Hay una mujer que conoce todas las historias. Y las que no, se las imagina, crea un cuento sobre ellas. No vive en la Tierra de nunca jamás, sino en la de Todo es posible, donde siempre habita la magia. Su nombre es Leyenda, y de una forma u otra todos hemos estado expuestos a ella, cautivados por su arte de entretejer los hilos de la mitología con la realidad, en un ejercicio de perpetua esperanza. Porque como todos sabemos, ningún mito es totalmente falso, sino que se basa en una verdad que ha sido ampliada y adornada para hacerla más asequible a nuestra mundana experiencia. Prometeo no fue quien robó el fuego para entregárselo a los seres humanos, pero su historia es mucho más apetecible que la de un cavernícola frotando dos piedras sobre paja seca para encender una hoguera.
Es así como muchas veces se registra la historia, y se nos presenta como una sucesión de eventos mágicos o iluminaciones súbitas que desencadenan acontecimientos trascendentales. Mucho más en el mundo de hoy, donde todo se etiqueta. Lech Walesa me comentaba en una ocasión que "la gente se cree que yo grité 'Abajo el Comunismo', y de repente diez millones de polacos me siguieron como los ratones al flautista de Hamelin. Hubo que trabajar de forma muy intensa, yo y muchos otros". Treinta años después del triunfo de Solidaridad en Polonia, continuamos fabulando en torno a los mensajes políticos y sociales.
Sin embargo, es hasta cierto punto necesaria, si se emplea de la forma apropiada, esa mezcla de fantasía con realidad a la hora de transmitir mensajes que busquen impactar la conciencia de miles o millones de personas. Contar historias es una herramienta importantísima en la construcción de un movimiento de cambio, puesto que la principal arma de un activista es su poder de persuasión, por lo que la capacidad de emplearla de manera efectiva resulta esencial para trasmitir la visión del movimiento, y motivar a los demás a unirse a él. Las historias informan, iluminan, inspiran, nos hacen actuar y conectar con otros. En el ámbito de los movimientos sociales de cambio, es un vehículo poderoso para alcanzar objetivos específicos. En América Latina existe una gran tradición de cultura oral que facilita el uso de esta herramienta en fenómenos sociopolíticos.
El poder de contar historias está directamente asociado con la capacidad de articular una visión del mañana, la cual constituye la piedra angular de cualquier movimiento de cambio por vías noviolentas. Esta capacidad ha adquirido una relevancia extraordinaria en el mundo de hoy, con el exponencial desarrollo de las tecnologías de comunicación. Esto se hace patente tanto en campañas políticas como mercantiles y de activismo. Vivimos en la época de la comunicación instantánea, masiva y de impacto, por lo que tan importante como saber qué historia contar, resulta también el cómo contarla. Al punto que esto puede incidir de forma decisiva en el éxito o el fracaso de una causa.
Pero ojo, hay que evitar el simplismo, las trampas de la fe. Por regla general se tiene la impresión de que, en un entorno represivo, cualquier información es valiosa, lo cual no es totalmente cierto. Un exceso de teorización, o enfoque en eventos orientados al pasado, puede generar cansancio en la audiencia. En Chile, durante la campaña del NO contra Augusto Pinochet, los mensajes estuvieron centrados en mostrar un futuro de paz y felicidad en caso de obtener la victoria en el referendo contra la dictadura. En Serbia la narrativa de Otpor estuvo centrada en proclamar la victoria antes que sucediera, con slogans como "¡Está Acabado!", "¡Es Hora!". Toda información no es poder, por lo que se requiere ejercer el discernimiento. Dentro de todo lo válido, identificar lo que es relevante, lo que es interesante, lo que es motivador. En la mayoría de los casos, vislumbrar lo posible suele resultar más afectivo, más cercano al receptor, que exponer lo existente, aunque no se debe descuidar ni lo uno ni lo otro.
