La 'grandiosa obra de la Revolución' en gestión del agua tiene a los cubanos secos

En el acto por el día del trabajador de Recursos Hidráulicos celebrado en Ciego de Ávila el 10 de agosto, la vice primera ministra cubana Inés María Chapman Waugh dijo que "pese a las imperfecciones, el sistema de gestión del recurso agua (en Cuba), es una obra grandiosa de la Revolución".

Entre muchas loas y agradecimientos al fallecido Fidel Castro, a quien oficialmente se atribuyen las grandes obras hidráulicas construidas y que han permanecido subutilizadas, mencionó que "quedan muchos retos, en medio de las dificultades económicas por las que atraviesa el país".

También reconoció que, tras varias décadas con suficiente agua almacenada, "todavía hay muchas cabeceras municipales sin acueducto" y la mayor parte de los terrenos de cultivo no han sido "dotados de los equipos de bombeo".

Pero, como de costumbre, no atribuyó dichas faltas a la pésima gestión económica del régimen ni a la disfuncionalidad del modelo estatal-planificado que ha empobrecido al país y mantiene en quiebra tanto al sector del agua como a todos los demás, sino que "pasó la bola", como de costumbre, al embargo, que se enfoca en "tratar de frenar el desarrollo hidráulico del país", dijo.

Según la vice primera ministra (y esto suena aún más delirante), "la idea (del embargo estadounidense supuestamente boicoteando la voluntad hidráulica cubana) se estrellará ante la inteligencia colectiva para buscar salidas a las dificultades y continuar con el desarrollo"… de cara al siglo XXII, a juzgar por el ritmo que llevan las cosas.

Es cierto que en los últimos 65 años se ha multiplicado por 187 el volumen de agua almacenada en el país. La cantidad de embalses pasó de 13 a 242 y se han construido miles de kilómetros de canales y túneles a lo largo y ancho de la Isla. Y como bien dice la Chapman, eso significa una gran fortaleza creada. De eso no hay dudas.

Pero tampoco hay dudas, sino certezas, de que el sistema implantado por el Partido Comunista, del cual el Ejecutivo que ella integra es continuidad, es incapaz de aprovechar ni esta ni las demás fortalezas que tiene Cuba para conseguir el desarrollo económico.

La gestión principal sigue apostando por una empresa estatal socialista inmovilizada con trabas, burocracia y controles excesivos, carente de iniciativa y de libertad suficiente para lograr la eficacia y eficiencia que se le ha pedido durante décadas. Mientras, la apertura privada está limitada y sometida a periódicos ataques, con medidas populistas que la diezman, y no se le permite participar en el negocio de gestionar el agua.

Cuba cuenta con una capacidad de almacenamiento superficial de más de 9.000 millones de metros cúbicos y la mitad de los más de seis millones de hectáreas de tierras agrícolas disponibles tiene acceso potencial. Sin embargo, apenas el 7,5% cuenta con la infraestructura para considerarse "bajo riego", y ello tampoco significa que la pueda aprovechar, porque habitualmente los campesinos tienen restricciones en el uso de la energía y el agua por el costo elevado, a lo que se suma la carencia regular de piezas de repuestos y elementos necesarios para el uso y mantenimiento de los regadíos.

República Dominicana, un país más pequeño y montañoso que Cuba, con una población similar, un área agrícola equivalente al 40% de la cubana y un 20% del agua almacenada en represas, tiene un área bajo riego del 39%, lo que significa un millón de hectáreas. Superior a Cuba que, de aprovechar al máximo las posibilidades actuales de riego, no llegaría a alcanzar medio millón de hectáreas.

El resultado es que República Dominicana, con una población de más de diez millones de personas y en crecimiento, produce el 90% de los alimentos que consume; mientras que Cuba, con alrededor de nueve millones de personas y una población decreciente, tiene que importar más del 80%.

Sumemos que el 25% de los cubanos no tiene agua corriente dentro de su casa, y del 75% que sí la recibe el porcentaje que lo hace permanentemente es ínfimo, tan pequeño que no se menciona ni se dan cifras. En el mejor de los casos, los ciclos de abasto son de entre cuatro y seis horas al día, pero un número cada vez mayor de cubanos tiene que esperar por el agua varios días. En algunas zonas del país los ciclos de distribución de agua van de una semana a más de dos, y al menos medio millón de personas necesitan el servicio de camiones cisterna (pipas), que es inestable por falta de vehículos suficientes y de combustible.

La situación que elogia la vice primera ministra Chapman es en realidad tan caótica que, según las propias estimaciones oficiales, el 58% del agua que se bombea se pierde: el 16% en las conductoras defectuosas, el 20% en las redes que la distribuyen, igualmente en pésimas condiciones, y el 22% por salideros en las redes intradomiciliarias, de empresas y organismos.

Si bien la Revolución impulsó obras de infraestructura hidráulica importantes, estas siguen ahí, subutilizadas, como una gran inversión sin retorno. Podrían ser, no obstante, una gran fortaleza que, en el futuro, cuando se consiga la democracia y la libertad económica que el país necesita, sirva de sostén del desarrollo agrícola y humano.