Sismólogos de seis países realizan una expedición oceanográfica frente al litoral suroriental de Cuba, para determinar los riesgos del sistema de fallas gemelas ubicadas en el borde septentrional de la placa tectónica del Caribe y obtener registros fiables sobre la actividad telúrica en el área.
El estudio se realiza a bordo del buque Pourquoi-Pas (¿Por qué no?), de la armada francesa y la institución científica IFREMER, centrada en el análisis de la historia tectónica, la estructura de la corteza, el comportamiento del manto, las variaciones térmicas y el rol de los fluidos durante la ruptura de las fallas.
Expertos de Cuba, Francia, Bélgica, Alemania, Haití y Estados Unidos participan en el proyecto de investigación "Haití-Twist", región de intensa actividad sísmica, donde los científicos buscan determinar los parámetros geofísicos con el empleo de sismómetros instalados en el fondo del mar.
Durante la expedición —prevista para 53 días— se realizan mediciones sísmicas que permitirán comprender y ampliar los conocimientos sobre el origen de los terremotos.
Según Enrique Diego Arango, director del Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas (CENAIS), este mes están en el mar los especialistas cubanos Bladimir Moreno y Madelín Villalón, mientras que en tierra las estaciones sismológicas temporales registran las señales acústicas emitidas desde el barco.
En la sala científica del buque se monitorean las mediciones de los sismómetros esparcidos en el fondo marino.
Durante décadas, los gobiernos de Cuba y Francia han desarrollado estudios en materia de sismología. Fruto de esa colaboración fue el mapa batimétrico de la Hoya de Bartlett, el principal resultado de las expediciones Mar Caribe I y II realizadas por el CENAIS y el Instituto de Física del Globo de París.
Desde la etapa colonial, el área ahora en estudio estuvo rodeada de leyendas, mitos y fábulas sobre cataclismos, que la ciencia se ha encargado de esclarecer.
En esa franja costera se encuentra la principal zona sismogeneradora de Cuba, y en ella coinciden el mayor accidente oceanográfico del país y el roce entre las placas del Caribe y Norteamérica, que se alejan a razón de 17 milímetros por año.
Para los expertos, la liberación de energía en el área resulta premonitoria y puede formar parte de un reacomodo de las placas, que según la experiencia reciente termina con uno o más terremotos de mayor calibre, como los ocurridos en 2016, que infundieron pánico entre los cinco millones de habitantes del oriente cubano.
En Santiago de Cuba se han reportado más del 80 por ciento de los principales terremotos ocurridos en la Isla y, según las estadísticas, en el municipio de Guamá se localizan los epicentros de casi todos los de mayor magnitud que históricamente han afectado al país.
Allí se encuentran nueve de las 15 elevaciones más notables de Cuba, tres de los principales accidentes oceanográficos del Caribe y uno de los mayores desniveles del planeta, pues entre la cima del Pico Real del Turquino, en la Sierra Maestra, y el fondo marino de la Fosa de Bartlett existen alrededor de 9.600 metros.
Pese a la creencia popular, esa depresión submarina, de 1.400 kilómetros de largo por 100 de ancho, no es un patrimonio exclusivo de Cuba; se extiende desde las Islas Caimán hasta el litoral sur República Dominicana.
El 28 de enero de 2020, en Cabo Cruz, se reportó un sismo con magnitud de 7,8 grados en la escala de Richter, el más importante registrado en la historia de la sismología instrumental cubana desde que en 1964 se inaugurara la primera instalación de monitoreo para ese tipo de fenómeno natural.
Tanto la Estación Central del CENAIS como el Observatorio Geodinámico de Santiago de Cuba están acoplados a todos los mareógrafos del país, con el propósito de advertir sobre la llegada de las olas, el tiempo de duración de la marejada y su eventual impacto, según la información oficial.
El peor terremoto de América lleva 65 años de existencia. También es el más destructor; acabó con edificios y todo lo que encontró.