas, todo muy bonito. Yo no les enseñaría esas ilustraciones a los niños, donde se ríen de los muertos y le cortan una mano a alguien con un hacha. Va y es que ya estoy vieja, pero NO, lo novedoso no siempre es positivo.