Los ejemplos son un gran instrumento de motivación, incluso bajo las más extremas circunstancias. Según estimados de la emisora Praga TV, en la invasión soviética a Checoslovaquia 137 civiles fueron asesinados, pero el símbolo indiscutible de esos sucesos fue la inmolación de Jan Palach, el estudiante universitario que se auto incineró el 16 de enero de 1969. Un mes más tarde, el 25 de febrero, otro estudiante, Jan Zajíc, se suicidó de la misma forma en el mismo lugar, seguido en el mes de abril por otro estudiante, Evzen Plocek, en la ciudad de JIhlava. A pesar de las prepotentes declaraciones de los militares soviéticos, quienes predijeron que llevaría cuatro días dominar al país, la resistencia, basada en civiles, duró ocho meses, sin que hubiera resistencia militar, contra una fuerza de 650.000 hombres equipados con las armas más modernas y sofisticadas del catálogo militar soviético, de acuerdo a informes a los que tuvo acceso The New York Times. Veinte años después de la Primavera de Praga, se desataron unas manifestaciones que comenzaron con la llamada Semana de Palach, entre el 15 y el 21 de enero de 1989. El régimen comunista cayó once meses más tarde. La Historia tiene curiosas maneras de colocar las cosas en su justa medida.
Por supuesto que la inmolación no es el ejemplo más idóneo, pero las leyendas asociadas a estos hechos, y su transmisión a través de los años por medio de las tradiciones orales, escritas, y más recientemente, virtuales, fueron un motor poderoso para motivar a la gente a actuar bajo otras circunstancias, en busca de los mismos objetivos. Cualquier historia que inspire mueve a la acción, por mínima que ésta pueda parecer. El checo Emil Zatopek fue elegido en 2013 por la revista especializada Runner’s World (El mundo de los corredores) como el mejor corredor del mundo. Ganó medallas de oro en tres Olimpiadas y es el único corredor que ha ganado los 5.000, los 10.000 metros planos y el maratón, en una misma Olimpiada, con récord olímpico en las tres. Por sus méritos deportivos fue ascendido de rango, pero por su apoyo a la Primavera de Praga fue expulsado del ejército y como forma de humillación, empleado como barrendero. En 1998, el presidente de la entonces República Checa, Vaclav Havel, le otorgó la máxima distinción deportiva. Emil murió dos años después.
Cuenta la leyenda que cuando Zatopek hacía sus rondas de trabajo, los vecinos salían a barrer la calle frente a su casa para evitarle la humillación y aligerar su carga. De esta manera, casi sin saberlo, "la locomotora humana", como fue apodado en sus tiempos de gloria, arrastraba diariamente a una cantidad de conciudadanos en una acción mancomunada de resistencia al sistema. Una historia de éxito multiplicándose en el espacio y el tiempo. Lo mismo sucede cuando decenas, cientos o miles de cubanos cantan a voz en cuello "Patria y Vida", en una calle de La Habana, o una doctora en ciencias sale religiosamente todos los días 18 a marchar por una calle y es imitada en otros parques de otras ciudades. Las leyendas se tejen diariamente al concatenar eventos cotidianos, y aumentar su alcance al proyectarlos a su alrededor de cualquier manera posible.
Habría que preguntarle a esa señora que lo sabe todo, o se imagina todo lo que aún no conoce. ¿Quién sabe? A lo mejor Prometeo existió en realidad y lo que sí sabemos es que el cavernícola no tiene nombre. Es por ello que la historia del primero resulta siempre más atractiva que la del segundo. La magia consiste en forjar leyendas que promuevan la esperanza.
Los cubanos tenemos tenemos serias dificultades para trabajar en equipo; porque los activistas y opositores se organizan (mayormente) de forma vertical (muchos jefes y pocos ciudadanos). “En Chile, durante la campaña del NO contra Augusto Pinochet” y de acuerdo a la película, el trabajo en equipo fue intenso y horizontal. Dice la CIA en el reporte que se filtró hace unos años que a los cubanos nos caracteriza “los personalismos”. 🤔